La investigadora que sufrió 7 años de acoso por la 'mafia' del CNIO: "He temido por mi integridad, he pasado verdadero miedo" - España
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La investigadora que sufrió 7 años de acoso por la 'mafia' del CNIO: «He temido por mi integridad, he pasado verdadero miedo»

Publicado: noviembre 27, 2025, 1:07 am

Cuando en 2018 comenzó a denunciar presunta corrupción en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), y a vincularla al ahora destituido gerente Juan Arroyo, la investigadora Ana I. Hernández empezó a cruzarse con «extraños hombres del Este» que la observaban en el párking de la institución española puntera en la lucha contra el cáncer.

Descubrió, por ejemplo, la empresa proveedora que había sido fundada en el propio domicilio del ya ex gerente, y poco después se encontró su coche, que se cerraba automáticamente, abierto, y el asiento echado para atrás.

Intentó convencerse de que eran imaginaciones suyas, pero de pronto advirtió que un Mitsubishi negro la seguía «incluso en días de descanso». Cuando uno de esos hombres del párking se metió en un ascensor con ella, mirándola, tuvo suficiente. Denunció ante la Policía.

Aquello paró, pero meses después un director vinculado a Arroyo la esperó escondido tras una columna en el párking… Y al ver que otro investigador acompañaba a Hernández para protegerla salió corriendo.

Ella lo contó en 2021 en una asamblea de trabajadores y ahora, con Anticorrupción investigando la denuncia del ex director de Operaciones, que sostiene que alrededor de Arroyo se han desfalcado 25 millones de euros de la lucha contra el cáncer, no quiere hablar de ello: «Mi familia lo ha pasado muy mal estos siete años, me han hecho la vida imposible, lo han intentado todo contra mí, pero no quiero ir de víctima». Sólo concede que «sí, es cierto que he sentido miedo por mi integridad al denunciar lo que veía».

¿Cuándo llega al CNIO y cuándo a la presunta corrupción?
Llego al CNIO en 2006 y me meto en esto en 2018. En 2017 sale una norma que deja fuera a 100 compañeros con contratos temporales. Yo tenía contactos en política, porque había sido concejala en mi pueblo, y se los ofrecí a CCOO, que era el sindicato mayoritario. Me dijeron que esperase a los despidos, y que luego ellos ya nos representarían. Me jugué mi puesto de trabajo, me fui al Congreso y paramos los despidos. Se convocaron elecciones sindicales y gané. La gente estaba muy cansada.
Y entonces…
Para conseguir estabilizar a más compañeros necesitábamos dinero, y así fue como me puse a revisar las partidas, para ver en qué se gastaban. Y encontré lo que encontré.
¿No había runrún?
Para mí no. Empecé a ver contratos en el límite de fiscalización: justo a 49.900 euros. Todos de mantenimiento. Otros adjudicados siempre a las mismas empresas, relacionadas con cargos de Gerencia del CNIO.
¿Se sorprendió?
Me pareció inmoral. Era dinero para la ciencia. Peleábamos por contratos para investigar. Saqué todos los datos públicos de gastos de mantenimiento del edificio, que se llevaba un cuarto del presupuesto general, y me fui con ello al Ministerio.
¿Les acusaba de irregularidades?
No: sólo pedía que se investigara. Por fuentes abiertas cualquiera podía ver muchas licitaciones muy llamativas, cero científicas y sospechosas. Había mucho gasto en obras y no veíamos obras. Gastaban dinerales en dos ferreterías. Comparamos con otros centros análogos y la diferencia de gasto era enorme.
¿Lo denunciaron en la casa?
Se lo conté a María Blasco y me consta que pidió documentación, pero ni siquiera ella tenía acceso a qué se había ejecutado de todo aquello. Sé que se puso en contacto con el Ministerio para que se investigase.
Y usted se fue al Ministerio.
El 4 de septiembre de 2018 me reuní con el secretario general de Ciencia, el número 2 de Pedro Duque, Rafael Rodrigo. Vio la documentación y me recomendó que no usara mis contactos políticos. Me levanté, me fui y escribí al ministro. Esa misma tarde, y luego dos emails más. Nunca respondió. Entonces, como presidenta del comité de empresa, pedí ver a Raquel Yotti, directora del Instituto Carlos III, al que estamos adscritos.
Y tampoco.
Aquella reunión, el 20 de diciembre de 2018, fue increíble. Tengo pruebas y las presenté en un juzgado. Fui con una compañera. Te leo lo que nos dijo [lo tiene transcrito en su móvil]: «Vosotras también os tenéis que proteger […]. Porque al final, ni el secretario general [de Ciencia], ni yo, ni nadie, vamos a tener ningún problema […]. Tenéis que cuidaros, porque aquí hay personas que se han dedicado a trabajar en la Administración toda su vida y conocen bien las leyes y los vericuetos legales. Lo que no puede pasar es que esto os cause a vosotras ningún problema».
O sea: no denunciéis porque se pueden avecinar problemas.
No sé, defínelo tú. Tras esto, pedimos ayuda a los partidos políticos. Les pasamos la misma info a todos. Nos sentamos tres veces con Podemos, que nos ofreció la pataleta en los medios. Pero no queríamos dañar la imagen del centro, por eso yo no he salido hasta ahora. Al final Vox fue el único que quiso ir adelante, e interpuso querella en 2020. Se archivó provisionalmente este mismo año.
Pero su infierno empezó antes.
Sí. Cuando yo denuncié empezaron a pasar cosas extrañas a mi alrededor, de las que ahora no quiero hablar: acabé poniendo una denuncia en la Policía Nacional. Pedí protección como informante de corrupción, pero entonces sólo existía la directiva europea, que no se había traspuesto en España, y se tramitó como acoso. Todos los subalternos de Arroyo testificaron contra mí. Incluida la actual presidenta del comité de empresa.
Quisieron hundirla.
Me desprestigiaron, me anularon, intentaron taparlo todo por la vía de desacreditarme. Hasta tuve que cambiar de cometido en el centro.
Pero siguió peleando.
Perdí las elecciones sindicales, pero seguí mirando las cosas: yo soy así, es dinero público, no puede malgastarse. Como tras las denuncias de 2018 los contratos mayores estaban más controlados, empezaron a hacerlo con los menores. Tenían la obligación de colgarlos, pero no lo hacían. A finales de 2024 vino el director de Operaciones y me preguntó por qué los pedía: «Estoy viendo otra vez las mismas empresas pero con contratos menores. Yo quiero que se ponga al menos el objeto del contrato», le dije.
¿Ni siquiera se especificaba?
¡No, sólo ponía: «Obras»! Hacían fraccionamientos muy evidentes. Luego él ya denunció, meses después.
¿Hablaba con Arroyo de esto?
Claro. Recuerdo una licitación de climatización que era exactamente igual a otra de un año antes. Me quejé y dijeron que el director técnico lo estaba controlando. Cuando sale, había bañeras de hidromasaje, una bomba de piscina, suelo radiante. ¿Qué tenía que ver aquello con la ciencia? Lo denuncié, María Blasco lo apoyó y la licitación se anuló. Así actuaban.
Y, de fondo, el cáncer.
A mí se me han muerto dos amigos por cáncer. Una de ellas era investigadora. Me dijo: «Tienes que seguir, esto salva vidas». Yo he ido siete años al hospital de La Paz a estar con niños con cáncer. Millones de personas mueren cada año por cáncer, y quiero dejar claro que el dinero que se destina a investigación en el CNIO lo miramos al céntimo: es muy importante que la gente sepa eso, y lo importante que es mantener el prestigio del centro, que es uno de los 10 mejores del mundo por algo… Por eso se me parte el alma con todo esto. Yo vine a trabajar aquí porque lo elegí. Tenía otras dos ofertas de farmacéuticas. Cuando llegué monté el laboratorio de Química, no había ni muebles. Y tener que pelear así para poder hacer ciencia es lamentable. Esto ha sido David contra Goliath, pero no me arrepiento de nada. Y no soy nadie: si tengo que salir trabajar de cajera, trabajo de cajera, mis padre eran agricultores. Pero no se puede jugar así con esto. Es una vergüenza.
¿Y la nueva dirección?
Me da buen feeling. Las cosas están cambiando de verdad.

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