Publicado: septiembre 4, 2025, 2:07 am

Otro miembro de Sánchez visitó a Puigdemont como preludio. Illa es el penúltimo de la parranda. Ejerció de emisario y no de president porque para Illa, como para Sánchez, el legítimo es el prófugo Puigdemont. Si no, Sánchez e Illa no habrían aceptado su narración y reconstrucción de los hechos, plasmados en la ley de amnistía. Si todo sucedió como lo cuentan el texto o el acuerdo de investidura firmado con Junts, Sánchez e Illa aceptan la supremacía de Puigdemont. Illa es un comisionado. De ahí su mayoría en Cataluña: doble comisionado, de Sánchez y de los separatistas. Illa es el gozne de la mayoría negativa. Comisionado impasible y solícito. Su don es que parezca contemplación la sinuosidad. Su mandato, aplicar el programa de ERC y reconstruir Convergencia en torno a su quedo bisbiseo.
La invención del seny es la piedra angular del nacionalismo. La primera patraña erigida como pretexto contra la barricada; como si en Cataluña no hubiese alternativa y sólo fuese posible escoger de entre el binomio que se retroalimenta: hecho diferencial o propaganda por el hecho; nacionalismo burgués o anarquismo y revolución [recordemos que lo que llamamos procés comenzó cuando el aseado Mas tuvo miedo de la turba y de la CUP]. En cualquier caso, contra España después de succionarla.
Illa es el prototipo de parásito con seny. También reza el padrenuestro. Es cordial y poco fiable. Lo tiene calado el líder del PP catalán, Alejandro Fernández, que lo ve todo tan claro como lo explica. Fernández tiene radiografiado el estado de cosas y diagnosticada la monomanía regional. Considera que Illa es Sánchez «sin chulería». Illa viajó a Bruselas en nombre de Sánchez para triturar el constitucionalismo y entregarle servil la papilla a Puigdemont, que recibe ufano aunque borroso.
Para Sánchez e Illa «normalizar» es agasajar y «avanzar» es retornar a 2017, previo paso por 2012 y la financiación singular y por la recuperación del Estatut de 2005, el de fábrica, sin el cepillado del TC. Si Sánchez quiere Justicia propia, qué razón hay para negársela a los separatistas. Dicho de otro modo: reconocerle a Cataluña un Poder Judicial propio -después de autorizarle la Hacienda- supondría para Sánchez avanzar en su propio modelo de Justicia para sí. Cuando Illa «tiende puentes» son sólo de ida y evoca el Tinell sobre fondo blanco y neutro. Realmente, Puigdemont recibió a Illa en la sede la Generalitat en Bruselas. Tiene razón el prófugo al asegurar que no es normal. Lo suyo, según Puigdemont, es haberlo hecho en el Palau de la Generalitat. Por su parte, Díaz pretende salvar su propuesta de reducción de la jornada laboral: «Ya que estamos…», pensará crédula. Pero Sánchez dejará que se estrelle porque de nuevo prefiere a Podemos y porque sólo entrega pleitesía a Waterloo a cambio de duración. Además, el portazo a Díaz le sirve a Sánchez de subterfugio: Illa sólo visibilizó el «reencuentro».
Puigdemont aseguró también a su partido que no habló de Presupuestos. La cúpula de Junts discute si «mantener» el apoyo a Sánchez como si retirarlo del todo modificase el statu quo. Como si la grotesca figura de su líder fuese visible y palpable sin Sánchez ni Illa y su respiración no fuese asistida por ellos. Illa, curvo y calculador, ha captado la atmósfera de la región y la devuelve al nacionalismo normalizado, convencional y no estrafalario. O sea, la falsa tercera vía pendiente de nueva oportunidad.