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Gabriel Rabinovich, investigador: «No quisiera morir sin que un paciente pruebe mi suero contra el cáncer»

Publicado: abril 22, 2025, 1:37 am

Gabriel Rabinovich pasará a los anales de la medicina como el científico argentino que en la primera década de los 90 revolucionó el tratamiento contra el cáncer al descubrir unas proteínas vinculadas a los azúcares (las galectinas) que son claves para entender los mecanismos que subyacen tras el desarrollo de los tumores y en la aparición de las enfermedades autoinmunes. Rabinovich, investigador superior del Instituto de Biología y Medicina Experimental, dependiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina, país en el que ha desarrollado el grueso de su carrera científica, recala ahora en Barcelona. En esta ciudad liderará el ‘Caixa Research Institute’ de la Fundación La Caixa , el primer centro en España especializado en inmunología que empezará a funcionar a finales de 2025. Con más de 300 ‘papers’ a sus espaldas, publicados en prestigiosas revistas científicas, y varios reconocimientos internacionales -es miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (NAS, por sus siglas en inglés) y del European Molecular Biology Organization (EMBO)-, el padre de las galectinas emprende ahora una nueva etapa. Trabajará a caballo entre la capital catalana y el país andino con el propósito de que los hallazgos que cocinó durante años en su laboratorio de Argentina y que en 2027 se ensayarán en humanos en cáncer de colon , lleguen en 2030 a los pacientes. «No quisiera morir sin que un paciente pruebe mi suero», dice el bioquímico a ABC. -¿Cuándo pensó en dedicar su vida a la investigación? ¿Qué edad tenía? -Mis padres tenían una farmacia en Córdoba (Argentina), ciudad en la que nací. Allí empecé a interesarme por los temas de salud pero no pensé en ser científico por que veía la ciencia como algo muy complejo. A mis 13 años, mi hermana, que falleció y fue una persona muy importante en mi vida, me regaló el libro ‘Cosmos’ de Carl Sagan en el que había una frase que me impactó: «Nuestro destino está indisolublemente ligado a la ciencia porque el que comprende la ciencia tiene más posibilidades de sobrevivir y de transformar la sociedad». Ahí me lo planteé. -Su pasión confesa ha sido la inmunología. Sin embargo, su carrera académica no apuntó hacia ella de un principio. -Exacto. Empecé a estudiar Químicas con la idea de seguir con la farmacia que tenían mis padres y allí me enamoré de la Bioquímica, especialmente de la Inmunología. Cuando terminé, debía hacer prácticas en un laboratorio. Quería entrar en la cátedra de Inmunología pero no había espacio. Fui a estudiar la retina del pollo en otro laboratorio. No me emocionaba la idea pero mi primer mentor, Carlos Landa, me animó. Usando moléculas que están en las capas de la retina del animal creamos anticuerpos. Landa me dio algunos para guardar, que yo llevé a la nevera de mis padres. Finalmente, logré un lugar en la cátedra de Inmunología. Era lo que soñaba, pero mi primera experiencia no fue como pensaba. Durante un año trabajé en un proyecto en el que fracasé. Trataba células con neurotransmisores pero daba con ningún receptor. Una noche, me acordé de los anticuerpos de la nevera de mis padres. Uno reaccionó contra una proteína. Mandé a secuenciar el resultado y esa banda proteica acabó siendo la galectina. -¿Unos anticuerpos que guardó de estudiante en la nevera de sus padres le proporcionaron su mayor descubrimiento? -Así es. El descubrimiento de las galectinas ha generado un nuevo paradigma inmunológico. A los azúcares se les ha subestimado mucho. En los libros de texto se apunta que solo decoran la superficie de la célula pero son códigos con información muy importante que le dicen incluso a la célula si debe morir. En 1993 di con la galectina 1-. Purifiqué esa proteína y luego la colocamos en cultivos de células que contenían diferentes tipos de linfocitos. Cuando se la poníamos a linfocitos muy activados éstos morían. Cuando nos infecta un virus se genera un ejército de linfocitos que van a defendernos de esa amenaza. Llegan, eliminan el virus, y luego todos esos linfocitos deben volver a su normalidad porque si no causan enfermedad. -Descubrió la cara buena de la proteína al ver que contenía la respuesta inmune pero también vio su lado malo ¿no es verdad? -Mi equipo y yo hablamos del ‘dulce caso del doctor Jekyll y Mr Hyde’. Por un lado, esta proteína actúa para que los linfocitos vuelvan a la normalidad y en ese sentido es buena pero, por otro lado, en el caso de los tumores, es la ‘mala de la película’, ya que cuando crecen aumentan la producción de esta proteína y ésta les ayuda a expandirse. En base a estos hallazgos diseñamos un anticuerpo que bloqueaba galectina-1 en cáncer para evitar el crecimiento del tumor. Y también decidimos usarla en sí misma como tratamiento para las enfermedades autoinmunes. En este caso la opción fue estimularla. -¿La pandemia puso en valor la ciencia? -Como sociedad nos dimos cuenta de la importancia de la ciencia. Sin embargo, hay un movimiento aún muy grande en el mundo para denostar el conocimiento básico creyendo que las soluciones salen de cosas rápidas cuando todo es fruto de años de laboratorio. -¿Cuál es su objetivo de futuro? -Que mis tratamientos lleguen a todos los pacientes, porque las terapias son efectivas si llegan en su justo momento. En eso consiste, la medicina de precisión, que es el futuro. Cuando tenemos un tumor en las últimas fases los linfocitos están exhaustos y darles inmunoterapia no tiene sentido.

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