Publicado: abril 25, 2025, 2:07 pm

El incremento de gasto en defensa anunciado por Pedro Sánchez y el descubrimiento de que el Gobierno compra armamento y munición a Israel han sido sólo los últimos motivos de encontronazo en el Gobierno de coalición. El enfrentamiento ha llegado a alumbrar amenazas verbales de ruptura en el Consejo de Ministros pero más serias aún en las filas de Sumar, el socio minoritario del Ejecutivo.
Sánchez ha superado el choque cediendo en la parte menor del conflicto. Ordenó rescindir la compra de munición a una empresa israelí, asumiendo el previsible pleito que interpondrá la compañía y la indemnización que exigirá por la ruptura del contrato. El presidente ha sofocado así el conato de incendio, pero ya van tantos que resulta imposible tapar las grietas por las que asoma un Ejecutivo chamuscado.
Los últimos enfrentamientos, antes de la guerra por los gastos de defensa y las balas israelíes, han sido protagonizados por la vicepresidenta segunda y líder de Sumar chocando con la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y con el ministro de Economía, Carlos Cuerpo. Dos choques en los últimos tres meses que se han resuelto como el de esta semana: con Sánchez rectificando para resolver el conflicto abierto en el seno de su Gobierno.
El primero se produjo a cuenta de la tributación del salario mínimo en el IRPF. Las diferencias se exhibieron sin recato en público y Sumar llegó a registrar una proposición de ley contraria a las aspiraciones de Montero. La batalla se solventó de forma salomónica el pasado 28 de marzo: el SMI no tributará este año; para los ejercicios siguientes la cuestión sigue abierta.
El pulso con el titular de Economía, Carlos Cuerpo, ha sido sobre la reducción de la jornada laboral. Yolanda Díaz llegó a acusar a su compañero, defensor de llevar a cabo la rebaja de forma progresiva para no perjudicar la productividad, de ser «casi una mala persona». Trabajo y Economía tuvieron que acercar posturas hasta que, el pasado 27 de enero, acordaron la tramitación de la norma. Esta semana está previsto que la iniciativa inicie su tramitación en el Congreso y lo haga con escasas posibilidades de prosperar. Las espaldas siguen en alto y el Gobierno a palos, también.
Los problemas vienen de lejos. Comenzaron cuando el socio era Unidas Podemos y siguen con Sumar. El primer topetazo se produjo en marzo de 2022 cuando Sánchez imprimió un giro a la posición histórica sobre el Sáhara. El presidente adoptó la decisión en secreto, de espaldas al Congreso, a su propio Gobierno, a su partido y a su programa electoral. Desde entonces, el reproche colea. Todas las iniciativas que se han presentado en la Cámara desautorizando su decisión han recabado una mayoría absolutísima incluyendo el voto de su socio menor.
El segundo encontronazo llegó de la mano de la ex ministra de Igualdad, Irene Montero, con la ley del Sólo Sí es Sí. La norma defendida a capa y espada por Unidas Podemos reveló pronto sus nefastas consecuencias. Bajo su amparo se sucedió un rosario de rebajas de condena -superando con mucho el millar- e incluso un centenar largo de excarcelaciones de violadores y abusadores. Sánchez aguantó durante meses para evitar la ruptura del Gobierno pero, en abril de 2023, tuvo que ceder ante el escándalo público y reformar la ley.
Para entonces, otra iniciativa de Igualdad, la ley Trans, azuzaba la batalla y ponía a Sánchez en una posición muy incómoda frente al feminismo clásico arraigado en el PSOE. Las elecciones en julio brindaron al presidente la oportunidad de depurar en su nuevo Gobierno, y de la mano de un Sumar liderado por Díaz, a los ministros de Podemos.
De aquel choque de trenes han derivado importantes consecuencias. Podemos abandonó la plataforma de Díaz y desde entonces se mueve como un electrón libre abanderando los valores de la izquierda radical enfrentándose al PSOE y, sobre todo, en pugna electoral con Sumar, acusando a ambos de practicar políticas cobardes y de derechas.
Esta rivalidad enconada a la izquierda del socialismo ha sido el catalizador del último encontronazo entre los dos socios de Gobierno por el gasto en Defensa y los contratos con Israel. La presión de Podemos e Izquierda Unida, el miembro más numeroso de Sumar, ha forzado a la vicepresidenta Yolanda Díaz a elevar el tono frente a Sánchez hasta el punto de que este se ha visto obligado a rescindir el contrato con Israel aún a costa de desautorizar sin paliativos al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska.
Nunca hubo riesgo real de ruptura del Ejecutivo porque, a Sánchez, la salida de la ministra de IU, Sira Rego, como se llegó a sugerir, no le habría supuesto en sí un problema definitivo. Tampoco la del resto de ministros de Sumar. La facultad de convocar elecciones y zanjar la legislatura es sólo del presidente que podría haber optado, con nuevos nombres del PSOE, por seguir en La Moncloa. Su problema habría anidado en el Congreso donde su ya patente debilidad se habría exacerbado hasta el punto de imposibilitar cualquier iniciativa del Consejo de Ministros.
La vivienda ha sido otro de los motivos de conflicto. Para Sumar son necesarias medidas mucho más drásticas que las que proponen lo socialistas y entre debate y debate el problema crece sin soluciones eficaces. Hace un año, Sánchez tuvo que retirar, justo antes de su votación en el Congreso, el proyecto de Ley del Suelo. Mantenerlo habría supuesto una monumental derrota porque hasta su socio había anunciado su voto en contra. El patinazo se habría producido sólo dos días después de que los socialistas registraran un varapalo estrepitoso cuando la Cámara, incluyendo el voto de Sumar, tumbó su iniciativa para abolir la prostitución.
La frase de que la coalición «goza de buena salud» ya no significa nada; los hechos lo desmienten. Y la de que hay «legislatura para rato», tampoco; la mayoría que respaldó la investidura se ha desmoronado y el Parlamento se ha convertido en terreno hostil para un Gobierno encastillado que sobrevive a rastras de concesiones y a golpe de decretos.