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Los Reyes en el Lago de Sanabria, al fin: lugar de tragedia en el franquismo y espejo del olvido desde hace un siglo

Publicado: agosto 27, 2025, 1:07 am

Todos los lagos del mundo encierran una leyenda. El Lago de Sanabria, que los Reyes visitan para conocer los desastres del fuego, también la tiene. Es leyenda literaria, leyenda trágica, leyenda de olvido, leyenda de miseria, leyenda de destino de una tierra dura acostumbrada al sufrimiento y eternamente pobre.

La leyenda literaria del Lago de Sanabria debe gratitud eterna a Miguel de Unamuno. El escritor del sentimiento trágico de la vida escribió en los parajes que pisarán los reyes Felipe y Letizia su inmensa novela San Manuel Bueno, Mártir. Fue en 1930, cuando Unamuno se enamoró de lo que hoy es Parque Natural. La laguna que extasiaba al atormentado párroco Don Manuel se inspiró en el Lago de Sanabria y el pueblo de Valverde de Lucerna puede ser San Martín de Castañeda, salvado de las llamas del incendio de Porto, tan presente. «Campanario sumergido de Valverde de Lucerna, toque de agonía eterna bajo el caudal del olvido», escribe Unamuno y llama al lago «espejo de soledades».

La leyenda novelesca de la laguna de Valverde de Lucerna habla de un pueblo sumergido en el fondo de las aguas donde la noche de San Juan se escuchan las campanas de la iglesia. «Y yo oía las campanas de la villa que se dice aquí que está sumergida en el lecho del lago -campanadas que se dice también se oyen en la Noche de San Juan- y eran las de la villa sumergida en el lago espiritual de nuestro pueblo; oía la voz de nuestros muertos que en nosotros resucitaban en la comunión de los santos» (San Manuel Bueno, Martir).

La rotura de la presa de Vega de Tera que se situaba por encima del lago de Sanabria y que se llevó 100 metros de dique.

La rotura de la presa de Vega de Tera que se situaba por encima del lago de Sanabria y que se llevó 100 metros de dique.EFE

La leyenda literaria se hizo trágica realidad la madrugada del día 9 de enero de 1959. La presa de Vega de Tera reventó y los 8,5 millones de metros cúbicos de agua que la colmaban se precipitaron por el cañón del río Tera.

«Y allí donde dormían unas gentes de sentir hondo y vida desdichada, vecinos del fatal Ribadelago, cayó bramando la alevosa tromba. Las aguas arrastraron todo cuanto encontraron a su paso, mujeres en vela, niños ya dormidos, hombres que lucharon, animales de cuadra y de corral, colchones, mederos, carretas. El lago se pobló de seres muertos. El efecto letal de la riada es desolador. Mueren 144 personas. Se recuperan 28 cadáveres. 116 habitantes de Ribadelago se dan por desaparecidos, niños en su mayoría». Así es cómo lo relata el periodista de televisión Agustín Remesal en el libro Sanabria en la memoria, editado en 2009, en el 50 Aniversario de la tragedia. Los hidroaviones han cargado las aguas del lago, llenas de cenizas y tristeza este mes de agosto, para apagar las llamas de sus montañas.

Los responsables de la rotura de la presa -ingenieros- fueron juzgados, condenados a una pena irrisoria y finalmente indultados. Los vecinos fueron indemnizados y el jefe del Estado, Francisco Franco, ordenó edificar un pueblo blanco con iglesia, escuela, y casas encaladas. Ribadelago de Franco lo llamó. Ribadelago nuevo se llama ahora. Ribadelago viejo aún sigue en pie, con casas nuevas que conviven con los restos de la destrucción.

Traslado de los cadáveres de las primeras víctimas causadas por la rotura de la presa de Vega de Tera.

Traslado de los cadáveres de las primeras víctimas causadas por la rotura de la presa de Vega de Tera.EFE

Numerosos fotógrafos de Zamora, pero también venidos de otros mundos como el alemán Fritz Krüger, glosaron estas montañas cerradas y su antropología, y el propio Carlos Saura documentó la penosa miseria de Ribadelago, que era la de Sanabria misma. «Sanabria formaba parte hasta hace medio siglo del inventario de territorios olvidados y más pobres de aquella España rural de la dictadura y la autarquía franquistas. El sentimiento de lejanía y de aislamiento de los sanabreses sólo era amortiguado por sus constantes emigraciones».

El Lago de Sanabria es un lugar de recreo, con playas, chiringuitos, olor a crema solar, barcas de pedales y aparcamientos a rebosar de 15 de julio a 15 de agosto. El resto del año se pliega sobre sí mismo, y las aguas son témpanos. Este 2025, sin embargo, el lago no ha reflejado el sol de verano, ni las nubes, ni las hermosas montañas. El humo y la ceniza lo han envuelto en otra leyenda. También trágica. Ya en la pandemia el Lago se quedó muy solo. El espejo de soledades vuelve a ser su definición.

La visita de los reyes Felipe VI y Letizia es la primera de un jefe de Estado a Sanabria desde 1930. El 22 de octubre, Alfonso XIII estuvo unas horas en Puebla y Ribadelago. «La gente arrodillábase a su paso, pidiéronle la construcción de un puente». La Vanguardia, 23 de octubre de 1930. «La visita del Rey Alfonso XIII, escasamente reflejada en la prensa, fue un débil revulsivo para dar a conocer la situación de profunda miseria en la que vivían los habitantes de aquellas comarcas junto al Lago», señala Remesal en el libro conmemorativo de los 50 años.

Las fuerzas del ejército repartieron ropas y alimentos entre la población damnificada.

Las fuerzas del ejército repartieron ropas y alimentos entre la población damnificada.

Los Reyes, que no han aceptado invitaciones cursadas para aniversarios de la tragedia de Ribadelago, visitarán por fin la comarca y tendrán la oportunidad de colocar en su mapa de España una chincheta que marque la existencia de un rincón pródigo en leyendas trágicas y en olvido de las instituciones, que contempla con desolación cómo se destruye su riqueza forestal y se vuelve negro su paisaje. La España olvidada en la que, según escribió el periodista zamorano Juan Carlos Villacorta, existe un cementerio fluvial.

Las gentes de allí necesitan saber que le importan al resto de los españoles y que las instituciones se ocupan de ellos. No por ser escenario de misterios, leyendas, novelas, poemas, estudios antropológicos sobre sus costumbres, o inspiración para obras literarias y cinematográficas sobre la España vacía. Sino porque los que viven allí tienen derecho a existir y ser atendidos como españoles de primera.

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