Publicado: junio 17, 2025, 10:07 pm

Dijo ayer Pedro Sánchez que su Gobierno es un gobierno limpio y transparente. Como él mismo, vamos. Presumió de transparencia porque Koldo es el único caso de «supuesta corrupción en el PSOE», aseveración radicalmente negada por los medios y los organismos internacionales. Abc daba cuenta de que su Gobierno había infringido 1.200 veces la Ley de Transparencia. Él presume de transparencia mientras bate récords de opacidad. Lo decía The Objetive, añadiendo que en el primer trimestre de 2024 sus ministros denegaron 96 peticiones de información a través del Portal de Transparencia.
Miente hasta con las cifras. ¿Qué no hará cuando tira de metáfora, que es pura literatura? Los organismos que miden los índices de corrupción, como Transparencia Internacional han situado a España en el puesto 46 de los 180 analizados en el año 2024, con una baja de cuatro puestos y diez puntos respecto a su posición en 2023. El año pasado la puntuación de España bajó hasta el nivel de Cabo Verde, Ruanda y Botsuana. El único de sus cómplices que ha declinado la invitación de reunirse con él ha sido Pablo Iglesias, que ha hecho coherentes su crítica y su actitud. También es consecuente que después de abrir ayer la ronda con Junts, la vaya a proseguir esta mañana con Rufián. Hay entre ellos una afinidad, onomástica en el caso del portavoz de E.R.C. y ambivalente en el caso del yerno de Sabiniano Gómez, gerifalte de saunas y putiferios como sentenció con precisión J.M. Villarejo. Y el yerno del gran cafiche explica a sus congéneres que le repugna el lenguaje machista, absolutamente incompatible con el feminismo que es seña de identidad del partido socialista.
Hay en su prosa un distingo que está haciendo fortuna: los corruptos y los corruptores, que tiende a poner la mayor carga de la prueba en estos últimos, mientras los corruptos serían las víctimas del hecho, empujados a la corrupción por el hambre (no comen hasta las cinco) y los grandes empresarios que son los inductores del mal.
Advierte Sánchez a sus conmilitones en una nueva carta que «nos enfrentamos a una operación de demolición moral por procedimientos que conllevan más peligro para la democracia que aquello que pretenden combatir». Demolición moral, dice el tipo que moralmente ya venía demolido de casa y que se ha aplicado a derruir en su totalidad el Estado de derecho y sus instituciones, desde el Tribunal Constitucional a la Fiscalía General, el Consejo de Estado, el Tribunal de Cuentas y hasta el CIS.
Tanto el presidente como esa infeliz que ejerce de portavoz de su Gobierno desconocen si van a aparecer más casos de corrupción. Todos los demás sabemos que sí, aunque ellos, lo dijo ayer Pilar Alegría, sí conocen una cosa que nosotros no: que en cuanto aparezca un indicio sólido va a actuar con contundencia. Y con rapidez, habría que añadir: 16 meses instruyendo el caso de José Luis Ábalos para expulsarle del partido. Cinco días para que Cerdán entregue el acta y recoja los papeles mientras borra todo lo borrable siguiendo el patrón del Fiscal General, la cabeza borradora de Pedro Sánchez.