Publicado: agosto 8, 2025, 6:07 am
El número 78 de la calle León XIII de Sevilla hace esquina, de modo que las ventanas del bajo en el que mataron a Marta del Castillo dan al lateral de otra vía, esa en la que hay un gorrilla indicando dónde hay hueco para aparcar. «¡Dos multas me ha puesto hoy la Policía, dos multas!», informa a todo el que pasa. Se entiende que los sancionados son conductores a los que él ha ayudado a estacionar.
La ventana principal de la vivienda tiene ahora dobles barrotes. Los verticales que había cuando el asesinato y otra tanda extra en horizontal. La persiana está casi subida pero una cortina tupida protege el interior de miradas indiscretas. En el alféizar hay siete macetas que la actual inquilina ha regado hace nada.
Desde aquí se ve perfectamente la terraza del bar de enfrente, donde el padre de Marta citaba a quienes se interesaban por el piso cuando lo puso en venta. Más adelante contará el propio Antonio del Castillo por qué compró la propiedad en la que su hija perdió la vida y por qué acabó deshaciéndose de ella.
«El padre de Marta quedaba aquí con la gente a tomar café a ver si la vendía, pero cuando se enteraban de qué casa era…», cuentan en la cervecería. Los potenciales compradores salían uno tras otro despavoridos hasta que apareció Esperanza. «A ella no le da miedo estar en la casa ni nada. La reformó y le ha quedado preciosa. Está muy a gusto«, explican.
El edificio se encuentra en una barriada popular, al lado del hospital de la Macarena, a tres pasos del centro. Son cuatro plantas que, a ocho viviendas por cada una, suman 32 familias. Es media mañana de un jueves y hay mucho trajín en el portal, por el que circulan sobre todo señoras mayores con carros de la compra. Con ellas charlamos mientras esperamos a que inquilina del Bajo C, que no se encuentra en casa, regrese.
No contábamos con que a estas alturas hubiera entre los que entran y salen alguien que no supiera que dentro del edificio, el 24 de enero de 2009, se produjo uno de los crímenes más mediáticos de la historia España. Un caso aún sin cerrar del todo, puesto que Marta del Castillo no ha podido ser enterrada y sus padres no cesan en el empeño de encontrarla. ¿A dónde se llevaron su cadáver cuando lo sacaron por esta puerta?
La mujer que abre el portal con la llave automática es originaria de Armenia, lleva 20 años en España y cinco viniendo a trabajar al 78 de León XIII, donde ayuda a una familia con las compras y alguna otra tarea. «¿¡Que aquí fue dónde mataron a Marta del Castillo!?», pregunta/exclama llevándose la mano al pecho al saber por qué nos encontramos allí.
«Seguí el caso, mis hijos eran pequeños cuando desapareció, pero no sabía que pasó aquí», cuenta. «Yo jamás viviría en esa casa, ni aunque me la regalaran, porque cuando en un sitio pasa una cosa mala la sensación queda», deja dicho antes de subir las escaleras.
Cómo es posible que no esté enterada lo aclarará la mujer que entra después que ella. «Es que los vecinos ya no mencionamos el caso porque estamos muy cansados del tema. Aquí se terminó hablar más de lo mismo», dice con tono de enojo. «Es que todavía ves la reacción que provoca en la gente. Le digo el otro día a una compañera de trabajo: ‘Vivo en tal sitio’. ‘¡Uy, por favor!’. ‘Por favor, ¿qué? Como si pasa esto en tu bloque, que esto ha sido en una vivienda y yo estoy en la mía'», espeta llave en mano frente a la fachada de ladrillo en la que, tras la desaparición de Marta, alguien grafiteó en grandes letras mayúsculas: «Aki vive un asesino».
La mayoría de los residentes están ya jubilados pero eran parejas jóvenes cuando en 1980 se comenzó a llenar el bloque: «Gente obrera, trabajadores de la construcción, de la hostelería, algunas enfermeras…». Entre ellos estaban Felisa Delgado y José Carcaño. El matrimonio se instaló en el Bajo C: 88,61 metros cuadrados, vestíbulo, salón-comedor, cocina, tres dormitorios y cuarto de baño. Traían con ellos un niño de 12 años que Felisa había tenido con una pareja anterior. Se llamaba Francisco Javier Delgado Moreno y sólo llevaba los apellidos maternos. Aún tardaría unos años en nacer Miguel Carcaño -14 de abril de 1989-, el único condenado por la muerte de Marta.
La ventana del bajo donde se produjo el crimen.ARABA PRESS
«A Felisa la recuerdo con una silla de ruedas que iba a manivela, yendo por la mitad de la calle, la calle era suya; y con Miguelito siempre a su lado, a los recados, a todos lados con Miguelito. El padre le daba al alcohol pero que era buena persona: hacía de Papá Noel para el barrio, animaba las fiestas…». Es lo que recuerda de ellos Fran, quien vive en el edificio, en el que se dispone a entrar con un carrito de la compra, desde que nació hace 43 años.
«La imagen de Marta no se me olvida, la tengo aquí», dice llevándose la mano a la sien y señalando luego a la poyata que se ve al otro lado del cristal de la puerta de entrada. «Ahí la recuerdo sentada en las piernas de Miguelito. Él se fumaba sus cigarritos y luego entraban en la casa».
A Fran la desaparición de Marta le pilló de vacaciones en Portugal. Regresó y enseguida comenzó el runrún de que Miguelito, como él lo llama, estaba implicado. «Yo lo he sacado en carrito desde que era un bebé, así que me lo encontré en el portal y le dije: ‘Ven pacá, ¿qué ha pasado?’. ‘Na, que ha desaparecido Marta y me echan la culpa’. Empezaron a salir vecinas y me lo llevé a su casa. ‘Si has sido tú, vete de aquí y no aparezcas porque te arranco la cabeza. Y si no ha sido tú, cabeza alta’. Salimos de la casa y apareció la secreta, que ya se lo llevaban a declarar», cuenta.
Tenía Carcaño entonces 19 años y hacía un par que se había quedado huérfano tras el fallecimiento de su madre, Felisa, quien se ganó la vida vendiendo cupones de la ONCE. José, el hombre bebedor y dicharachero, según la descripción de Fran, hacía tiempo que era un padre ausente, ya que abandonó a la familia siendo Carcaño muy pequeño. Enterrada Felisa, Miguelito y su medio hermano, Francisco Javier -21 años de diferencia entre ambos- heredaron la casa.
En el documental ¿Dónde está Marta? (Netflix, 2021), Antonio del Castillo sitúa su encuentro con Carcaño el 24 de febrero de 2017. Ocho años después de la desaparición de su hija, tras buscar el cadáver en el río Guadalquivir, en el vertedero de Alcalá de Guadaira, en la finca Majaloba de la Rinconada -de un sitio a otro en función de la versión que desde la cárcel iba dando Carcaño-, decidió lo siguiente, según cuenta en el documental: «Serían las doce de la mañana o por ahí, y le dije a mi mujer: ‘Vamos a acabar con esto’. Me vine aquí, a la prisión, a Herrera de la Mancha. ‘¿Qué puedo perder, si ya lo he perdido todo?’ Pensando ‘¿qué hago?, ¿le doy la mano?, ¿lo saludo?’. Tuve que saludarlo y darle la mano. Él estaba en una actitud… Bueno, cabizbajo, creo que estaba más nervioso que yo. Mis primeras palabras fueron: ‘¿Dónde está, Miguel?’. Al finalizar la entrevista es cuando me dijo lo de la hipoteca».
Lo de la hipoteca… Carcaño llegó a firmarle a Antonio del Castillo una autorización para que pudiera acceder a las nóminas y a toda la documentación que aportó para conseguir que en octubre de 2008 -tres meses antes del crimen- el BBVA le concediera un préstamo hipotecario por valor de 108.000 euros, es decir, que le facilitara esa cantidad de dinero poniendo el piso de León XIII como garantía de pago.
La operación, aseguraba Carcaño, había sido idea de su hermano Francisco Javier, a quien por entonces llevaba ya unos años acusando de ser el verdadero autor de la muerte de Marta. Desde 2013 en concreto, cuando ofreció su séptima versión de lo ocurrido: discutieron por un tema económico, Francisco Javier se puso muy violento, Marta intentó ayudar a Miguel y el hermanastro, que trabajaba como vigilante de seguridad, la golpeó con una pistola.
Las indagaciones sobre la hipoteca que hizo Antonio del Castillo concluyeron que Carcaño empleó el dinero que el banco le dio en finiquitar los 49.000 euros que la casa aún tenía pendiente de pago cuando la heredaron y en comprarle a Francisco Javier su parte de la vivienda por 32.000 euros, convirtiéndose así en el único propietario. Descubrió el padre de Marta también que Carcaño, que en el momento de acudir al banco sólo ingresaba una pensión de orfandad de 600 euros, había conseguido el crédito con engaños, presentando una nómina falsa de 1.400 euros mensuales como camarero y una vida laboral igualmente ficticia.
Mural del grafitero Mika dedicado a Marta del Castillo.ARABA PRESS
Según la teoría que elaboró la familia de Marta del Castillo, la discusión que acabó con la muerte de la menor se originó al descubrir Francisco Javier que su hermano había dejado sin fondos la cuenta de la que el banco debía cobrarse los 400 euros mensuales de la letra del préstamo hipotecario. Carcaño se había comprado una moto de ese dinero y además se había llevado del banco una Play Station y otros juguetes tecnológicos pensando que eran regalos por suscribir la hipoteca.
El verdadero móvil de la muerte de Marta, argumentó Antonio del Castillo ante la Justicia, no fue el enojo por los impagos sino el miedo a que saliera a la luz la estafa mediante la que se había conseguido el préstamo. En base a esta nueva teoría, que la familia sustentó con documentos, el caso se reabrió en 2020 pero fue sobreseído unos meses después.
Para entonces, el escenario del crimen, la casa, había cambiado varias veces de manos. Puesto que Carcaño dejó de pagar la hipoteca, el banco se hizo con ella para venderla luego a una inmobiliaria. El siguiente cambio de titularidad sería un giro de guión totalmente inesperado.
«La casa la compré yo para ofrecérsela [a Miguel Carcaño] si me ayudaba a encontrar el cuerpo de mi hija». Habla Antonio del Castillo, telefónicamente, ya que rechaza un encuentro personal porque se quiere «quitar de los medios». El ofrecimiento se lo hizo por carta y con una fecha de vencimiento -31 de agosto de 2021- que cumplió sin que Carcaño dijera ni mu. «Cuando fui a verlo a prisión también le ofrecí un sueldo y me dijo que no. Era el último disparo que tenía», revela Antonio ahora. «Al final vendí la casa y, ¡al carajo!, casi le pierdo dinero», dice sin querer revelar las cifras.
De cuánto le costó deshacerse de la casa dan fe quienes lo veían en la terraza del bar atendiendo a los posibles compradores y el mensaje que puso en redes sociales el 11 de julio de 2022 cuando logró por fin colocarla. «Quisiera con estas líneas agradecer la atención, colaboración y profesionalidad prestada por Tecnocasa Estudio Pío XII-Cruz Roja y Estudio Arroyo-San Carlos en la gestión e intermediación de la venta del inmueble de León XIII. Un fuerte abrazo a Miguel, Enrique y Carlos».
«Lleva un par de años ya aquí y está muy feliz«, dan detalles en el portal de la nueva propietaria.»Ella vivía cerca con su marido en una casa, se quedó viuda y la casa se le hizo muy grande para ella sola y, mira, encontró esta. No quería irse del barrio y esto era perfecto para ella», explican. «El piso además lo tiró todo por dentro, eh. No tiene nada que ver con el que había. Tiene un patio y todo, lo tiene muy bonito», ahondan.
Advierten también de que la mujer, ya jubilada, suele viajar mucho con sus amigas y que no es extraño que esté pasando unos días fuera. Así parece a juzgar porque pasan las horas y no regresa a casa. Le dejamos una nota en el buzón y un recado con una vecina y esperamos a que nos responda. Nunca lo hace.