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Habla el padre de uno de los niños del asesinato de la educadora, el famoso cocinero de la tele extremeña: «Mi hijo debería estar encerrado hace mucho tiempo»

Publicado: marzo 13, 2025, 7:07 am

«Lo que ha pasado es terrorífico, pero ni mi hijo ni el resto de menores que vivían en ese piso con la educadora deberían haber estado en libertad desde hace tiempo». Es el desgarrador mensaje que transmite Antonio Granero, popular cocinero y presentador de televisión en Extremadura: padre del menor de 15 años, detenido en la madrugada del pasado lunes y acusado, junto a otros dos menores, como presunto responsable del brutal asesinato de Belén Cortés (35 años), la educadora al cargo de la vivienda tutelada para chicos sobre los que pesan medidas judiciales. «Es una locura que les permitieran regresar al piso donde ya había habido problemas y dejarlos solos con ella, y de donde se habían escapado tres veces; deberían haber estado en un régimen cerrado», denuncia él mismo. Y apunta, todavía sin dar nombres, aunque asegura que sí lo hará en el juicio: «Aquí existen otros culpables y se van a saber cuando llegue el día».

Antonio es un personaje muy popular. Cocinero de profesión, ha conducido hasta no hace demasiado tiempo, y durante muchos años, programas gastronómicos en la televisión extremeña, donde se hizo muy famoso, alcanzando grandes audiencias. De hecho, se fijaron en él desde la política y se presentó como cabeza de cartel en las pasadas elecciones autonómicas por el partido regionalista Juntos por Extremadura. El anuncio de su candidatura lo hizo a través de un vídeo publicado en su cuenta personal de Facebook mientras elaboraba una receta de perrunillas extremeñas. Era el 3 de octubre de 2022. No conseguiría en mayo del año siguiente representación parlamentaria.

Detrás de la eterna sonrisa ante la cámara, de su enorme simpatía y, sobre todo, de su capacidad comunicativa para llegar al público, se escondía un calvario personal. O varios. «Mi hijo se convirtió en una víctima prácticamente desde que nació», señala en una entrevista concedida a EL MUNDO tres días después de conocer la presunta implicación de su vástago en la muerte de la educadora. Impactado aún por los hechos, a los que no pone ninguna justificación, insiste en primer lugar en el perdón a las «principales víctimas»: la familia de Belén, a la que pide disculpas en reiteradas ocasiones.

A la par, entra de lleno en el espeluznante caso: «Esto no se desencadena de un día para otro, sino por una serie de decisiones -insiste- desde que mi hijo es muy pequeño y por las decisiones que va tomando la administración, cada una peor que la otra». Se refiere, en primer lugar, a su proceso de separación de su ex mujer, un duro divorcio complicado por denuncias por violencia de género y donde la droga siempre ha estado presente, pasando literalmente por delante de sus hijos. «Al margen del mayor (el de 15), tengo otros dos, más pequeños, que están siendo señalados. Son los que más me preocupan porque están sufriendo esta semana la crudeza de la sociedad, cuando ellos no han hecho nada, no tienen nada que ver con esto».

«Otra víctima del sistema»

El cocinero pone el acento en la madre de sus hijos, aunque matiza que «también es otra víctima del sistema». Hasta hace seis años, la custodia recayó en ella «porque las leyes sesgadas e ideológicas están montadas para que, por tener a los niños, haya estado recibiendo una gran cantidad de dinero cada mes: entre 1.800 y 2.000 euros que no se ha gastado en darles de comer a mis tres hijos sino en otras cosas». Para él, durante esta etapa, que duró seis años, «el que estuviera mi hijo solo con ella es la clave de todo esto».

Lo razona: «El Gobierno, en vez de poner medidas para atajar este problema, lo incrementa y mete dinero en casa de una persona que consume para que encima los niños tengan la posibilidad cercana de caer también en este problema. Así que, si antes consumía 10, ahora con ese dinero que le daban pasa a consumir 100». Y lo generaliza: «Lo que hacen es mantener chiringuitos porque el tratamiento a menores con estos problemas también es un negocio y [el servicio] se lo suelen dar a sus amiguitos con carné del partido, que se llevan un gran dispendio de dinero por cuestiones ideológicas, y así nos va». Antonio tiene claro cuáles son las personas, con nombres y apellidos, que tomaron esas decisiones administrativas en cada etapa vital de su hijo, que lo enviaron de un lado para otro, «y claro que se va a saber, claro que hay unos culpables, pero lo diré a su debido tiempo y delante de un juez, no ahora, pero ellos tienen la responsabilidad de lo que ha ocurrido», asegura.

Dentro de este contexto de convivencia que describe, también advierte que finalmente la custodia de sus hijos acabó recayendo en él: «Cómo sería la cosa, tal y como están las leyes, para que eso ocurriera», asegura mientras especifica que «siempre los he mantenido con mi trabajo». La mujer fue acusada de malos tratos, recuerda. En todo ese proceso, la inestabilidad por la que atravesaba su hijo ya se convirtió en irreversible. Ya era demasiado tarde. «Mi hijo no iba en esa época al colegio, su madre se desentendía, perdía cursos enteros y en un año podía perder tranquilamente 700 horas de asistencia a clase, y eso lo sabía todo el mundo, está registrado, lo sabía la Administración, lo sabían los profesores, los directores… Pero nadie hacía nada, año tras año, salvo, tengo que decirlo, el Colegio San José de Villafranca, que sí ayudó, y eso quiero aclararlo».

Este círculo vicioso en el que entró su hijo terminó en el piso de acogida y en los centros tutelados de menores. Lo mandaron a Badajoz y a Mérida, con intentos de inserción educativa, en ciclos de formación o dando el paso a cursos de la ESO. Sin continuidad. Con desarraigo. «Por eso reitero es un proceso largo en el tiempo, que algunos responsables marcan las normas y que no tiene explicación porque incrementan el problema», abunda Antonio Granero. Llegamos a las últimas semanas antes de la tragedia: «El enorme daño que se ha hecho, la muerte de la educadora, eso ya no se puede reparar, pero a ver si sirve para que no se vuelva a repetir», reflexiona.

Antonio tiene una serie de interrogantes que, casi sin preguntarle, comienza a lanzar sin descanso, pero dice conocer las respuestas: «¿Alguien puede entender que los vuelvan a enviar al mismo piso tutelado, de donde ya se han escapado tres veces, y donde había habido problemas, cuando le dijimos a la Guardia Civil la última vez que los encontraron que lo iban a volver a hacer?». Se refiere a la última fuga, en Carnavales, cuando terminaron en Villafranca de los Barros, donde robaron en un bar para consumir droga. «¿Y los mandan otra vez allí, con la educadora, a unos adolescentes, como el mío, que desde hace tiempo no debían de estar en libertad, porque son problemáticos y en estos momentos son irresponsables?». Él mismo se contesta: «Es una locura que ocurriera, que los dejaran allí solos, con una mujer, y me da igual que fuera un hombre, rodeada de chicos, fuertes, atléticos». Por eso, advierte que, aunque fuera por «precaución», nadie se tenía que había quedado solo con ellos. Por eso, añade, «tenían que estar privados de libertad, tenían que estar encerrados en otro centro, sin que pudieran salir, eso creo que lo entiende cualquiera, no es que lo diga yo», concluye.

El cocinero cuenta que ha podido hablar estas últimas horas con su hijo «pero no de lo que pasó el domingo, no es el momento, sino de otras cosas para que se abstraiga; yo voy a ayudarle como padre -continúa- y ahora serán los especialistas, como los psicólogos y psiquiatras del centro los que tengan que trabajar con él».

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