Publicado: mayo 18, 2025, 2:07 am

Fouad Luncini tenía 13 años y vivía en Argel con su familia cuando un bendito accidente de coche descubrió en él una vulnerabilidad potencialmente mortal: era diabético y nadie lo sabía, pero en su Argelia natal «las medicinas son muy caras», cuenta él desde Mallorca nueve años después, en un castellano tímido, pero castellano.
Con 17 años, en 2019, Fouad sufrió en Argel su último ingreso en su país. Sus padres no podían pagarle la insulina: bastante tenían con sacar adelante a sus dos hermanos y cinco hermanas. Salió del hospital decidido: o la diabetes, o él. En la noche del 28 de octubre de 2019, a tres meses para cumplir 18 años, tomó la patera a Europa.
Tras dos días cruzando el Mediterráneo en una barcaza con 23 adultos «y una niña», la gasolina se acabó y comenzó la derrota. «Por suerte nos recogió la Guardia Civil». Fueron remolcados hasta su objetivo: Mallorca.
Todos llegaron con serias quemaduras y muchos con pie de patera: una especie de síndrome de la clase turista, pero sólo de los pies y de los migrantes de cayuco. Él llegó con algo más: una crisis diabética que le mantuvo «casi 15 días» hospitalizado.
Hoy, cinco años después, Fouad es cocinero en un hotel de Porto Cristo, cerca de Manacor. Con contrato. Muy integrado en el THB Felip, un cuatro estrellas mallorquín donde ya ha estado dos veces en prácticas y en el que el resto de la plantilla le trata «muy bien».
También es la prueba de que los menores migrantes no acompañados, menas en la jerga técnica, se adaptan mucho mejor al mercado laboral que los menores tutelados españoles, con los que conviven en centros de internamiento público. En concreto, un 64,6% de los menas sin familia alrededor trabaja, frente a un 29,6% de españoles ex tutelados, según un estudio que está realizando la Universidad Autónoma de Barcelona, circunscrito a Cataluña pero extrapolable al contexto nacional según la Red de Entidades para la Emancipación Juvenil (Fepa), ONG colaboradora en el trabajo.
El estudio sigue las vicisitudes, a lo largo de los años, de 204 jóvenes, de los cuales 104 son menas y 100 tutelados españoles. La primera oleada, en sus 18 años, desvela que el 84% de menas estudiados ha tenido alguna experiencia laboral antes de llegar a la mayoría de edad, frente a sólo un 42% de tutelados con familia en España.
Y eso cuando, en realidad, estos menores migrantes tienen, en esa primera fase del estudio, mucho menor nivel educativo que sus iguales patrios: sólo un 17,7% de ellos cuenta con título de ESO o equivalente, frente al 53,9% de los tutelados españoles, con familia en el territorio, que lo ostentan.
Y más aún. Los menas, ya en esa primera fase del estudio, tenían mucha mejor inserción laboral que los tutelados españoles aunque contaban con menor sustento social alrededor: un 46,3% de ellos no poseía red personal alrededor en España, y sólo un 22,3% tenía familiares en el país.
En esa primera oleada del estudio, sólo el 11% de los menas sin referentes trabajaba, mientras que en la segunda, tres años después, cuando contaban 21, la cifra ascendía ya al 64,6% referido. El progreso a nivel educativo también era importante: mientras que con 18 años sólo el 17,7% de los menas tenía la ESO o un nivel de estudios similar, tres años después la proporción ya es del 31,3%.
¿Por qué semejante cambio? «Creemos que por el cambio en la ley de extranjería del 2021, que les facilita permiso de trabajo y acceso a la formación», comentan en la Autónoma de Barcelona. «Hasta ahora esta gente era invisible», dice Jordi Salvia, director de Fepa, «pero nadie se va a otro país y sigue un camino tan peligroso para no intentar hacer vida».
Según datos de Funcas (Fundación Española de Cajas de Ahorros), los trabajadores extranjeros representan en España desde 2022 un 40% de los nuevos empleados en un contexto de envejecimiento muy duro, en el que el 84% del crecimiento de la población española se debe a la inmigración.
El 60,2% de las empresas manufactureras españolas señalaban en 2023, por ejemplo, que su mayor reto era la falta de mano de obra. Con datos especialmente sensibles en comunidades autónomas como Canarias, precisamente la que más menas alberga en datos de mayo de 2025, con 5.790 menores, y en la que los inmigrantes ocupan ya un 14% de los empleos según Funcas.
«En realidad, ayudarles no es sólo cuestión de humanidad, sino también de necesidad», finaliza Jordi Salvia.
Es el caso por ejemplo de Belaid Annahari, marroquí que llegó a la Costa del Sol en una patera en 2021, con 16 años, y que en 2025 ya trabaja en un Ikea de Barcelona. De malvivir en un parking de Crevillente (Alicante) y luego en Plaza Catalunya, adonde le condujo un matrimonio argelino que «me dijo que tendría más futuro en Barcelona», Annahari pasó, tras ser atendido por Cruz Roja, a seguir una ristra de cursos formativos: «He hecho de todo, de lengua, de pintura, de administrativo, de catalán, de informática…», cuenta a este diario.
Todo para integrarse. Incluso, ya trabajando, y gracias al bachillerato que había cursado en Marruecos, hizo la prueba para entrar en un grado superior de Economía, «que es lo que me gusta», pero no logró acceder, cree que por el tema idiomático.
De querer volverse a Marruecos cuando la patera llevaba una hora en el agua -«me puse a vomitar, me daba miedo»-, Annahari ha pasado a hacer media jornada en el Ikea, a 560 euros mensuales, pero «con contrato fijo» y perspectivas de futuro.