Publicado: junio 26, 2025, 2:07 am

Hay un interrogante para cada gesto, ademán, pose, actitud, conducta, puesta en escena y declaración de Pedro Sánchez desde sus inicios. La pregunta que hay que hacerse cada vez que el presidente toma posición sobre alguna materia es: ¿Había otro modo de hacer las cosas? ¿Menos agresivo, arrogante, soberbio y divisivo? La respuesta es siempre ‘sí’. Sin embargo, sin barro no es nada. Se conduce para sí mismo y su parroquia y orfeón, que justificaron todo su recorrido: Podemos, ERC, Bildu, Junts…
Sánchez sobreactúa: irrumpe un domingo para interpretar los términos de una misiva de Rutte. Crea un clima de incomodidad, perplejidad y desconfianza a su alrededor, inclina la cerviz y alza torvo las pupilas. Combina el gesto natural con el ensayado: cuando asume su papel de víctima, deja caer el labio inferior, mueca que alterna con la curva de sus comisuras. Sánchez se alejó calculadamente del marco de la foto de familia en La Haya. Está pero no está. Es un prestidigitador. Su narrativa deconstruye su firma. Rubrica lo mismo que el resto de países miembros de la OTAN pero invertirá menos que los demás. Su misterio se reduce a ganar otro día. Es agotador, pero sobre todo piensa que lo es más para sus adversarios.
Sánchez usa el antitrumpismo en defensa y duración propios. Lo lleva tan lejos como lo necesite, en función de la elevación de las exigencias de sus socios y en relación con los aprietos que le genera el desmantelamiento de la trama de corrupción en torno a su Gobierno y organización. Se coló por la grieta de la victoria de Trump para camuflar que carece de Presupuestos, aislándose de los aliados europeos y atlantistas. Comparece y esconde la bolita. Si hubo y vendió como positiva una excepción ibérica por el gas, por qué no iba a promover otra excepción española: «La excepción soy yo», proclama. El escapista se envuelve en su capa y desaparece tras estallar una bomba de humo generado por equivocas cifras que se cruzan. Misión cumplida: desorden y confusión en La Haya; servilismo de Yolanda Díaz en Madrid; alboroto y barullo en las Cortes.
De nuevo había otro modo de hacer las cosas, aunque inaccesible para Sánchez. Su mensaje lo envía de pie, Zapatero lo hizo sentado. Quedan tres casillas: la declaración de Cerdán ante el juez, el Comité Federal y la comparecencia parlamentaria del 9 de julio. Pan comido, si no explota otro audio, informe de la UCO o revelación de la Fiscalía Europea. Ábalos sigue atado y bien atado; Koldo es un alma en pena; Cerdán permanece en fase de negación y las amenazas de Trump son arneses para Sánchez. Si no fuera por esos malditos fondos Next Generation ya estaría comiendo paella, en camiseta de tirantes y bañador: aquel flotador que le salvó el pellejo y le permitió someter y captar a obsequiosos empresarios tiene ahora efecto bumerán, como los otros fantasmas sin exorcizar, producto de complejos o fijaciones: Barrabés, el rescate de Air Europa, la secretaria con cargo al erario para los negocios privados de Gómez y el fiscal de sus entretelas. Esto es la red; lo de Cerdán es la trama; parece premium, pero también es chusca.