Publicado: agosto 1, 2025, 12:39 pm
Aproximadamente el 0,2 % de todos los cánceres corresponde al linfoma de Hodgkin, según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). Se trata de un tipo de cáncer poco frecuente a nivel mundial que se desarrolla en el sistema linfático. Este fue el diagnóstico que recibió Adrián Nuez (33), un consultor aficionado al triatlón que entiende el deporte «como una función fisiológica más». Justo en el momento en que parecía tenerlo todo, la vida dio un giro de 180 grados.
«Me pasó en un momento en el que estaba muy equilibrado con la vida: en lo laboral, en lo deportivo, en casa, con mi pareja», comienza relatando Nuez a 20 Minutos durante una llamada telefónica en la que nos cuenta cómo se enteró de que tenía cáncer y cómo está siendo el proceso. En especial, explica cómo una persona que «no concibe la vida sin deporte» logra adaptar su exigente rutina deportiva, teniendo en cuenta que cada vez que recibe una sesión de quimioterapia «te meten siete bolsas de veneno» que lo dejan sin energía.
Adrián es consultor interno y trabaja en una multinacional. Lleva tres años viviendo en Gran Canaria y siempre ha estado ligado al deporte. «Soy el friki que, cuando estaba en consultoría en Madrid, buscaba la forma de salir a correr a las seis de la mañana o nadar a la hora de comer. Llevo 18 años haciendo triatlón y he competido en medios Ironman», revela.
El proceso hasta el diagnóstico
El deportista canario, que disputó su último triatlón en mayo del año pasado —el del Puerto del Rosario, donde quedó tercero de Canarias en distancia olímpica—, se encontraba entonces más centrado en el ámbito laboral. «En septiembre, un fondo de inversión entra en una de las unidades de negocio de la empresa en la que trabajo. En ese momento, el estrés y la presión aumentaron considerablemente. Aunque es cierto que yo disfrutaba mucho de mi trabajo. Ese mismo mes es cuando empiezo a notar que mi cuerpo ya no responde de la misma manera».
En ese momento, la práctica habitual de las tres disciplinas que conforman un triatlón —nadar, correr y montar en bici— formaba parte del día a día de Nuez, algo que decidió cambiar cuando empezó a encontrarse mal: «Hice una carrera de 10 kilómetros el 2 de noviembre y tuve unas sensaciones muy malas. No solo me costaba correr; nadar, que es la disciplina en la que mejor me desenvuelvo, se me hacía un mundo. No estaba disfrutando, porque veía que no llegaba. Fue entonces cuando le dije a mi entrenador que no quería seguir con el triatlón, aunque sí pensé en hacer la maratón del 27 de abril en Madrid».
Poco después, su novia Lucía, con la que apenas acababa de empezar a salir y que estudia quinto de Medicina, le palpa unos ganglios: «Me dice que me haga una analítica, y sale todo perfecto. Luego me pide que me haga una ecografía. En paralelo, sigo preparando la maratón, sin fallar un solo entrenamiento. Eso sí, ni un día con buenas sensaciones».
«El 10 de marzo me dan los resultados y descartan que el bulto sea cancerígeno, pero los síntomas apuntaban a que algo pasaba: sudoraciones nocturnas, ganglios en el cuello, la edad… El 19 de marzo, el Día del Padre, me llamó la doctora y me dijo que tenía cáncer, un linfoma de Hodgkin, y que había que determinar en qué estadio se encontraba», continúa contando.
Cómo afronta la noticia y cómo es su linfoma
Nada más recibir la noticia, el triatleta pensó en su familia, pero también sintió cierto alivio al terminar con la incertidumbre: «Para mí fue más duro contárselo a mis padres y a mi hermana, que tiene 17 años. Durante dos horas sentí una gran tristeza, pero también alivio al saber, por fin, qué era lo que me pasaba».
Además, coincidió con el momento en que estaba conociendo a su novia, a quien le resultaba difícil explicarle ciertos aspectos de su estilo de vida habitual debido al cáncer: «No puedo decirte que me encanta salir en bici, que es mi mejor momento de la semana, y que desde que estoy contigo solo la haya cogido cuatro veces».
Saco la voluntad de hacer deporte, pero después de la quimio, es que te duelen hasta las pestañas
Una de las cosas más complicadas del cáncer es el diagnóstico y, después, determinar de qué tipo se trata y cómo afecta a cada persona en particular: «El mío está en estadio dos. Es un cáncer que, más o menos, tiene buen pronóstico: tiene un 87 % de tasa de supervivencia. No obstante, afecta al sistema inmunológico y las células se reproducen constantemente. El tratamiento está bastante definido, pero es muy duro. Es una quimioterapia que te fulmina: destruye lo bueno y lo malo durante cuatro meses. Recibo una sesión cada cinco días y paso cinco horas en el hospital. Son siete bolsas de veneno por sesión».
El deporte continúa en su rutina, aunque de manera distinta
«La buena noticia es que ya sé lo que tengo; la mala es que tengo cáncer». Así fue como Adrián, de manera directa, le contó a su entrenador Pedro el diagnóstico. En ese momento, la maratón dejó de ser una opción viable, pero en ningún caso contempló dejar de hacer deporte. Por eso, Pedro le pasó el contacto de Javi Lozano, un entrenador especializado en pacientes oncológicos.
«No concibo una vida sin deporte y no sé cómo afrontar esto», le confesó Adrián al que sería su nuevo entrenador, durante su primera sesión juntos el 21 de marzo, iniciando así su proceso de acompañamiento deportivo.
«Necesitas entrenar fuerza tres veces por semana. Hay que estar muy fuerte, porque de lo que más vas a tirar es de la fuerza. Puedes seguir haciendo cardio, pero no puedes superar las 140 pulsaciones», fueron las primeras indicaciones que Lozano le dio a Nuez.
Su nueva rutina consiste en una hora de bici suave, entre 6 y 10 kilómetros de carrera cuando se siente bien, y en otros días, alternar correr y caminar (lo que se conoce como CACOS). «Saco la voluntad de hacer deporte, pero el resto del tiempo, después de la quimio, es que te duelen hasta las pestañas. Uno de los principales problemas son las náuseas durante los cuatro días posteriores a la quimioterapia», explica.
Los días posteriores a la quimioterapia
«Del día 2 al 5 no puedo beber agua con gas porque me sabe a metal. Del 5 al 10 es el pico de inmunodepresión: cada vez tienes menos energía y hay tres días en los que te duele todo. A nivel personal y profesional, siempre he sido autosuficiente, y dejarme cuidar es de lo que más me está costando. De cada 15 días, tengo 2 o 3 buenos. Pero, a nivel anímico, estoy bien, dentro de la tristeza del diagnóstico y del duro proceso», cuenta el deportista sobre cómo son los días tras la sesión de quimio.
Su familia y su novia, su gran apoyo
Su familia está siendo un pilar fundamental en la forma en que está afrontando el cáncer: «Somos un equipo, y me siento afortunado de que me haya tocado en Gran Canaria. Mi padre me acompaña a las citas, mi madre me prepara comidas, para que no todo me sepa a metal, y Lucía es quien está conmigo en el día a día».
Y es que su novia está siendo un gran apoyo: «Tuvo que recogerme del suelo una madrugada, mientras lloraba. Me ha visto en mis momentos de mayor vulnerabilidad, como aquel día en que el cuerpo se me bloqueó por completo».
«No ha cambiado nada, solo que tengo cáncer. No quiero borrar estos seis meses de mi vida. Es algo que me ha tocado vivir, y ojalá no fuera así, porque no se lo deseo a nadie. A mí no me hacía falta pasar por esto, pero es lo que ha tocado», concluye.