Publicado: noviembre 29, 2025, 3:07 am

La idea de que Pedro Sánchez es el baluarte que contiene el avance de la extrema derecha es una de esas teorías que sobrevive más por repetición que por escrutinio. Los datos revelan que el sanchismo no es el freno, sino el catalizador de la ultraderecha. Los reaccionarios, por definición, reaccionan ante algo. Y ese algo es Pedro Sánchez; no es difícil intuir por qué.
El jueves ingresaron en prisión preventiva José Luis Ábalos y Koldo García, convirtiendo a Sánchez en el único miembro del cuarteto del Peugeot que no ha pasado una noche en la cárcel. Porque Ábalos, Koldo y Cerdán no eran tres oportunistas que se subieron al carro de la campaña: eran la guardia íntima de Pedro Sánchez. Y el hecho de que Ábalos, que pronunció aquel discurso censurando la corrupción del Partido Popular, esté encarcelado por corrupción es una metáfora demasiado perfecta del sanchismo.
La constatación de que tres de las cuatro manzanas estaban podridas nos presenta un dilema ineludible:¿es Pedro Sánchez un hombre astuto o un hombre decente? La realidad ha demostrado que es imposible que atesore ambas virtudes: si es el hombre honrado e incorruptible que dice ser, no puede ser muy astuto. Y si es tan astuto como dicen, es imposible que sea un hombre decente. Y esto es solo el registro de la corrupción penada. Las corrupciones políticas son incluso más graves: transacciones inmorales, colonización institucional, promesas traicionadas… y una impotencia legislativa que demuestra que Sánchez no lidera tanto una mayoría de gobierno como una minoría de bloqueo.
Esta gobernanza torpe y maculada se justifica apelando al urgente deber de frenar a la extrema derecha. Pero la disyuntiva no se presenta como socialdemocracia o ultraderecha, sino como ultraderecha o Sánchez. Un falso dilema que da oxígeno al presidente pero intoxica la verdad. Uno de los efectos más corrosivos del sanchismo ha sido borrar la hipótesis de un PSOE alternativo. Se puede defender la idea de que la socialdemocracia tiene el deber moral de frenar a la extrema derecha sin necesidad de aceptar que sólo puede hacerlo bajo el liderazgo de Pedro Sánchez.
Es evidente que Sánchez no contiene a Vox, lo alimenta. Y lo hace a conciencia. No sólo con la esperanza de que cada voto que gana para Vox lo pierda el PP; también porque la polarización aprieta las filas de su coalición y despierta a sus votantes. Por todo esto, Sánchez no puede ser la opción de quien desea rebajar la tensión política y evitar, sin ira ni violencia, el avance de la derecha radical. Su llegada al poder, de producirse, no podrá explicarse como un accidente meteorológico sino como consecuencia de la polarización que el propio Sánchez ha avivado.
La tragedia del PSOE es que se ha creído que Sánchez es irremplazable. Y será tarde cuando se den cuenta de que muchos ciudadanos que, entre derecha y socialismo, habrían elegido socialismo, prefieren quedarse en casa cuando las opciones son derecha o sanchismo.
