Publicado: julio 3, 2025, 2:07 pm

«Señor Sánchez, presidente Feijóo». Las palabras importan. En la polÃtica y en la vida. Todos los dirigentes y cargos públicos del PP llaman presidente a Feijóo y señor Sánchez al presidente del Gobierno. Y es por algo. Nunca el lÃder de la oposición ni ninguno de los diputados y senadores llaman presidente a Sánchez. Ni siquiera por equivocación.
Realmente, Feijóo lleva siendo «el presidente» y no Alberto más de 16 años. Gracias al respaldo de la mayorÃa absoluta de los gallegos, el actual lÃder del PP fue labrándose a sà mismo desde la Xunta de Galicia como una figura polÃtica distinta del resto de los presidentes autonómicos. Era el barón de referencia moral frente a la dirección nacional del PP. En tiempos de Rajoy como en el breve tiempo de Casado. Feijóo representaba al PP periférico frente a las ansias expansivas de Madrid, un fervoroso defensor del Estado de las AutonomÃas. De paso, fue construyendo su propio perfil de lÃder nacional. Sereno, templado, paciente, centrista, con una retórica contenida y sin concesiones al discurso populista, ni a las palabras gruesas. Feijóo se presentaba ante los españoles como un hombre de Estado, con un respeto sagrado hacia las instituciones y la gestión de lo público.
Cuando el entonces lÃder de su partido, Pablo Casado, llamó «felón» a Pedro Sánchez, no disimuló su desagrado por el insulto. Por eso cuando el PP fue a buscarle a Santiago -a punta de pistola, dicen los suyos- para que se hiciera cargo de un partido en la UCI, él hizo toda una declaración de intenciones: «No he venido a insultar a Pedro Sánchez, he venido a ganar a Pedro Sánchez».
Una eternidad de tres años ha transcurrido desde que el Feijóo presidente de la Xunta se convirtió en presidente del PP. Tres años son muchos, tantos que el Feijóo de ahora se parece muy poco al de entonces. El Madrid expansivo y ardiente, la derrota victoriosa de las generales de julio de 2023 que le dejó al borde de La Moncloa y el combate contra Pedro Sánchez, un presidente perfectamente entrenado para la lucha en todas sus dimensiones que le deja perplejo a diario, han cambiado a Feijóo. Su apuesta por un tono de oposición hiperbólico y faltón no es lo que se esperaba de un polÃtico que cultivó con mimo su perfil de hombre de Estado y su condición de esperanza blanca del bipartidismo. El lÃder que encabezó una manifestación contra el «señor Sánchez» con el lema «Mafia o democracia» ya no es reconocible en aquel presidente de la Xunta moderado y centrista, criticado por los halcones de la derecha por hablar en gallego.
Feijóo sufrió un quebranto en las primeras generales a las que concurrió como lÃder del PP y casi que a punto estuvo de tirar la toalla. Pensó que los ciudadanos españoles se comportarÃan como los gallegos y confiarÃan en él tanto como para darle la mayorÃa de Gobierno. No fue asà y Feijóo tuvo que reinterpretarse a sà mismo. Pensaba como presidente del Gobierno y tuvo que reinventarse como lÃder de la oposición. No le fue fácil. Aún ahora, sigue sin ser fácil.
Feijóo pudo seguir gracias al apoyo unánime y al respeto de su partido, pero sobre todo gracias a un equipo de fieles que, sin exagerar, dan la vida por él. El clan gallego ya es un mito con sólo tres años de edad. Son pocos, están unidos, le proporcionan una zona de confort, le ayudan a tomar las decisiones y, a modo de formación tortuga, se defienden con un caparazón del «ambiente hostil» madrileño. Cualquier fuente del partido que se consulte, confirma que Feijóo y su clan gallego mandan en el PP sin disimulos «ni tutelas ni tutÃas». La tendencia al liderazgo vertical es mundial y también española, asà en el PSOE como en el PP. Un hombre decide, los demás obedecen.
El «presidente Feijóo» ha llegado a la vÃspera de su primer congreso del partido en la mejor posición de las posibles. El PP le respalda, le respeta y le reconoce como jefe. Yel adversario a batir en las urnas está peor que nunca. Son muchas las veces que Feijóo y su equipo ha leÃdo en algún medio que el lÃder del PP quizá no podrÃa llegar a la meta de Moncloa porque le faltan el empuje populista y la arrolladora imagen de Isabel DÃaz Ayuso. Esto en Madrid se oye mucho. El drama del PSOE ha acallado esos comentarios hasta hacerlos desaparecer.
En estas circunstancias, Feijóo se dispone a completar el control absoluto de la dirección nacional del PP. Formalmente y como Dios manda, en un congreso. El cÃrculo interior gallego se completará con la secretarÃa general para el fiel Miguel Tellado, que se ha dado a conocer desde la portavocÃa parlamentaria como un auténtico tipo duro de pelÃcula en fiero combate conta el mal «sanchista».
En lo que respecta al resto de los nombramientos, a diferencia de lo que fue la calma gallega desaparecida, Feijóo es coherente con su propia transformación. Cuánto más o mejor se insulte al «señor Sánchez», más se prospera en la jerarquÃa del PP. El perfil de la moderación casi ha desaparecido de lo que el PP emite en pantallas y redes sociales.
Los presidentes autonómicos del PP, con la excepción de Isabel DÃaz Ayuso, cultivan otro perfil más centrista, parecido al Feijóo anterior al año 23. Procuran no meterse en los asuntos de la dirección nacional y Feijóo les deja su espacio. Asà lo exigÃa él desde la Xunta de Galicia.
Esa libertad de movimientos de la que disponen los barones del PP le ha costado a Feijóo el mayor roto de su mandato, una herida aún abierta que se llama Carlos Mazón. El presidente valenciano ha desafiado la autoridad de Feijóo negándose a renunciar por la gestión desastrosa de la Dana y la dirección del Partido Popular no ha podido con él.
Los dirigentes del PP confÃan en el «presidente Feijóo». «Ha estado muy presionado desde que llegó a Madrid, que no es una plaza fácil, pero como presidente del Gobierno será como lo era en Galicia, moderado, integrador, centrista y un buen gestor».