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Marco Polo en la corte de Xi

Publicado: abril 13, 2025, 6:07 am

Uno de los episodios que Gregorio Morán reveló en su descomunal historia del PCE es el viaje que Santiago Carrillo y otros dirigentes del partido hicieron a China en 1971. Andaba el camarada secretario general reorientando el PCE hacia posiciones menos dependientes de la URSS y se le ocurrió que visitar al enemigo acérrimo de Moscú era buena idea. Cuenta Morán que el objetivo del viaje era el viaje en sí, y que ni Carrillo ni sus acompañantes se enteraron realmente de lo que estaba pasando en China en plena Revolución Cultural. «El pueblo se alimenta muy bien», fue lo máximo que atinó a decir Carrillo a su regreso a Europa.

Pedro Sánchez ha hecho esta semana su propio viaje simbólico a China. No es que nuestro presidente quiera emular a Carrillo, pero como entonces, ahora la noticia era el viaje en sí y no su contenido, y el objetivo declarado pasaba por ser menos dependiente de Estados Unidos tras la detonación arancelaria de Trump.

La comparecencia de Sánchez del viernes dejó una extraña sensación de qué estamos haciendo aquí. Como si de un Marco Polo 2.0 se tratase, el Gobierno profetiza que el viaje traerá un maná chino en forma de inversiones empresariales inesperadas en nuestro país y no seré yo quien lo ponga en duda. Pero de momento lo que se ha visto es un tour asiático de chocante inoportunidad y sorprendentes mensajes. Puede el camarada secretario general del PSOE enfundarse en el traje de campeón del «libre comercio» y el «entendimiento entre países», claro que sí, no estamos aquí precisamente a favor del proteccionismo y los aranceles. Pero hacerlo en Vietnam y China tiene su cosa.

La influencia de EEUU no es perfecta, pero vino acompañada de democracia, hamburguesas y ‘rock and roll’, y ahí fuimos felices

El historiador Frank Dikötter, autor de una trilogía de referencia sobre la China comunista, explicaba en las páginas de La Lectura el viernes la incomprensión occidental hacia Pekín. Donde nosotros vemos fervorosos trabajadores que se han puesto al día y consumen capitalismo a paladas, Dikötter nos habla de una sociedad en la que «el silencio y el cinismo son lo que predomina». Y donde Sánchez ve en Xi Jinping un «socio imprescindible», Dikötter nos recuerda que los líderes chinos consideran que «la democracia es una farsa».

Si el escepticismo hacia el sistema liberal avanza ya en Occidente a lomos de la polarización, las crisis económicas y el descrédito institucional, echarse en los brazos de China puede tener consecuencias letales. Pekín exporta capitalismo autoritario y su principal aliado es Putin. Conviene recordarlo. La influencia de EEUU no es perfecta, qué duda cabe, pero vino acompañada de democracia, hamburguesas y rock and roll, y ahí fuimos felices.

Ha insistido Sánchez en vestir su viaje de una normalidad de la que carecía. Va de suyo recordar que España tiene una relación de varias décadas con China. Ahí están para recordarlo los osos panda del zoo que Deng Xiaoping regaló a Juan Carlos y Sofía (hay un vídeo en YouTube con una crónica de su llegada que es un documento fascinante). Pero plantear la relación con Pekín como alternativa a Washington son palabras mayores.

El ministro Albares llegó a hablar en el viaje de «dejar huella profunda en Asia». Es indiscutible que al sanchismo le va la marcha. Habría que poner cuidado, no obstante, en que no sea Xi el que deje la suya sobre nuestras cabezas. Y recordar de paso que lo del PCE de Carrillo salió mal y que el Marco Polo original terminó estando más de una década al servicio de Kublai Kan.

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