Publicado: septiembre 13, 2025, 2:07 am

La portada de EL MUNDO puso cara a uno de los lÃderes de la lucha antiisraelà en Euskadi, Ibon Meñika. El personaje tiene dos condenas por su participación en la financiación de ETA, vinculación que él mismo reconoció en el macrosumario con el que la Audiencia Nacional zanjó múltiples causas de colaboradores de la organización terrorista.
El miércoles tres de septiembre recorrà toda la etapa de La Vuelta junto a un comisario de la Unión Ciclista Internacional. Grupos de activistas cortaron la carrera o lo intentaron en varios puntos del recorrido. Portaban banderas palestinas y pancartas con el lema «Palestina Askatu».
En todas aquellas caras quise encontrar alguna de las que nos acompañaban en las concentraciones que pedÃan la libertad de Ortega Lara o de Cosme Delclaux, pero no. Se me hacÃan más propias las de aquellos que se manifestaban frente a nosotros al grito de «fascistas» y «asesinos».
Qué lástima que esta sensibilidad por los derechos humanos les haya nacido después de haber tenido tantas oportunidades para expresarla por los crÃmenes que se perpetraban en nuestra tierra.
Si el mismo fervor hubiera impregnado sus corazones en la sanguinaria época del tiro en la nuca, la reacción social hubiera tenido una eficacia que, desgraciadamente, ni se produjo a tiempo ni llegó a las cimas de los puertos y a las metas de las carreras.
Por ello, me permito dudar de la bondad de sus intenciones. Sospecho de la nobleza de su espÃritu y de la profundidad ética de acciones tan viscerales. Más aún, la efervescencia de su reacción por la causa palestina la interpreto como una profunda inmoralidad.
SÃ, es inmoral el tacticismo con el que escogen las causas por las que derribar a un corredor de La Vuelta o invadir los espacios públicos con mensajes reivindicativos. El maximalismo con el que interpretan la relación con Israel llega a extremos que no se corresponde con la inanidad con la que observan los asesinatos de cristianos en Nigeria o el ataque de la población civil en Ucrania.
Ninguna ética, ninguna moral. Por el contrario, observamos tacticismo, oportunismo, ocasión para la propaganda y el victimismo sectario.
Los exaltados que se desgañitan por Gaza devalúan la causa justa de quienes padecen el bombardeo indiscriminado de unas tropas israelÃes que han desbordado el derecho de defensa y emplean sus armas para ejercer el «derecho de conquista» Pese a la inmoralidad y el fingimiento de la izquierda, hay razones para exigir que Israel cumpla con los derechos humanos en Gaza.
En realidad, la ineficaz actuación del antijudaÃsmo mostrada en La Vuelta, como el de la flotilla propagandÃstica que viene recalando en los puertos del Mediterráneo, no se propone aliviar las desgracias de los gazatÃes sino imponer su versión de las relaciones internacionales y, sobre todo, condicionar a la opinión pública europea en el sentido de sus intereses ideológicos.
No es ingenuo poner tanto énfasis en el caso palestino y tan poco en la guerra de Ucrania, el éxodo venezolano o el atroz comunismo hereditario de Corea del Norte. La izquierda ha identificado una contradicción del sistema en la actuación sionista y extrema su reacción contra ella. Lo hace, además, con un tesón que ojalá supiéramos emplear quienes sà creemos en la bondad de los principios que se han construido con los criterios de la filosofÃa griega y el humanismo cristiano.
El desprecio de Ibon Meñika por los derechos humanos está probado, como también queda acreditado su activismo por socavar las bases sobre las que se asienta la convivencia en los paÃses democráticos.
Para lograrlo, la izquierda escoge las causas que le parecen más justas, usa la transgresión, cuando no la amenaza e incluso la violencia. Asà lo ha hecho en el PaÃs Vasco en materias como la energÃa nuclear, la autopista de Leizarán o la ‘Y Vasca’, en todos esos casos llegaron a asesinar para lograr sus objetivos de intimidación de la sociedad.
Por ello, cuando veo a la izquierda, vasca y de toda España, en esa desmesurada reacción contra Israel no me cabe duda de que no son los derechos humanos, la convivencia o el final de la guerra lo que les mueve sino un objetivo ideológico, por conveniencia, que, empleado con cálculo polÃtico, pierde su valor ético y se convierte, sencillamente, en una inmoralidad.
* Javier de Andrés es el presidente del Partido Popular en el PaÃs Vasco.