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Los dos 'oasis' de vida que se salvaron en Ayoó, devorado por el fuego de Molezuelas

Publicado: agosto 18, 2025, 10:07 pm

Actualizado Martes,
19
agosto
2025

00:00

Desde lo alto de Ayoó de Vidriales (Zamora) se aprecia una estructura salvada de la carrera desbocada del fuego que el pasado domingo, en el primer episodio del incendio de Molezuelas de la Carballeda, que rodeó el pueblo y confinó a sus habitantes. Una explotación agroganadera intacta y rodeada de ese campo amarillo tan castellano -que podría haber actuado como fósforo en una gasolinera- y ahora convertido en una frontera respetada por las llamas. Dentro de las varias naves que tiene el propietario, Ismael, «unos 800 cerdos» -como aseguran varios vecinos- bajo un techo que cualquiera hubiese dado por perdido.

El 10 de agosto el panorama parecía no tener hueco para milagros. La temperatura era de más de 30 grados y el viento soplaba a 48 kilómetros por hora por lo que el fuego se desplazaba a la velocidad de un polvorín. Desde Cubo de Benavente hasta Ayoó de Vidriales -separados por nueve kilómetros- tardó menos de 12 minutos en llegar. «Veíamos las columnas de humo y nos decían que se estaba quemando Cubo y, cuando nos quisimos dar cuenta, teníamos el fuego encima», dice Purificación, dueña del Hotel Rural El Molino, ese otro oasis donde el tiempo parece haberse detenido antes de ese fatídico fin de semana. Tal era el asedio del humo que el propio alcalde aseguraba, en aquel entonces, que «o nos defienden o nos asfixiamos aquí». Y es que el fuego llamó a las puertas del pueblo dos veces, la segunda, este lunes, de una manera crítica.

Purificación, dueña del Hotel Rural El Molino.

Purificación, dueña del Hotel Rural El Molino.AP

Ambas infraestructuras son las únicas excepciones a la inclemencia de este fuego que, aún activo en nivel 1, ha arrasado 39.714 hectáreas. A las dos las separa un camino de tierra y unos terrenos ya completamente inertes.

El Molino lleva abierto 20 años y en medio de la desgracia se erige como una isla fértil, con un jardín verde, sus huertos, su edificio -con 10 habitaciones- intacto y sus dos depósitos (de diesel y gas) sin daños aparentes que comprometan la seguridad. Aún puede seguir siendo el centro de reunión para este pueblo de escasos 270 habitantes. Pero para Purificación -quien se jubilará en octubre y cederá el testigo a sus dos hijos- esta supervivencia al horror no basta. «Vivíamos de los cazadores (sobre todo, de los gallegos) que venían en temporada de caza mayor. Justo hoy llegan unos que vienen a ver cómo ha quedado esto», dice con la voz rota mientras las palabras se le atragantan en un llanto intermitente que apenas le permite mantener la compostura. «Que esto siga en pie es gracias a mi marido y mi hijo», explica al ver aparecer a su vástago. Su hijo Luis se encarga de rebajar el tono heroico. A sus espaldas lleva la experiencia de cuatro campañas como brigada forestal en la HT-ELIF de Villaralbo (Zamora), en 1997, 2002, 2003 y 2004. «El fuego bajaba por esa ladera, proveniente del embalse, pero yo veía claro que podía hacerle frente», cuenta con serenidad a EL MUNDO.

A la derecha del edificio, están los dos depósitos que alimentan a este hotel rural. Altamente inflamables debido a las grandes cantidades de diesel y gas que albergan. Todo podía haber prendido en segundos. «Le pedí a mi familia que se fueran porque estaban aquí mis sobrinos, pero estaba seguro de que con estas dos mangueras y otra que tengo para regar era suficiente para frenar el avance del fuego», explica de una manera fría y calculada. «Además, había unos chicos en el camino que viene para aquí intentando apagar las llamas, les dije si me podían ayudar y accedieron».

En esta última semana, el debate ya no gira solo en torno a las responsabilidades políticas por las más de 200.000 hectáreas calcinadas, casi la mitad de todas las que han ardido en los ocho meses anteriores del año. La vertiente política comparte espacio con la metodología y capacidad de ataque de los diferentes medios de extinción, como Unidad Militar de Emergencias (UME) o las Brigadas de Refuerzo en Incendios Forestales (BRIF), entre otras. Y es inevitable que Luis no haga su apreciación: «Las cosas han cambiado en estos veinte años», explica, «antes en estos 50 metros, por ejemplo, estaríamos tres vigilando y, en invierno, nos dedicábamos a hacer cortafuegos para prevenir».

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