Feijóo en busca de sentido

La semana pasada, Sánchez se despachó con una maldad en su particular sesión de control de la oposición. Reprochó con sorna y deje propio a Feijóo que convocar un Congreso del partido para prepararlo ante un posible -aunque hoy improbable- adelanto electoral es tanto como admitir que el PP no estaba preparado. No es verdad pero resultó efectista. Feijóo pudo contestar que, acaso sin estarlo, le derrotó en 2023. Pero, ciertamente, el PP adoptó aquel 23-J el modo derrota; Feijóo se mostró desubicado unos meses y sólo la amnistía le sacó de la modorra y le proporcionó unas dosis pasajeras de frenesí.

Aquella victoria no le sirvió a Feijóo, ni le fue suficiente para gobernar; sin embargo, lo peor para su partido y bases es que desactivó cualquier amago de repunte de entusiasmo, esbozado en las municipales. El PP adolece de falta de fogosidad. Tanto, que el entusiasmo incomoda. Además, los escépticos del entusiasmo confundieron en vísperas electorales entusiasmo con euforia y cayeron víctimas de su profecía autocumplida: el entusiasmo conduce a la melancolía, concluyeron. No obstante, no fue entusiasmo ni ardor, ni tampoco triunfalismo lo que mostró el PP en las vísperas de aquel 23-J sino liviandad. Los matices terminológicos importan para acertar con el diagnóstico.

Al PP le falta empuje -o sólo un empujón-; lo buscará en el Congreso de julio. No está desanimado pero sí algo átono. Le asiste una razón: Feijóo juega al frontón; Sánchez es una pared. Dos años después del 23-J el PP muestra todavía una tara limitante que lo lastra desde 2004: confunde también tibieza con moderación y, por si fuera poco, supedita la moderación a falta de claridad.

El hombre en busca de sentido, el estremecedor relato de Viktor Frankl sobre su agónica lucha por la supervivencia en un campo de concentración nazi, se resume en una frase: quien tiene un porqué siempre encontrará el cómo. En su XXI Congreso, el PP debe construir y ordenar el porqué, dotarse de propósitos para evitar que sus bases caigan en el desistimiento. Hace unos días, un agudo profesor gallego, socialdemócrata y buen conocedor del PP regional me preguntó burlón: «¿Sabes qué hizo Feijóo para obtener tres mayorías absolutas en Galicia?». Callé, la pregunta tenía trampa. «Nada», continuó. «Nada…», repetí expectante y desconcertado, pues sabía que mi interlocutor escondía una defensa de Feijóo. «Nada… malo; sin embargo, la izquierda se harta de hacer cosas, no para, nos mete la mano en el bolsillo y nos perjudica». Al PP le falta elaborar esa idea y desarrollar ese argumento para reconectar con una sociedad asediada por la mala política: un programa contra la asfixia.

Ayer, Sánchez arremetió contra Ayuso; Feijóo tiene la suficiente experiencia como para advertir que los ataques a Ayuso van dirigidos contra él; pero Sánchez sabe que subliminalmente generan un reflejo condicionado en el PP. Ayuso proporciona al PP consistencia, que tantas veces es claridad. Feijóo no puede permitirse un Congreso de entretiempo sino aspirar a un Congreso de máxima claridad expositiva. La claridad sacude. Y las sacudidas producen indispensables giros de guion.