Publicado: noviembre 5, 2025, 11:07 am

Réconciliation da título a las memorias de Juan Carlos I que llegan este miércoles 5 noviembre a las librerías francesas, anticipándose a la edición en español y coincidiendo con el viaje del rey emérito a Sanxenxo para participar en las regatas. Promocionado por Stock como el «fenómeno editorial del otoño», el libro de 512 páginas ha sido recibido con división de opiniones en Francia, considerado más bien como un intento de «auto-rehabilitación» de su imagen que como «una mirada crítica y completa» a sus 39 años de reinado.
Escrita en colaboración con la periodista e historiadora Laurence Debray -autora de Mi rey caído-Reconciliación hace un repaso en siete largos capítulos a la vida de Juan Carlos, con títulos tan significativos como Una juventud caótica, Yo cambié España, a pesar de todo, Mis renuncias o En la soledad del desierto.
Del primer exilio en su infancia en Lisboa al segundo «destierro» en la isla de Nurai frente a Abu Dhabi, pasando por el safari en Bostwana y por los «tres tiros» del 23F, Juan Carlos I mira hacia atrás con momentos de arrepentimiento, pero guiado sobre todo por un deseo de revancha personal: «Tengo la sensación de que me han robado mi historia».
Estos son algunos de los extractos del libro que llegará el 3 de diciembre a España, publicado por la editorial Planeta.
Las relaciones con Franco
«Franco me hizo rey para crear un régimen más abierto», escribe Juan Carlos I, bastante benigno a la hora de recordar sus «relaciones personales y frecuentes» con el Caudillo desde que le designó oficialmente como sucesor en 1969: «Lo respetaba enormemente, apreciaba su inteligencia y su sentido político. Nunca dejé que nadie lo criticara delante de mí». Lejos de cuestionar su llegada al poder y sus 40 años de dictadura, el rey emérito ensalza e incluso extrae lecciones de su predecesor: «Nadie fue capaz de desestabilizarlo, lo que en un período tan largo es un desafío.
Felipe
«Mi hijo me dio la espalda por deber», reconoce Juan Carlos en su libro. «Entiendo que como rey tiene un puesto público y tiene que ser firme, pero la verdad es que hizo sufrir que se mostrara tan insensible». En particular, el rey emérito recuerda una conversación que mantuvieron en las navidades el 2020 y en las que Felipe VI se mostró «amurallado en un silencio de malentendidos y de dolor». Aun así, describe a su hijo como «el heredero mejor preparado de Europa» y confía en poder restablecer las relaciones con él.
En el momento en que le retiró su asignación anual, le advirtió a su hijo: «No olvides que heredas un sistema político que forjé yo. Me puedes excluir por el lado personal y financiero. Pero no puedes rechazar la herencia institucional sobre la que reposas: entre las dos solo hay un paso».
Letizia
El rey emérito reconoce en su libro la existencia de «una discrepancia personal» con la reina Letizia, pero no llega tan lejos como admitir que intentara disuadir a su hijo contra el matrimonio, ni a reconocer la incompatibilidad de caracteres. En el momento de hablar sobre su nuera reconoce escuetamente: «No ayudó a la cohesión de nuestras relaciones familiares». Según Paris Match, Juan Carlos I está convencido de que los «mensajes mordaces» que ocasionalmente le manda su hijo Felipe están instigados por Letizia, a quien tampoco perdona que haya cortado los lazos de sus hijas con su abuelo.
«Sofi»
A la reina Sofía decide llamarla cariñosamente «Sofi» durante todo el libro. Pese a todo lo ocurrido reconoce que mantiene el contacto telefónico con ella. La define como «una mujer excepcional, llena de sentido de la justicia, de bondad, rigor, dedicación y benevolencia». «Es la encarnación de la nobleza del alma», llega a decir: «España no podía haber tenido una reina más devota e irreprochable. «Somos diferentes, pero compartimos el mismo sentido del deber. No ha habido nadie igual en mi vida y así permanecerá, aunque nuestros caminos se hayan separado desde que dejé España. Ella sigue siendo la madre de mis hijos, una reina notable, y un apego emocional fundamental e irremplazable».
«Desvíos sentimentales»
El rey emérito pasa de puntillas por los que considera sus «desvíos sentimentales» y no entra en detalles sobre su relaciones extraconyugales. La mayor parte de sus relaciones que se le atribuyen, asegura, son «totalmente ficticias», y una en concreto (si mencionar directamente a Corinna) fue «hábilmente instrumentalizada».
Corinna
Juan Carlos I recuerda la caza de elefantes en Bostwana en el 2012 junto a Corinna Larsen como «un viaje lejano y caro que pudo parecer fuera de sintonía con la situación del país» (en una de las mayores crisis económicas de su historia). Sin mencionarla por su nombre, se refiere a aquel romance como «un error del que me arrepiento amargamente». Para desquitarse con su ex amante, con la que libró un pulso legal por supuesto acoso en los tribunales británicos,. asegura que en el fondo fue «una presa fácil de la caza al hombre».
El «regalo»
Juan Carlos habla en su libro del «regalo» de 100 millones de dólares del rey Abdullah de Arabia Saudí -días después de un acuerdo bilateral entre los dos Gobiernos y de la conferencia en Madrid para lavar la carea al integrismo religioso del país- como «un actor de prodigalidad de una monarquía a otra». «Fue un regalo que no puede rechazar», advierte. A estas altura lo percibe como «un grave error, cometido con la idea de asegurar las necesidades de mi familia y para mantener mi jubilación, lejos de la vida oficial española». Sobre la decisión de Felipe VI de retirarle su pensión anual de 161.000 euros como ex jefe de Estado dice en el libro: «Soy el único español que no tiene un retiro después de casi cuarenta años de servicio».
La abdicación
Juan Carlos I recuerda su prima lejana Isabel II, cuando llegó a espetarle aquello de «un rey nunca abdica». También resonó en su mente la frase que solía decir su padre, don Juan de Borbón: «Un rey muere con las botas puestas». «Hubo quienes intentaron disuadirme», confiesa. «Pero yo estaba convencido de actuar por el mejor interés del país. Y con la conciencia tranquila del deber cumplido (…) Ninguna acción legal me obligaba a hacerlo, pero decidí alejarme para no obstaculizar el buen funcionamiento de la Corona, ni poner trabas a mi hijo en el ejercicio de sus deberes como soberano».
El «séquito malicioso»
Rememorando los años noventa, el Juan Carlos I recuerda inevitablemente sus relaciones con los financieros Mario Conde y Javier de la Rosa y los primeros indicios de corrupción que acabaron empañando su imagen. «Fui cegado por un séquito malicioso», advierte. «Tuve la debilidad de confiar en los empresarios que me fueron presentados y de ceder a lo que hoy percibo como presión». El ex monarca reconoce haberse sentido «en medio de un embrollo financiero que me superó» y admite haber sido aconsejado durante su reinado «por algunos hombres de negocios sin escrúpulos que actuaron en mi nombre, pero sobre todo en su beneficio personal».
El 23-F
«No hubo un tiro sino tres tiros», escribe Juan Carlos sobre el 23F. «El golpe de Tejero, el de Armada y de los elegidos cerca del franquismo. Alfonso Armada estuvo 17 años a mi lado. Lo quería mucho y me traicionó. Convenció a los generales de que hablaba en mi nombre. Otra de las anécdotas más curiosas del libro es cuando recuerda cómo Felipe, que entonces tenía trece años, le preguntó: «¿Qué ha pasado, papá?». Y para explicárselo tuvo la idea de lanzar una pelota al techo y decirle: «La Corona está en el aire, y no se sabe hacia qué lado va a caer».
«La historia de España se jugaba en ese preciso momento», advierte sobre el 23F, al tiempo que ensalza su papel ante el golpe de Estado: «Jamás en mi vida he demostrado tanta autoridad», El rey emérito cree que la mitad de la once capitanías generales llegaron a apoyar la rebelión «pero no se atrevían a desobedecerle como el rey constitucional».
La clase política
«La democracia no cayó del cielo», recuerda Juan Carlos I, que recalca las diferencias entre la actual clase política y los líderes con los que tuvo que despachar: «Lamento que un cierto espíritu político, que se llama «espíritu de la transición», se haya perdido en detrimento de España y sus intereses. Aquel fue un momento en que la izquierda, y especialmente el Partido Comunista, respetaban las instituciones estatales».
La monarquía
«Me levanto con los males del país y me acuesto con los males del país», confiesa Juan Carlos I, con un mensaje implícito a su hijo. «España no es un país automáticamente monárquico, ni ha tenido la tradición y la continuidad de la monarquía británica ni de otras monarquías europeas. Del rey depende dar forma a la monarquía todos los días».
La muerte de Franco
Una de las anécdotas más curiosas es la que ocurrió en la madrugada del 20 de noviembre de 1975, cuando todo el país estaba en vilo esperando la muerte de Franco. «»Sofi» y yo estábamos viendo la televisión y ella me propuso quedarnos despiertos hasta que llegara el momento fatídico. Yo preferí irme a dormir. Hasta que en mitad de la noche recibí una llamada del general Juan Castañón de Mena, jefe de la casa militar de Franco para darme la noticia: «¿A qué hora me esperan?», le pregunté. «A las 8,30 de la mañana», me dijo. Y yo respondí: «Cuente conmigo, mi general».
Lady Di
Las menciones a Lady Di ha provocado ya ríos de tinta en el Reino Unido. Juan Carlos I niega haber hecho avances sexuales hacia ella durante los veranos que pasó en Marivent junto a sus hijos Guillermo y Harry. La atmósfera era «menos cálida detrás de las puertas del palacio», admite el rey emérito, que describe a Diana como «una mujer fría, distante y taciturna… cuando no estaba frente a los paparazzi».
La lucha conta ETA
La lucha contra ETA fue «la más dura y dolorosa» de su reinado, advierte. Juan Carlos I se refiere al «calvario de la banda terrorista» y a la «herida personal» causada por los 854 muertos y 3.000 heridos de la banda terrorista. «Sabía que al final seríamos más fuertes que ellos, y que terminaríamos por ganar de esa batalla», concluye.
Libertad
«He dado la libertad a los españoles instaurando la democracia», asegura Juan Carlos en otro fragmento del libro. «Ahora que mi hijo me ha dado la espalda por deber, ahora que los que decían ser amigos han desaparecido, me he dado cuenta de que jamás he sido libre».
Jinete de la democracia
La transición democrática, advierte, fue como «un caballo lanzado al galope», y él mismo considera que fue «el jinete que la controlaba para impedir que se fuera demasiado a la izquierda o demasiado a la derecha, o que cayera un obstáculo». El rey emérito ensalza la labor de Adolfo Suárez, «que encarnaba la reforma sin ruptura que pretendía lograr», y de Miguel Primo de Rivera, «el mismo que de joven sacaba a la discoteca», por haber logrado «el apoyo a la reforma política de muchos legisladores franquistas».
La legalización del PCE
La legalización del PCE fue en su opinión «una etapa crucial» en la transición, advierte Juan Carlos. Fue curiosamente el entonces presidente rumano Nicolau Ceaucescu quien le puso en contacto con Santiago Carrillo, que solía pasar sus vacaciones en Rumanía. «Mi monarquía debía ser inclusiva y democrática para instalarse de una forma duradera en España. «Sin el PCE, esa democracia no sería total».
Vuelta a España
Juan Carlos expresa en el libro su deseo de «regresar a España, mi hogar» y «poder tener una relación tranquila». Su propósito, asegura, es «retomar una relación armoniosa con mi hijo» y «tejer lazos privilegiados» con sus nietas, Leonor y Sofía.
Corinna y las «indiscreciones sentimentales»
Corinna y el elefante
En el capítulo titulado «Mi vida privada… que ya no es tan privada», Juan Carlos I admite «algunas indiscreciones sentimentales y en particular una que se hizo pública», en la única mención (sin nombrarla) a Corina Larsen en todo el libro. «Fue una relación hábilmente instrumentalizada que tuvo graves consecuencias sobre mi reinado».
«Cuando partí hacia Bostwana en el 2012, yo imaginaba que iba a pasar unos días de retiro pacífico con mi amigo Mohamed Eyad Kayali, que ama África como yo», recuerda el rey emérito. «Me estaba recuperando de una operación en el tendó de Aquiles, y sufría también dolores causados por dos hernias discales que provocaban una pérdida de sensibilidad en la pierna derecha».
«El objetivo del viaje no era solamente ir a cazar un elefante, sino reavivar los viejos recuerdos con este amigo de toda la vida, consejero del rey Fahd de Arabia Sadí, que me había invitado», añade Juan Carlos I. «Cuando llegué había huéspedes que yo no había elegido; entre ellos, un amigo y su ex esposa con la que había tenido una relación y el hijo joven de esta última».
El rey emérito asegura que su viaje «excepcional» de cinco días de Bostwana coincidió con «la crisis económica sin precedentes en España», con niveles récord de paro que afectaba sobre todo a la juventud: «Reconozco que ese periplo lejano pudo parecer un desapego total con la situación del país».
«A alguno pudo chocarle el objeto de ese viaje privado», admite a estas alturas. «Reconozco que los cazadores furtivos son un peligro para el equilibrio natural de la fauna y que su actividad debe ser condenada y perseguida. Pero una cosa diferente es cazar un solo animal salvaje con toda la legalidad y gracias a un permiso que duraba varios días (…) Puede parecer una actividad primitiva, pero yo la considero ancestral. Mis padres iba a África a cazar en sus tiempos, y es algo que mi familia ha hecho durante generaciones».
Juan Carlos I describe cómo sucedió su rotura de cadera al cuarto día de estancia, cuando se dirigía al baño desde su tienda y se cayó. Le diagnosticaron en un hospital cercano «tres fracturas y una hemorragia interna. El resto es público y notorio: «Fue cuando los españoles descubrieron la debilidad del hombre y algunos decidieron olvidar el éxito de sus logros como jefe de Estado».
El último párrafo del capítulo es prácticamente la única mención directa a Corinna Larsen sin ni siquiera nombrarla: «Esa relación fue un error del que me arrepiento amargamente (…) Me revelé como una presa fácil de la caza al hombre. Pero fue la debilidad de un hombre, y nunca interfirió en mis preocupaciones del rey por su país».
De Lady Di a Sara Montiel
«Los medios me han adjudicado decenas de relaciones extraconyungales, la mayor parte de ellas totalmente fictias, como si mis lazos con el sexo opuesto fueran necesariamente relaciones sentimentales o como si la amistad entre un hombre y una mujers no fuera posible», escribe Juan Carlos I. «Me reí cuando me adjudicaron una relación con Lady Di en Palma. Nada más lejos de la realidad. Ella me pareció una mujer fría, taciturna y distante… salvo en la presencia de los paparazi«.
«Algunos pretendieron que tuve un affaire con la célebre diva Sara Montiel, a la que apenas saludé unas pocas veces en mi vida», continúa el rey emérito, que, sin embargo, no menciona a Barbara Rey. «¡Me han atribuido hasta hijos ilegítimos! Tuve que contratar a un abogado para defenderme de las acusaciones».
«Sofi»
«Yo siglo muy apegado a mi mujer, que conserva toda mi admiración y mi afecto», añade Juan Carlos, que no deja de citar a «Sofi» a lo largo del libro. «Una relación de sesenta años comporta evidentemente sus momentos altos y bajos, con sus alegrías y sus penas, sus risas y sus reproches, las fases de distanciamiento y de acercamiento. Y su ausencia en Abu Dabi me pesa».
«Un matrimonio de tantos años no puede ser una línea recta y constante», añade. «No casamos a los 24 años muy enamorados y haciendo frente a un futuro incierto. Atravesamos bien los eventos políticos, las tempestades y las tardes de angustia y cuestionamiento… Todas esas pruebas que fortalecen los vínculos de una pareja. Ella ha sido siempre una compañera comprensiva y solidaria».
