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Homenaje a los sanitarios: «La dana sobrepasó por mucho lo que vivimos con la pandemia»

Publicado: octubre 27, 2025, 1:37 am

El martes 29 de octubre de 2024 se esperaban lluvias en Castilla-La Mancha, Murcia, Almería y Comunidad Valenciana, con un nivel de alertas que fue variando conforme avanzaba el día. Se habían cancelado las clases en algunos colegios y se había alertado sobre el riesgo en los desplazamientos. Pero nadie podía imaginar el desastre que se avecinaba. Los sanitarios han pasado no hace mucho por la pandemia por Covid pero todos coinciden en que «no tiene nada que ver. El Covid era el miedo a una enfermedad desconocida y nos tuvo a todos confinados en casa. Pero teníamos casa. La dana sobrepasó con mucho lo que vivimos con la pandemia. Fue la devastación total». Antonio Monrabal, coordinador del Centro de Salud Luis del Monteolivete, en la ciudad de Valencia, que coordinó la asistencia en el centro de salud de Alfafar y en los puntos de atención de la zona, define en esos términos cuál fue su impresión cuando llegó a la ‘zona cero’. «Lo primero que me viene a la mente cuando pienso en esos días es en la sorpresa, lo inesperado, las dificultades. Todo se convirtió en una gymkana y piensas ‘esto terminará pronto’, pero van pasando los días, ves que no avanzas y pasas a pensar ‘esto no acabará nunca», explica Lucía de la Puente, que en aquel momento hacía la residencia de Medicina de Familia en el Centro de Salud de Catarroja. «Ese día me tocaba guardia», recuerda, «pero la cambié». No fue hasta el día siguiente, cuando se dio cuenta de la magnitud del desastre. «Y tu primer impulso es ponerte, a limpiar, a quitar trastos. Pero, de repente, viene un profesor y te dice: ‘yo soy profesor y no puedo dar clase, por eso limpio. Pero vosotros sois médicos y la gente os necesita’. Entonces, te das cuenta de que nadie puede hacer lo que hacemos como sanitarios , que es ir casa por casa, viendo a las personas, valorando si necesitaban curas, cuidados o medicación». Cogió la mochila con lo necesario y se fue. Esta misma experiencia la cuenta el doctor Monrabal. «Me mandaron a la zona cero, a Parque Alcosa, en Alfafar, para organizar el centro, y allí estuve dos meses». Primero hubo que limpiar, no teníamos internet, ni ordenadores. La planta baja estaba devastada, pero conseguimos habilitar una consulta para quienes no podían subir escaleras y un pequeño quirófano de urgencias. Las consultas, se ubicaron arriba y las recetas se hacían a mano , porque tampoco teníamos acceso a la historia clínica». De vez en cuando salían en grupo con mochilas, materiales de curas, para ir a ver a gente a domicilios y familias que lo habían perdido todo y necesitaban apoyo psicológico. Todo se coordinó a través del Servicio de Psiquiatría del Hospital Doctor Peset y el Colegio de Psicólogos de Valencia. «Nuestro principal temor era el paciente psiquiátrico crónico que podía descontrolarse por falta de medicación», explica. Se dividió a los pacientes en dos grupos: los que necesitaban asistencia presencial en los puntos de atención médica y los que podían hacer un seguimiento telefónico, que se hizo desde Valencia y otras zonas no afectadas, en las que sí tenían acceso a la historia clínica. La doctora de la Puente explica que se montaron dispositivos sanitarios, inicialmente en Alfafar, con una red local que se había movilizado, «y con una compañera que había montado otro en Aldaia. Replicamos el modelo, y finalmente en Catarroja. Allí desempeñaba mi labor como médico y, cuando terminábamos, organizábamos equipos de voluntarios para hacer redadas por barrios buscando población vulnerable, que pudiera necesitar asistencia. Además, estaban enfermos crónicos, como los de diálisis, «con los que hubo que organizar un dispositivo de ambulancias para trasladarlos a los centros donde recibir su tratamiento y devolverlos a su domicilio». Todos los problemas eran importantes, pero había un hecho que no se había producido nunca hasta entonces: las oficinas de farmacia que están todas en plantas bajas quedaron anegadas , perdieron todo … No se podían dispensar medicamentos, ni elementos básicos de higiene, de primeras curas». En total, 421 farmacias de la provincia de Valencia se vieron afectadas en mayor o menor medida. Dos días después, se estimaba que de las 81 que no podían prestar servicio, 36 fueron siniestro total. La destrucción fue tal que, en la actualidad, algunas aún siguen funcionando en espacios provisionales . La prioridad para los farmacéuticos fue mantener el acceso a la medicación, sobre todo para pacientes crónicos, mayores y dependientes que no podían desplazarse. Desde el Colegio de Farmacéuticos se coordinó con otras entidades un sistema de entregas domiciliarias de urgencia y de puntos alternativos de dispensación en centros de salud o farmacias cercanas no afectadas. En los pueblos más aislados o en viviendas sin ascensor, fueron los propios farmacéuticos -con ayuda de familiares, voluntarios y vecinos- quienes llevaron personalmente los medicamentos a los domicilios, garantizando que ningún paciente se quedara sin tratamiento. Además, se constituyó una red de 600 farmacéuticos voluntarios que aseguraron el abastecimiento a las farmacias afectadas. En esto, la enfermería fue clave. Las enfermeras de zona eran quienes mejor conocían a sus pacientes crónicos y «pudieron detectar rápidamente quiénes estaban en situación de riesgo, aislados o sin acceso a su medicación. Gracias a esa cercanía y conocimiento del territorio, la ayuda llegó allí donde más se necesitaba», explica Carmen Casal, vocal III del Colegio de Enfermería de Valencia. Los primeros dos días fueron igualmente críticos que para el resto de colectivos: «Saber que había personas con patologías crónicas o urgencias detrás de una puerta cerrada, y no poder acceder, generaba una gran impotencia y mucho estrés. Después llegaron las consecuencias indirectas: pacientes descompensados , problemas de salud mental, dificultades para mantener tratamientos o cuidados crónicos… Fue una fase igual de exigente, aunque diferente», explica Carmen Casal. La llegada a la ‘Zona 0’ fue «impactante». Con mucho dolor. Pero también fue muy emocionante ver cómo la comunidad se organizaba, cómo la gente se ayudaba mutuamente y cómo las enfermeras formábamos parte de esa red solidaria. Si hay una palabra que ha estado en boca de todos los colectivos profesionales, ha sido «resiliencia», la capacidad de la comunidad de trabajar unidos, en comunidad, para salir delante de nuevo. La resiliencia dura un tiempo, para aquellos que se pudieron asir a ella. Otros no pudieron y entraron en shock . Desde el Colegio de Psicólogos de Valencia, su presidente, Francisco Santolaya, nos cuenta que el estrés post traumático y la confusión fueron los principales problemas que se encontraron los psicólogos desplazados a la zona, donde se encontraron a una población desbordada por la tragedia. El acompañamiento en el duelo, para aquellos que habían perdido a familiares y amigos, la atención especial a casos trágicos, como el de una madre que pasó 9 horas aferrada a lo que quedaba de su casa, sujetando a sus dos hijos , pero le pudo el cansancio y perdió a uno de ellos, personas desorientadas porque lo habían perdido todo y no sabían qué hacer, ni dónde ir… Psicólogos sin fronteras y la plataforma Ayudana, junto con el Colegio de Psicólogos desplegaron una red de soporte para todas estas personas. Aún hoy, se mantiene un dispositivo de 19 psicólogos «distribuidos por muchas de las poblaciones afectadas, desde Utiel hasta la Horta Sur de Valencia», nos cuenta Enoan Díaz, Psicóloga asignada a los servicios sociales de Massanassa y Catarroja.

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