Publicado: junio 1, 2025, 6:07 pm

La tenebrosa aparición de la servicial y lengüilarga Leire Díez en la trama que rodea al entorno de Sánchez ha mostrado en carne viva un hecho incontestable: el perverso sistema de incentivos promocionales que impuso Sánchez en pos de dos objetivos complementarios. Proteger su corporación y entorno y desmontar los órganos intermedios del PSOE. Ella representa el prototipo de pancistas sin escrúpulos que rodearon a Sánchez desde el principio para saltar escalafones. Es «sanchismo puro», reconoce una diputada; «cien por cien», cuentan en su pueblo, según la crónica de Fernández-Miranda en El Confidencial: una grabadora compulsiva, perita en «husmear en la basura».
Un íntimo de Sánchez la colocó en Correos. Sánchez sabe muy bien a quién promocionó. En los bajos fondos, nada es gratis; todo, favor por favor. Díez resultaba útil porque es una dogmática con ínfulas. «O limpiamos todo esta legislatura o pedimos asilo en Taiwan», mensajeó la fontanera.
En producciones La Moncloa, las narrativas duran cada vez menos: en su escapada, Sánchez consume una cada 24 horas. Primero, ficciones La Moncloa difundió que Díez era periodista de investigación; después, que iba por libre; ahora, que la UCO conspira contra Sánchez y, en paralelo, se ultima el sacrificio del abombado peón. Estamos en la fase de prementira [recurso del embustero que consiste en construir las condiciones de la futura mentira]: aparecerán por goteo mensajes y expresiones aparentemente delirantes que permitan al aparato de propaganda de Sánchez exhibirla como una tarada sobre la que se perdió el control: «Se ha vuelto completamente fontanera cuando sólo pretendíamos tenerla entretenida», argumentará prieto el orfeón de la trama. Cierto, Sánchez se rodea de peligrosas medianías, pero fanáticamente encarriladas y guiadas por su equipo. La claque Intxaurrondo argüirá con cuajo y aplomo que «desmontar» la UCO y «descabezar» la Fiscalía Anticorrupción no son urgencias de Sánchez sino democráticas.
Sánchez llegará hasta el final con todos los medios a su alcance. Ayer se probó con contundencia: exaltados y sincronizados, varios ministros expectoraron un bulo contra la UCO que lo victimizaba de nuevo.
En abril de 2018, los militantes abarrotaron los alrededores del Sindicato de los Metalúrgicos de São Bernardo do Campo, cuna de Lula. Coreaban «No te entregues». Lula se había encerrado allí esperando que prosperase un último recuso que aplazase su entrada en prisión [fue condenado por lavado de dinero y corrupción pasiva] y le permitiese renovar mandato. Los suyos aseguraban que el juez Moro -que pasó fugazmente por el Gobierno de Bolsonaro– había iniciado una cruzada contra él. Lula se dirigió a la multitud: «Lula sois vosotros». La muchedumbre lo condujo en volandas. Tras unos días de suspense, Lula se entregó y arengó: «Los poderosos pueden acabar con una, dos o 100 rosas pero no pueden detener la primavera». No duden de que, en circunstancias hipotéticamente similares, Sánchez no se entregaría: «Si el crimen que cometí fue abrazar el progreso, quiero seguir siendo un criminal», clamaría, llegado el caso, parafraseando a Lula o a Zapatero.