Publicado: abril 18, 2025, 8:07 pm

Del kilómetro 1 de la M-600 sale un desvío que, por una carretera ascendente, lleva a una abadía asentada en plena sierra de Guadarrama. En esa calzada, que no suele estar demasiado concurrida, se congregó hace un par de domingos una caravana de vehículos que respondían a un llamamiento: «Salvemos el Valle». La convocatoria, difundida por redes sociales, llamaba a celebrar una «misa multitudinaria» en señal de protesta contra el plan de resignificación del Valle de los Caídos acordado por el Gobierno y la Iglesia. La asociación ultracatólica Hazte Oír y la organización juvenil Revuelta, cercana a Vox, secundaron la movilización, así como varios dirigentes de la cúpula de Santiago Abascal. Jorge Buxadé y Rocío de Meer incluso se dieron cita en el Valle. Las movilizaciones se repetirán a lo largo de esta Semana Santa.
El plan del Gobierno para resignificar el conjunto monumental y dotar al Valle de Cuelgamuros de «una nueva mirada que se ancle en los principios y valores constitucionales» ha abierto una nueva grieta en la relación de Vox con la Iglesia. Aunque los de Abascal miran a La Moncloa como principal artífice de esa resignificación, no dejan de deslizar críticas a la posición tomada por la Archidiócesis de Madrid y la Conferencia Episcopal, que defiende el diálogo con el Gobierno, pero se desmarca del concurso público abierto para presentar propuestas.
«La Iglesia, cuando quiera, nos puede explicar a qué acuerdos ha llegado», apuntó el portavoz de Vox, José Antonio Fúster. Buxadé fue más allá en declaraciones a OkDiario: «A los obispos les digo que los católicos, antes de ir a dormir, tenemos que hacer examen de conciencia; que lo hagan ellos también. Que piensen si están haciendo bien las cosas». Y el eurodiputado Hermann Tertsch sentenció: «No voy a poner la X para la Iglesia católica en la declaración de la Renta. Si la Conferencia Episcopal no tiene ningún respeto a los sentimientos de los españoles, no tenemos que tener ninguna consideración a sus ganas de cobrar».
El choque de Vox con la Iglesia se circunscribe al plano institucional, pues en materia de creencias caminan de la mano. Aunque el partido no recoge en sus postulados ideológicos referencias a su religiosidad, son muchos los dirigentes que manifiestan una y otra vez sus ideales católicos. «Cuando fui al Valle de los Caídos, encontré un lugar de oración, […], vi una misa en la que los monjes rezaban por España», afirmó Fúster en rueda de prensa, donde ejerce como portavoz del consejo de dirección de Vox. La cúpula del partido, tras la última remodelación, ha dado especial poder a sus dirigentes con mayor vinculación religiosa: el vicepresidente y secretario general, Ignacio Garriga, pertenece al Opus Dei, jurisdicción en la que también encuentran sus raíces otros pesos pesados de Abascal como Buxadé.
La religiosidad es mayoritaria no solo entre los dirigentes de Vox, sino también entre sus electores. Según el barómetro del CIS, el 63% de quienes votaron a Abascal en las elecciones generales de 2023 son católicos: el 18% se declara practicante y, el 45%, no practicante. Así, Vox es, por detrás del PP (80%), la formación que mayor porcentaje de católicos tiene entre su electorado.
En consonancia, los parlamentarios del partido no esquivan hacer gala de su fe. Las fechas señaladas del calendario cristiano las aprovechan para reforzar públicamente sus posicionamientos, y para reprochar a sus rivales políticos que no hagan lo mismo. Ejemplo de ello fue el cruce de acusaciones que protagonizaron la pasada Navidad, cuando desde Vox cargaron contra quienes usaban la fórmula «felices fiestas» para referirse a ese periodo.
Ahora, con el partido volcado en hacer oposición a la inmigración ilegal porque -argumentan- está provocando la «islamización» de España, las tesis católicas vuelven al centro de su discurso. «Ustedes [populares y socialistas] se dedican a derribar cruces con las más variadas excusas», dijo Abascal en su última intervención sobre la tribuna del Congreso, y añadió: «Su alianza promueve y nos condena a la islamización […], que sigue siendo la principal amenaza a nuestra forma de vida». Esa es la consigna de la última campaña ideológica que está moviendo el partido y en la que reúne su catolicismo con sus banderas antiinmigración: «Tiran cruces mientras no dejan de proliferar mezquitas», acusan.
Sin embargo, con este discurso chocan de nuevo con la Iglesia. Hace unos días, el presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, llamó a un entendimiento para impulsar una regularización extraordinaria de migrantes en el Congreso. «Es una forma de ayudar a resolver un grave problema en el que la dignidad y el bien común están afectados», expuso, y Vox saltó a la contra. «Para hablar de un tema tan serio hay que tener un mínimo conocimiento de lo que se habla, y no un discurso vacío, político y demagógico», le reprochó en sus redes sociales el portavoz de Inmigración del partido, Samuel Vázquez.
Las discrepancias en materia migratoria son las que más han fracturado la relación entre Vox y la institución eclesiástica en los últimos años. Cuando el Papa Francisco criticó a quienes quieren construir muros para frenar la llegada de migrantes, el propio Abascal trasladó su discrepancia con «las opiniones políticas del ciudadano Bergoglio». Tiempo después, en otro desencuentro, el líder de Vox valoró su relación con el pontífice citando un versículo de la Biblia que su portavoz de Inmigración recupera ahora: «Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».