Publicado: mayo 25, 2025, 2:58 pm
Una sola pista en todo el planeta marcada por el nombre del más grande. La huella de Rafa Nadal perdurará para la eternidad en uno de los márgenes de la Philippe Chatrier, allí donde 14 veces repitió un sueño y donde ayer fue despedido con los honores más que merecidos.
En traje negro, impoluto y sencillo como siempre, Rafa Nadal protagonizó con gesto tímido y ruboroso un homenaje capaz de arrancarle lágrimas desde la primera ovación. Una marea color polvo de ladrillo, conformada, entre otros, por estrellas como Carlos Alcaraz, David Ferrer o Iga Swiatek, completó hasta el último asiento del colosal estadio para escuchar la despedida del más grande.
Rafa no se dejó a nadie atrás, desde el último recogepelotas a su tío Toni, con quien abrió su corazón en la parte más emotiva del discurso: «Eres la razón por la que estoy aquí. Entrenando, hablando, engañándome, haciéndome reír, llevándome siempre al límite. Lo que hemos vivido no siempre ha sido fácil, pero ha valido la pena (…) Eres el mejor entrenador que jamás hubiera podido tener», le dijo roto en lágrimas a su gran mentor, ahora distante después de muchos años codo con codo.
No podía faltar mención a su familia y, en especial, a su mujer, Mery Perelló, a la que dedicó sus palabras más sinceras: «Eres mi mejor compañera de vida, no nos podíamos imaginar en 2005 que estaríamos aquí 20 años después siendo una familia. Este último año y medio no ha sido fácil, pero gracias a tu apoyo ya la felicidad que nos da nuestro hijo, todo ha sido menos complicado», agradeció para el aplauso de ella y de Rafa Jr., que terminaría protagonizando junto a su padre la última despedida del acto.
Fundamentales ayer fueron también sus grandes rivales. Desde su mención a Gasquet, ese hipotético gran rival ante el que nunca perdió y también —en gran parte— causa de la tensa relación con el público en las primeras ediciones, a los miembros del Big Four presentes en la pista: Roger Federer, Novak Djokovic y Andy Murray.
«Hemos llegado a nuestros sueños y hemos construido una rivalidad enseñando al mundo que podemos luchar de manera increíble y de manera correcta«, les dedicó a los tres hombres que le acompañaron cuando un pistero descubrió la montaña de tierra que cubría la placa metálica con su huella.
Rompió en un llanto descarnado la leyenda, ya consagrada, que hace 20 años tan solo era un joven incrédulo, también roto en llanto, con el primer Trofeo de los Mosqueteros en sus manos.