Publicado: agosto 23, 2025, 10:00 am
En agosto de 1997, Steve Jobs tomó una de las decisiones empresariales más extrañas de su carrera: gastarse 100 millones de dólares para destruir productos que funcionaban mejor que los suyos propios. Pero ¿por qué? Y, sobre todo, ¿qué fue lo que lo enfureció tanto?
Para entender esta historia, primero hay que saber algo que hoy sería impensable en Apple: hubo una época en que otras empresas podían fabricar ordenadores Mac. Sí, has leído bien. Durante tres años, entre 1994 y 1997, Apple licenció su sistema operativo a empresas como Power Computing y DayStar Digital. El resultado fueron los llamados Mac clones: ordenadores que no llevaban el logo de la manzana pero que ejecutaban un Mac OS exactamente igual que el de un Mac oficial.
Y ojo, porque esos Mac clones eran mejores que los Mac de verdad: más rápidos, más baratos y más personalizables. Era el sueño perfecto de cualquier usuario: la experiencia Mac sin el precio Apple. Pero, al volver Jobs a Apple, vio algo claro: esos clones no estaban salvando a Apple. La estaban matando lentamente.
Apple intentó jugar las mismas cartas que Microsoft
Para entender por qué Apple tomó una decisión tan drástica, hay que volver a 1994. Apple llevaba años perdiendo cuota de mercado frente a Microsoft e Intel. Se desangraba intentando competir con un ecosistema que había conquistado el mundo.
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La lógica era que, si Microsoft había triunfado licenciando Windows a cualquiera que quisiera fabricar PC, ¿por qué no hacer lo mismo con Mac OS? El CEO Michael Spindler pensó que había encontrado la fórmula mágica: Apple se centraría en desarrollar el software, otras empresas fabricarían el hardware y todos ganarían.
En junio de 1995, la primera máquina salió de las líneas de producción en Austin, Texas. Era un Power Computing PowerBase, y técnicamente era un Mac. Ejecutaba System 7, podía usar todas las aplicaciones Mac, tenía la misma interfaz que conocías… pero no lo había fabricado Apple. Para sorpresa de muchos, funcionaba mejor que los Mac oficiales.
Los Mac que dejaban en ridículo a Apple
Power Computing no se conformó con hacer copias baratas. Hizo algo que Apple llevaba años sin conseguir: innovar en la experiencia de compra. Mientras que comprarte un Mac significaba elegir entre unas pocas configuraciones predefinidas en una tienda, Power Computing montó uno de los primeros sistemas de configuración online de la historia.
¿Querías más RAM? Tres clics y listo. ¿Un disco duro más grande? Lo tenías al día siguiente. Sonará normal hoy, pero en 1995 era revolucionario. Dell tardaría años en perfeccionar ese modelo, y Apple no lo adoptaría hasta después de la vuelta de Jobs.
System 7 en un Power Computing
Pero los de Power Computing no eran los únicos. DayStar Digital, desde Georgia, construía los primeros Mac multiprocesador de la historia. Mientras Apple vendía máquinas con un solo chip PowerPC, DayStar metía dos, cuatro, incluso ocho procesadores en sus Genesis MP.
El momento en que Jobs dijo «se acabó»
El 5 de agosto de 1997, en el Macworld de Boston, todo explotó. Apple acababa de lanzar Mac OS 8, pero había un problema: los acuerdos de licencia solo cubrían las versiones 7.x del sistema operativo. Un truco legal digno de Jobs.
Power Computing subió al escenario para presentar sus nuevos clones con chips PowerPC 750. Eran impresionantes, más potentes que cualquier Mac de Apple. Pero Joel Kocher, CEO de Power Computing, advirtió a la audiencia que no aplaudiera: «No tengo confianza en que vayáis a ver esto jamás». Tenía razón. Jobs ya había tomado su decisión.
El ejecutivo de Power Computing repartió panfletos entre el público que decían «Exigimos elección». Era una declaración de guerra, y Jobs no era precisamente conocido por huir de las peleas.
100 millones para acabar con la competencia
Dos semanas después del Macworld, Joel Kocher dimitía. Su junta directiva se había negado a demandar a Apple por incumplimiento de contrato. El 31 de agosto, Apple compró todo el negocio de clones de Power Computing por 100 millones de dólares: 10 millones en efectivo y el resto en acciones.
En la comunicación interna que Jobs envió a los empleados, la justificación era bien clara: «Los licenciatarios no cubren ni una fracción de los gastos de ingeniería y marketing de la plataforma Mac OS». Apple ganaba 50 dólares por cada clon vendido, pero perdía mucho más cuando alguien compraba un Power Computing en lugar de un Mac.
Durante los dos años de existencia de los clones, las ventas totales de Mac OS habían caído un 20 %. Los clones no estaban expandiendo el mercado: lo estaban canibalizando. Y lo peor: se llevaban a los clientes más rentables, los profesionales que pagaban más por configuraciones potentes.
La estrategia de Jobs para recuperar el control y relanzar la compañía
Joel Kocher había predicho que cerrar la plataforma sería «destrucción total. El beso de la muerte». No se equivocó del todo: fue la muerte de los Mac clones. Pero también fue el nacimiento de la nueva Apple.
Jobs no solo eliminó la competencia interna: se quedó con lo mejor. El equipo de ingenieros de Power Computing, su experiencia en venta directa, su sistema de configuración online… Meses después, Apple lanzaba el Apple Store online con exactamente el mismo modelo que había inventado Power Computing.
También se aseguró de que Mac OS 8 solo funcionase en ordenadores Apple, cerrando definitivamente la puerta a futuros clones. Los fabricantes de clones se encontraron con máquinas que no podían actualizar y sin perspectivas de futuro.
Cuando el iMac se lanzó un año después, Apple ya no tenía que competir consigo misma. Toda la atención, todo el marketing y toda la innovación se centraban en una sola línea de productos. Y el resto, como dicen, es historia. Hoy, cuando Apple controla cada tornillo de sus dispositivos, desde el chip hasta el software, es fácil olvidar que hubo una época en que cualquiera podía hacer un Mac. Jobs se aseguró de que esa época no durara mucho.
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La noticia
Los ‘Mac clones’ eran más baratos y mejores que los de Apple. Entonces llegó Steve Jobs y se gastó una fortuna para acabar con ellos
fue publicada originalmente en
Applesfera
por
Guille Lomener
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