Publicado: julio 12, 2025, 4:07 am
Entre los Consejos de Ministros del 1 y el 8 de julio, José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores, ha formalizado el nombramiento de 11 nuevos embajadores. Se trata de jefes de misión diplomática que, previsiblemente, asumirán sus cargos tras el verano. Sin embargo, varios de estos nombramientos han reavivado el malestar dentro del cuerpo diplomático, donde no pocos profesionales de carrera acusan al ministro de actuar con un alto grado de arbitrariedad.
Una vez más, vuelven a denunciar que Albares «confunde la discrecionalidad con la arbitrariedad», y algunos van incluso más allá: «Se comporta como cuando Calígula nombró cónsul a su caballo Incitato», declaran de forma anónima por temor a represalias.
En ausencia de una ley de carrera diplomática -una antigua reivindicación del gremio-, ha existido durante décadas un consenso no escrito: para ser embajador, era necesario contar con experiencia directiva, haber liderado equipos y ostentar, al menos, un cargo de subdirector general. Este criterio, que garantizaba cierta meritocracia, habría sido ignorado por el actual titular de Exteriores, quien, según sus críticos, prioriza la lealtad personal o la cercanía política a la preparación técnica.
El 1 de julio se aprobaron nombramientos para embajadas en Camerún, Corea, Estonia, Gabón, Lituania, Luxemburgo, Tanzania y Zimbabue, así como un nuevo embajador en Misión Especial para los Derechos de las Personas LGTBI+. Pero fueron tres de estos cambios los que causaron mayor revuelo interno, tanto por sus implicaciones profesionales como por su posible carga política. Las fuentes consultadas coinciden en que estos movimientos «confirman la arbitrariedad de los criterios del ministro» y sostienen que esta dinámica erosiona la imagen de España en el exterior, al proyectar una política sujeta a vaivenes personales.
Uno de los casos más comentados es el de Corea del Sur. Allí, Julio Herráiz ha sido designado embajador, relevando a Guillermo Kirkpatrick de la Vega, quien fue cesado tras recibir oficialmente a Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, en la embajada en Seúl. Aunque Herráiz cumple con los requisitos técnicos, el relevo se interpreta como un castigo político, una represalia que ha encendido todas las alarmas dentro del cuerpo diplomático.
Otro caso que ha generado tensión es el de María Nieves Blanco Díaz, perteneciente a lo que algunos llaman irónicamente el «club de los Ceauescu», una referencia al supuesto nepotismo que impera en ciertos círculos del ministerio. Blanco está casada con Marcos Alonso, actual representante permanente de España ante la UE en Bruselas, ambos considerados personas de máxima confianza para Albares. Para facilitar la reubicación de la diplomática en Luxemburgo, se produjo una cadena de ceses y nombramientos: Blanco fue retirada de Lituania, cargo que ahora ocupará José Fernando Fernández-Aguayo; mientras que en Luxemburgo se cesó a Alberto Antón, cuya plaza fue asignada a José María Rodríguez Coso. Antón, visiblemente molesto, dirigió una carta abierta al ministro denunciando su destitución y criticando el proceso.
Los recientes cambios han agitado las aguas en el Ministerio de Asuntos Exteriores, profundizando la fractura entre el titular de la cartera y una parte sustancial del cuerpo diplomático. Las críticas apuntan no solo a decisiones puntuales, sino a una política sistemática de personal basada más en la afinidad que en la competencia, lo que, según voces internas, compromete el prestigio, la independencia y la eficacia del servicio exterior español. Los diplomáticos castigados con «hacer pasilllo» en Madrid asumen que a lo largo de este mes habrá más nombramientos de los que quedan pendientes, y también, que «el mérito está por detrás de la afinidad» cuando se trata del ministro.