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La pérdida de motivación en el cáncer no es solo emocional: es biológica

Publicado: abril 10, 2025, 6:00 pm

Durante décadas, la fatiga extrema y la pérdida de motivación que muchas personas con cáncer avanzado experimentan se ha considerado una consecuencia inevitable del deterioro físico asociado a la enfermedad. Sin embargo, una investigación publicada en la revista ‘Science’ por científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis (WashU Medicine) y el Laboratorio Cold Spring Harbor (CSHL) ofrece una nueva explicación con base biológica: estos síntomas pueden estar directamente causados por una vía cerebral que detecta señales inflamatorias y actúa sobre los circuitos de motivación. El estudio, realizado en un modelo de ratón de caquexia, un síndrome frecuente en el cáncer avanzado caracterizado por pérdida de peso, desgaste muscular y síntomas conductuales como apatía,, revela que un grupo de neuronas especializadas en el tronco del encéfalo responde a señales inflamatorias en la sangre, especialmente a la molécula interleucina -6 (IL-6), muy elevada en pacientes con caquexia. Dichas neuronas activan un circuito que reduce la liberación de dopamina en el núcleo accumbens, una región clave del cerebro asociada con la motivación y la recompensa. Esta caída de dopamina estaría detrás de la desmotivación y apatía que muchos pacientes refieren. «Hemos identificado un mecanismo cerebral directo a través del cual la inflamación inducida por el cáncer reduce la motivación», explica Adam Kepecs , autor principal del estudio y profesor de neurociencia y psiquiatría en WashU Medicine. «Lo importante es que pudimos restaurar la motivación en ratones con caquexia sin afectar el avance del cáncer ni la pérdida de peso, lo que demuestra que estos síntomas pueden tratarse por separado». En efecto, el equipo científico empleó dos estrategias experimentales para intentar revertir esta pérdida de motivación en los ratones: por un lado, aumentaron los niveles de dopamina en las áreas cerebrales implicadas; por otro, bloquearon específicamente las neuronas del tronco encefálico sensibles a IL-6. Ambas intervenciones lograron restaurar el comportamiento motivado en los animales, incluso en fases avanzadas de la enfermedad. Otra aproximación consistió en administrar a los ratones un anticuerpo contra IL-6, similar a fármacos ya utilizados en enfermedades inflamatorias humanas como la artritis reumatoide. Esta intervención también fue capaz de revertir la apatía, lo que abre la puerta a futuros ensayos clínicos para evaluar la eficacia de este tipo de tratamientos en pacientes oncológicos. «Muchos pacientes con cáncer avanzado dicen no tener ganas de comer, de hablar o de participar en actividades que antes disfrutaban. Algunos explican que sus familiares les preparan su comida favorita y no sienten el menor deseo de comerla», comenta Tobias Janowitz , coautor del estudio y profesor asociado en Cold Spring Harbor Laboratory. « Estos cambios, que se han atribuido muchas veces al estado emocional, pueden tener una explicación neurobiológica directa ». La caquexia afecta a más del 70% de las personas con cáncer avanzado y no solo deteriora el estado físico, sino que limita la capacidad para soportar tratamientos como la quimioterapia o la inmunoterapia. Este descubrimiento plantea la posibilidad de mejorar el bienestar y la calidad de vida de los pacientes sin necesidad de detener el avance del cáncer, algo especialmente relevante en contextos donde la enfermedad ya no es tratable de forma curativa. «En enfermedades agudas, como las infecciones, este mecanismo puede ser adaptativo: al reducir la motivación, el cuerpo ahorra energía para combatir el proceso infeccioso -añade Kepecs-. Pero en el contexto de enfermedades crónicas como el cáncer avanzado, esta desmotivación sostenida puede empeorar el estado general del paciente ». Según los investigadores, esta misma vía cerebral podría estar involucrada en otras enfermedades inflamatorias crónicas, lo que abriría nuevas líneas de investigación para abordar la apatía más allá del contexto oncológico. El trabajo refleja el valor de la colaboración interdisciplinar entre neurociencia, inmunología y oncología. Aunque se trata de un estudio preclínico en modelos animales, sus hallazgos allanan el camino para investigar terapias dirigidas al sistema nervioso central que puedan aliviar los síntomas conductuales más debilitantes del cáncer avanzado. «Nuestro objetivo final es mejorar la calidad de vida del paciente -concluye Janowitz-. Si conseguimos que se sientan mejor, también podrán beneficiarse más de los tratamientos que ya tenemos ».

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