La cara dura de Sánchez

Pedro Sánchez perpetró el jueves una performance no por previsible menos extraordinaria: el presidente del Gobierno convocó una rueda de prensa en la sede del partido de Ferraz. ¿Y para qué, si puede saberse? Pues para hablar de la corrupción, esa lacra que en su opinión solo afecta a los partidos que se le oponen y de manera muy especial a Isabel Díaz Ayuso. No compareció ante el Congreso sino ante los medios; no como presidente del Gobierno, sino como secretario general del partido. Las propias características de la comparecencia hacían prever que no iba a dar explicaciones sino a hacer un paripé.

Y fue lo que hizo al circunscribir los hechos corruptos al partido y a su secretario de Organización, agentes necesarios pero insuficientes para cerrar el círculo. Falta el pagano, el Gobierno que administra y malversa los dineros de los ciudadanos. Por eso fue la de Pedro Sánchez una comparecencia truculenta en la que anunció el cese del secretario de Organización, y van dos, prometió una auditoría sobre el PSOE y cambios en la Ejecutiva, pero descartó absolutamente una crisis de Gobierno, como si el supuesto básico, el de la corrupción, no implicara la existencia de ministros generosos con amigos y compañeros.

Pedro I el Afligido pidió perdón a los ciudadanos media docena de veces al menos, mientras se mostraba dispuesto a colaborar con la Justicia «como hemos hecho siempre», una apostilla que es una cláusula de estilo en su boca. El colaborador con la Justicia se negó a responder al juez Peinado cuando éste le tomó declaración en La Moncloa, para querellarse contra él después por tomarle declaración.

Este tipo tiene la cabeza anegada de corrupción y los labios manchados de mentira. Otra muestra de su desfachatez fue su afirmación de que «hasta esta misma mañana» (la del jueves) estaba convencido de la integridad de Santos Cerdán. Era una trola o bernardina. Todos hemos visto su entrada al hemiciclo el miércoles por la mañana y el tímido saludo de Cerdán tocándole el omoplato. Y su mirada, gélida, tan glacial por lo menos como la que dirigieron Pablo Manuel y su novia desde sus escaños, hacia la que había sido la anterior emperatriz en el corazón del Coletas.

Uno, a quien ninguna debilidad humana le es ajena, tiende a comprender las miserias de este pobre tipo encerrado sin remedio en su círculo de tiza más o menos caucasiano. Él es un hombre profundamente enamorado según confesión propia y tiene que llevar mal la idea de que a su mujer la empiecen la llamar Lady Manfla en atención a las saunas de su difunto padre que ella administraba, según la oposición. Y según el tipo al que ha encomendado la tarea de romperse los dientes contra su némesis Ayuso.

Óscar López, en aquellas primarias en las que él hacía campaña en favor del resentido Madina le pedía al comisario Villarejo información sensible sobre el negocio de saunas del difunto Sabiniano. Es otra interpretación torticera de los hechos. Begoña Gómez solo pretendía poner a disposición del público, fundamentalmente masculino, un derecho mayoritariamente reclamado por este. El socialismo español, siempre por la felicidad de sus administrados.