Publicado: junio 7, 2025, 4:07 am
Cuando Isabel Díaz Ayuso se levantó y abandonó la sala porque Imanol Pradales, el lehendakari, comenzó a hablar en euskera, algún presidente autonómico confiesa que pensó que iba al baño. «Pero al ver que tardaba…», entonces cayó en que era una suerte de plante. «Todos hemos perdido el tiempo y ha sido un fracaso si al final lo que queda de aquí es la conferencia de los pinganillos», confiesa un barón del PP. Del Palacio de Pedralbes se salió sin acuerdos, consenso, recomendación alguna… Y eso siembra un agujero negro en la trascendencia de estas citas. «¿Para que ha servido esto? ¿De qué vale? No vale para nada», es la reflexión que en conversaciones privadas trasladaban en la tarde de ayer líderes territoriales de todos los colores políticos. Ni siquiera la presencia del Rey, con quien desayunaron los líderes, favorece una tregua en medio del choque.
«Lo ocurrido hoy y en Santander nos obliga a todos a pensar si esto es la mejor metodología», reflexionó en voz alta Pradales, que incluso sembró la duda de si merece la pena acudir a la siguiente. «¿En que se convierte la Conferencia de Presidentes? ¿En una réplica del Congreso?». Desde una comunidad socialista proporcionan este análisis: «La política en España se ha instalado en un frentismo que hace imposible los acuerdos, también en este foro». Un presidente socialista lamenta que esta cita institucional se haya convertido «en un pim pam pum» a semejanza del Congreso y el Senado. «Hay materias en las que se podía haber llegado a un acuerdo. Pero para eso hay que llamar y trabajarlo. Y el Gobierno no lo ha hecho», se queja un destacado presidente del PP.
El reglamento de la Conferencia de Presidentes la define como «un órgano de diálogo permanente entre los representantes de las distintas Administraciones públicas» y apela en reiteradas ocasiones al «consenso». Pedro Sánchez, en su intervención inicial de 15 minutos, pidió al PP «honestidad y espíritu constructivo. Este foro tiene una naturaleza conciliadora (…) O dejamos la crispación en el perchero, o este encuentro servirá para muy poco. Lo cual sería una pena». La respuesta fue una estrategia prácticamente en bloque de los populares exigiéndole adelantar elecciones, que Sánchez desechó verbalizando ante ellos que agotará la legislatura. «Acabará convocando a palos porque será su propio partido el que le obligue», fue el envite del andaluz Juanma Moreno, cuya expresión molestó y sorprendió en La Moncloa, por considerarla impropia de él.
El Gobierno soñó con aislar esta reunión en una burbuja frente a la crispación que domina la escena política. Apenas tardó unos minutos en pincharse: lo que tardó en aparecer una persona de protocolo para separar a la ministra Mónica García y a Isabel Díaz Ayuso, que protagonizaron un tenso encontronazo ya en los saludos. «¿Quieres dar un beso a una asesina?», le espetó la madrileña a la titular de Sanidad. «El ambiente político es irrespirable», se quejó Emiliano García-Page.
En el final de la reunión, Sánchez tomó la palabra para zanjar que no había consenso para acuerdos, según varios de los asistentes. Entonces el presidente gallego, Alfonso Rueda, le preguntó si el Gobierno no aceptaba ninguna de las propuestas formuladas por las comunidades del PP. «En efecto», «así es», fue la contestación del Ejecutivo. Se quejan en La Moncloa de que todas las iniciativas del PP eran una «trampa» porque estaban acompañadas de escritos «disparatados para forzar que no hubiera ningún acuerdo». Por ejemplo, se quejan de que les pidieran cosas como la «retirada de los proyectos de ley de reforma del Poder Judicial», cuando el órgano pertinente para pedirlo es el Congreso. En el ánimo del Ejecutivo no está cambiar el procedimiento en este órgano.
La mayoría de los líderes autonómicos coincidieron en destacar que esta ha sido una de las Conferencias de Presidentes «más tensa», sino la que más, que recuerdan. «El ambiente ha sido peor que el de diciembre», cuando se celebró la cita anterior en Santander. «He percibido más tensión y bronca que en Cantabria».
Frente a este «ruido», la sensación con la que se iban los miembros del Gobierno era de buen sabor de boca. «Nosotros hemos hecho una propuesta en materia de vivienda. Creemos que salimos reforzados», decían desde el equipo de Sánchez.
En La Moncloa cifran el éxito en haber podido hacer una foto con Felipe VI, el presidente del Gobierno y todos los líderes autonómicos. No sólo por la institucionalidad, sino por el trasfondo del choque político entre los dos grandes partidos: «La manifestación del domingo queda desdibujada porque no te sientas a comer con la mafia el viernes y te manifiestas contra ella el domingo. Han echado un cubo de agua a la crispación».