Publicado: octubre 25, 2025, 10:07 pm

Pronto, el próximo 9 de noviembre, se cumplirán dos años del pacto de investidura suscrito por el PSOE y Junts, y firmado en nombre de los socialistas por Santos Cerdán, el ex número tres de Sánchez encarcelado en Soto del Real. Aunque la peripecia del cumplimiento del pacto ha sido accidentada por demás, y a pesar de los dolores de cabeza semanales y mensuales que le ha producido Carles Puigdemont al presidente Sánchez, Junts nunca ha roto la baraja.
La eterna amenaza de ruptura ha sido gestionada por Moncloa con la habilidad correspondiente para tratar con un partido que no se parece en nada a su antecesor inmediato, llamado CiU. «Junts no es gente muy seria, un día te dicen una cosa y al día siguiente la contraria», resume una fuente parlamentaria del PSOE.
Aunque ni Sánchez ni los negociadores que mantienen contacto con Junts -sea en Bruselas o en el Congreso- nunca han descalificado el comportamiento de Puigdemont, de Turull o de Nogueras, el presidente del Gobierno se permitió el pasado jueves en Bruselas el desahogo de mostrarse algo enfadado en la rueda de prensa cuando le preguntaron si pensaba verse con Puigdemont. «Que os queréis llevar ese titular y que yo diga, tal, pero si os lo he dicho mil veces. Esas reuniones se producirán cuando toque. Hala, ya tenéis el corte».
En ese momento, estaba a punto de saltar a la actualidad el anuncio de que Puigdemont convocará una consulta para que la militancia de Junts decida si hay que romper el acuerdo de investidura de Sánchez o no. Como todas las iniciativas del partido independentista, el anuncio vino precedido de unas declaraciones de Puigdemont en las que pronosticaba que en otoño pasarían cosas «que nunca han pasado» y de una intervención de la icónica portavoz, Míriam Nogueras, en la sesión de control del miércoles: «Hay que hablar menos del cambio de hora y más de la hora del cambio». La frase y la que parece una amenaza con más cuerpo que en otras ocasiones ha devuelto a Puigdemont el protagonismo de la política nacional. El lunes se sabrá qué tipo de ruptura elige Junts de las conocidas hasta la fecha.
Porque la realidad es que nadie, ni en el Gobierno ni en el PSOE ni tampoco en la oposición del PP y Vox, se cree de verdad que Puigdemont vaya a romper completamente con Sánchez cuando aún faltan dos años para acabar la legislatura. «Seguro que encontrarán algún motivo para mantener la interlocución aunque sea en secreto. Han amenazado tantas veces con la ruptura que ya no hay quien se lo crea», señalan interlocutores de la oposición.
Casi sobre el estribo de la decisión de Junts, Sánchez improvisó aprisa y corriendo un motivo para que Puigdemont reconsidere la decisión tomada en Waterloo y posteriormente consultada a la militancia para que la refrende. Una jugada que recuerda mucho a la que se produjo en la madrugada del 17 de agosto de 2023, horas antes de la constitución del Congreso, cuando el ministro Albares registró a las 8.18 de la mañana un escrito ante la presidencia del Consejo de la UE para que el catalán, el euskera y el gallego sean reconocidos como lenguas cooficiales.
Puigdemont exigió «hechos concretos» y amenazó con no votar a Francina Armengol como presidenta si no le hacían caso. En esta ocasión, y habida cuenta que han pasado dos años y la petición sigue en el limbo, Sánchez pactó con el canciller Merz una carta conjunta en la que el alemán se compromete a hablar con España de esta cuestión. «El comunicado ha sido muy importante para Junts. Vamos a ver lo que pasa el lunes», señalan fuentes del Gobierno. «No vemos la ruptura, será lo de siempre, Sánchez está más fuerte de lo que parece, seguirán hablando con el Gobierno, el cambio que anuncian no parece muy posible».
Todos los ministros, dirigentes socialistas y parlamentarios consultados coinciden en que Junts no se puede permitir el único lujo que podría poner fin a la legislatura -una moción de censura- y, de ahí, que una posible ruptura, aunque fuera real y suprimiera todos los contactos con el PSOE, no tenga la trascendencia que Puigdemont ha dado siempre a su papel como condicionante principal de que Sánchez siga en La Moncloa hasta 2027.
El ex president ha amenazado en varias ocasiones con provocar elecciones generales en España si Sánchez no cumplía lo prometido: la amnistía, el catalán en Europa, la cesión de las competencias de inmigración, etc. El estado de la cuestión es el siguiente, según han detallado los miembros del Gobierno y los dirigentes consultados por este periódico. «Junts ha perdido el 40% de los votos en Cataluña a manos de Aliança Catalana, y la realidad es que Puigdemont no sabe qué hacer para parar esa sangría. Su drama es que sus posibilidades reales de condicionar al Gobierno en ningún caso pueden poner fin a la legislatura, no está en su mano, el presidente ya ha dicho muchas veces que su decisión es continuar hasta 2027. Lo ideal sería que pudiéramos sacar adelante las leyes que ya están en marcha y también que hubiera Presupuestos pero, si no fuera posible, se puede seguir gobernando, lo hemos demostrado durante estos dos años, contra viento y marea. Cada semana caía el Gobierno y el Gobierno sigue en pie», coinciden los ministros consultados por este diario.
Puigdemont, según estas fuentes, no tiene «más alternativa» que seguir manteniendo algún tipo de interlocución con Sánchez. «Para empezar, está la amnistía, Puigdemont respira por esa herida, quiere volver, y con un hipotético Gobierno de Feijóo eso sería más difícil. Pero él no puede provocar una moción de censura junto al PP y Vox porque perdería el cien por cien de los votos, sacaría cero diputados en el Congreso en las elecciones que pudiera provocar con la moción de censura. Puigdemont lo está pasando mal, está aislado y fuera de juego, lleva siete años fuera de Cataluña y no conoce los cambios sociales y electorales que se están produciendo».
Por otro lado, añade otro ministro, «a peor es imposible que vayamos, porque el Gobierno ya está bastante apurado para sacar adelante sus iniciativas debido a la actitud de Junts y también a la estrategia de Podemos. No creemos que vaya a cambiar nada sustantivo a partir del lunes, Puigdemont tiene que hacerse notar para que no se olviden de él en un contexto muy difícil para Junts. A lo que hay que añadir que el papel del partido independentista en la política catalana, aunque disponen de la presidencia del Parlament, es más que discreto. La relación con Salvador Illa es casi inexistente y ERC está recuperando terreno poco a poco en los sondeos de intención de voto y como socio preferente del presidente catalán. El posible nuevo modelo de financiación que está ultimando la vicepresidenta María Jesús Montero para cumplir el pacto con ERC dará al partido de Junqueras un espaldarazo, si es que sale adelante».
Todo ello no quiere decir que Sánchez y el PSOE no sigan cortejando a Junts para aprobar algunas leyes pendientes y, sobre todo, para no dar la imagen de que han perdido definitivamente la mayoría de la investidura. El concepto cada vez está más en desuso. Con más o menos comodidad, con Junts o sin Junts, no hay señal alguna de que el presidente quiera adelantar las elecciones.
