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La ceguera que acabó con Aznar y Zapatero persigue ahora a Sánchez

Publicado: mayo 3, 2025, 1:07 am

«Sería imprudente descartar cualquier hipótesis y es imprudente señalar solo una u otra hipótesis». Eran las 12.53 del mediodía del martes 29 de abril, día 1 después del apagón, cuando Pedro Sánchez pronunció estas palabras sobre la tribuna de la sala de prensa del Palacio de La Moncloa. Refugió su argumentación -y la falta de una explicación al fundido a negro que vivió el país- en que los técnicos aún debían estudiar todo con detenimiento. Bajo esa tesis se resistió a excluir la hipótesis que Red Eléctrica había desechado una hora antes -«podemos descartar un incidente de ciberseguridad»-. Sin embargo, sí fue concluyente al valorar otra de las opciones: «No hubo un problema de exceso de renovables». Día 1, 12.53 horas.

A alguien le pudo entonces venir a la cabeza -salvando las evidentes distancias: 192 fallecidos- aquello de José María Aznar al mediodía del 12 de marzo de 2004: «No hay ningún motivo para pensar que siguiendo el mismo procedimiento no sean los mismos [ETA]». El día anterior ya se había encontrado una furgoneta con siete detonadores y una cinta en árabe con versículos del Corán. Y alguien pudo también este martes recordar a José Luis Rodríguez Zapatero sosteniendo que no había «razones objetivas» para transmitir un «mensaje pesimista sobre la situación actual ni sobre el futuro». Era febrero de 2008, meses después del estallido de la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos y cuando la burbuja inmobiliaria española ofrecía indicios de colapso.

Aznar y Zapatero insistieron en su discurso aun cuando todas las evidencias apuntaban en sentido contrario. En busca de supervivencia política -ambos enfrentaban elecciones en días-, priorizaron el relato político y se aferraron a la línea sostenida durante años hasta que la realidad los anuló. Renunciaron a asumir el error y rectificar, y las urnas dieron su veredicto: el PP, con Mariano Rajoy como candidato, perdió las elecciones en 2004 y el PSOE, que aguantó en las de 2008 gracias, en parte, a esa ocultación de Zapatero, se desplomó en 2011 -restó 59 diputados-, ya con Alfredo Pérez Rubalcaba como líder y tras el giro económico impuesto por la Unión Europea a Zapatero.

Sánchez, que ya sabe lo que es afrontar una crisis de país, esta semana también ha esgrimido su propio discurso: mantiene viva la hipótesis de un ciberataque, se exime de responsabilidades apuntando a los «operadores privados» y, blindando las renovables, señala las nucleares como el «problema». Algunas de sus ideas ya van en dirección contraria a los expertos; otras habrá que esperar a conocer todas las respuestas para juzgarlas. De ello, y de que el blackout se pueda repetir en el futuro, como augura el 91,3% de los españoles, dependerá en cierta medida su suerte política.

La reacción de los presidentes cuando el país enfrenta horas críticas guarda similitudes discursivas que empiezan por los tiempos. Los ciudadanos siempre reclaman explicaciones antes de que sus líderes las den. España se fue a negro pasadas las 12.30 horas del pasado lunes, pero Sánchez demoró hasta las 18.00 su primera comparecencia. Tampoco llegó antes un mensaje tranquilizador en las redes sociales del presidente. Cinco horas y media en las que los ciudadanos estaban en blackout y nadie del Gobierno les explicaba por qué ni hasta cuándo. Red Eléctrica y el primer ministro portugués sí trasladaron una primera reacción.

José María Aznar comparece en La Moncloa el 12 de marzo de 2004, tras el atentado del 11-M

José María Aznar comparece en La Moncloa el 12 de marzo de 2004, tras el atentado del 11-MJavi Martínez

A las 7.37 de la mañana del 11 de marzo de 2004 se produjo la primera explosión en los trenes de la red de Cercanías madrileña. La comparecencia de Aznar desde el Palacio de La Moncloa no llegó hasta las 14.30, aunque una hora antes ya lo había hecho su ministro del Interior, Ángel Acebes, y otros dirigentes del partido, como Rajoy, entonces candidato a la Presidencia. Y la tardanza en la respuesta fue manifiesta en el caso de Zapatero: la primera reacción, negar la crisis, se mantuvo hasta que el colapso económico era irreversible y su Gobierno debía ejecutar recortes urgentes.

En esas primeras veces de los presidentes ante las cámaras, la falta de información -por la premura- podría justificar que lo que entonces se decía luego se tornase falso. Sin embargo, las tesis que Aznar, Zapatero y, ahora, Sánchez expusieron inicialmente la mantuvieron en las horas siguientes -Zapatero, meses-, aunque las pruebas, los investigadores o los especialistas empezasen a desmentirlas.

El pasado lunes, a las 18.00 de la tarde, cuando España estaba aún a oscuras, Sánchez ofreció una declaración institucional -sin presencia de los medios- en la que dijo no poder explicar las causas del apagón al no contar con «información concluyente». En una segunda comparecencia, a las 22.53 horas de la noche y tras todo un día reunido con dirigentes de Red Eléctrica y el Consejo Nacional de Seguridad, el presidente solo aportó como novedad que a las 12.33 horas había desaparecido «súbitamente» el 60% de la energía que estaba consumiendo el país. No apuntó a los porqués: «[Expertos] están analizando todas las causas sin descartar ninguna hipótesis, ninguna posibilidad». Dejaba así Sánchez en manos de los técnicos de las instituciones y del ámbito privado la responsabilidad de despejar aquella incógnita.

Sin embargo, cuando al día siguiente Red Eléctrica dio su primer veredicto clarificador -«hemos podido concluir que efectivamente no ha habido ningún tipo de intrusión en los sistemas de control de Red Eléctrica»-, el presidente se mantuvo en su discurso de no desechar la hipótesis de un ciberataque. Y sobre todo, pese a decir que se estudian «todas» las posibles causas, cerró filas frente a quienes apuntan a una sobreoferta de potencia renovable como desencadenante. Su relato pasó así por blindar su modelo energético, su ideario más allá de lo que informes de Red Eléctrica venían advirtiendo: «Quienes vinculan este incidente a la falta de nucleares mienten o demuestran su ignorancia».

También Aznar se aferró a su relato sobre la autoría del 11-M pese a que los cuerpos policiales descubrieron en las horas siguientes que apuntaba en la línea contraria a la inicialmente sostenida por el presidente. «Lograremos acabar con la banda terrorista con la fuerza del estado de derecho», dijo Aznar en su primera comparecencia tras la tragedia, a las 14.30 horas del 11 de marzo. Al día siguiente, viernes, insistió en que no había «motivo» para pensar que no hubiera sido ETA -pese al hallazgo de la furgoneta- y miembros de su gabinete se mantuvieron en esa tesis en las horas siguientes. El sábado Acebes señaló que la banda seguía siendo «la línea prioritaria» y, cuando esa tarde se detuvo a dos indios y tres marroquíes relacionados con el atentado, reconoció que esa era la línea en la que se iba a «continuar trabajando con toda intensidad», pero sin renunciar «a ninguna vía de investigación». Ante la inminencia electoral, el Gobierno popular sostuvo la tesis hasta el último minuto. Los ciudadanos condenaron en las urnas: el PP perdió 35 escaños. Adiós a La Moncloa.

José Luis Rodríguez Zapatero sube a la tribuna del Congreso el día que anunció el recorte del gasto social

José Luis Rodríguez Zapatero sube a la tribuna del Congreso el día que anunció el recorte del gasto socialBegoña Rivas

La cerrazón de Zapatero con que España no estaba a las puertas de una crisis también le costó la presidencia del Gobierno al PSOE una vez el colapso económico se hizo innegable. En la campaña electoral de marzo de 2008, el socialista se esforzó en negar que hubiera indicios de recesión y prometió «pleno empleo» para la siguiente legislatura. Se mantuvo en la Presidencia y, desde allí, insistió en su tesis pese a que los indicadores económicos caminaban a terreno peligroso. Hablaba de «desaceleración» o «deterioro», pero negaba la magnitud del colapso que se venía. Insistió una y otra vez en que no habría recortes de gasto social, hasta que la realidad derrumbó su discurso. El 12 de mayo de 2010 anunció sobre la tribuna del Congreso «duras medidas»: reducción de salarios públicos, recorte de pensiones y suspensión de ayudas, como su cheque-bebé.

Aznar y Zapatero no viraron su discurso pese a los datos. Primaron la fidelidad a sus propias banderas políticas frente a expertos y técnicos. Y sus partidos perdieron el Gobierno. Esa ceguera acecha ahora a Sánchez. La magnitud de la crisis es otra, pero el presidente afronta el post-apagón con sus antecesores. Y si, como augura el 92,1% de los españoles, según la encuesta que hoy publica EL MUNDO, se repite un apagón y las consecuencias son peores…

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