Publicado: julio 26, 2025, 6:07 pm

En uno de los pasajes más guays de La dolce vita, la cumbre del hermoso existencialismo de Federico Fellini, el periodista Marcello Mastroiani flipa cuando cubre la aparición de una supuesta virgen en un lodazal a las afueras de Roma.
¿Puede haber algo más adorablemente italiano? La virgen se manifiesta a través, cómo no, de unos niños, que juegan a ver a la deidad correteando aquí y allá, perseguidos por una mostrenca y sumisa horda de lugareños, bajo un diluvio ad hoc.
Después de varios días en Granada, embarcado en la homérica epopeya de este lamentable carnaval que el español medio conoce como Caso Juana Rivas, uno no acaba de decidir si la titular (perdona, Juana) sería la virgen que no aparece por ningún lado -obvio trasunto de la ilusión humana-, los niños que juran verla entre risitas, o el denso, densísimo populacho que corre detrás cual rebaño de ovejas.
Quien haya visto los vídeos de Daniel Arcuri lloriqueando a la puerta del Punto de Encuentro de Granada verdaderas lágrimas de cocodrilo, doliéndose mucho como Neymar tirado en el área (aunque él me dijo que prefiere a Mbappé), deberá aceptar que los niños de Fellini son él. Tantos años de ver a mamá lagrimeando rodeada de, vaya, otras máter dolorosas, algún legado tenían que dejar.
El cocodrilo de las lágrimas, perdón por lo obvio, sería Paqui Granados, esta vez pescada marioneta en mano. Lo juro: Paqui es lo único sobrenatural en todo este tema, algo digno de verse en directo, una mesías que en verdad pide secta. Yo, de Paqui forever. Sólo quiero escucharla y mirarla sin parar, día y noche, mañana y tarde. Me pasa como con Ábalos. Puro National Geographic. Paqui, tómame, haz de mí según tu Palabra. Federico la adoraría.
¿Y Arcuri? Llevaba años siendo Marcello, mirando con perplejidad su propia tragedia y encogiéndose de hombros, como quien piensa en el mar. Y, sí, dedicado en cuerpo y alma a sus dos hijos, mammo se le llama a esto en Italia… Hasta que la virgen materna, triste Pantoja de chichinabo, consiguió amputarle al primero rodeada de folclore, y casi lo logra ahora con el segundo, como quien marca el 0-1 de córner justo antes del medio tiempo.
Pero si uno le quita a esta historia las zarandajas como la monda a la naranja lo que queda es, en efecto, una sombra macabra sobre eso que llamamos justicia. No la de las páginas de Tribunales: la otra, la de verdad. Y muy poquita fe, o ninguna, en la condición humana.
Si la mentira, la imposición, la simulación y su cooperadora necesaria la estupidez ganan, mejor será cerrar el quiosco, y no me refiero a este. Si la política se vende a ellas por un fugaz plato de lentejas, o bien encalla en la cobardía de mirar para otro lado por comodidad, nadie podrá luego quejarse de que los bárbaros del norte, u otros, llamen al timbre a medianoche. Sí, la política. Dais mucho asco, vosotros, sabéis quiénes sois.
En medio del vertedero, un padre y unos hijos desnudos, y rodeados de basura, intentando quererse, u odiarse si toca, pero con normalidad, que también ha sido siempre ésa la canción.
Qué amargo todo, qué horror, de verdad. Sólo apetece llorar, gritar y si acaso morirse. Así que bailemos sobre esta mierda, como bailará Marcello sobre nuestra tumba.