Publicado: diciembre 19, 2025, 1:07 am

El ascenso de Vox es desde hace tiempo un arma de doble filo para el Gobierno. A la estrategia de La Moncloa no le va mal la pujanza de la ultraderecha porque, entienden, eso supone debilitar al PP, además de generar un enemigo claro con el que confrontar y alimentar su mensaje del miedo. «Cualquier cosa que haga tropezar al PP nos viene bien», admiten. Pero al tiempo, ese crecimiento pone en cuestión el mensaje de Pedro Sánchez que presenta su Gobierno como el dique de contención contra la extrema derecha. La pujanza de los de Santiago Abascal es presentada por el Ejecutivo como una culpa de Alberto Núñez Feijóo, al que presentan como un líder «débil» y «entregado» a sus exigencias. Pero el señalamiento de Yolanda Díaz y de Sumar, de que la negativa del presidente del Gobierno a acometer una remodelación solo «alimenta» a Vox torpedea la maniobra del complejo presidencial, generando, además, de nuevo, malestar con su socio minoritario.
En la coalición de Gobierno siempre ha habido una tensión latente sobre determinados temas. Pero la crisis que vive el PSOE por los presuntos casos de corrupción y las denuncias por acoso sexual ha destapado un enfrentamiento directo entre la posición de Sánchez y Díaz. La vicepresidenta segunda, y su núcleo duro, exigen al presidente del Gobierno un cambio profundo del gabinete bajo la premisa de que «así no podemos seguir». Éste lo rechaza, pese a la insistencia de su socia, porque considera, entre otras cuestiones, que eso sería reconocer la implicación de su Ejecutivo en los escándalos, y defiende que ningún ministro está implicado.
El enfado en el ala socialista del Gobierno viene por dos derivadas: primero, porque consideran que la vicepresidenta segunda «se equivocó» al lanzar ese órdago -«No puede poner a su socios en esa disyuntiva»-. Segundo, porque culpar a Sánchez del crecimiento de Vox es un misil en la estrategia de La Moncloa. «A Vox lo alimenta el PP», zanjan en el complejo presidencial. El propio Sánchez, este jueves, a su llegada al Consejo Europeo en Bruselas, desautorizó a la líder de Sumar en el Gobierno. «Ese crecimiento demoscópico de fondo de la ultraderecha en nuestro país, vamos a ver la materialización, nada tiene que ver con la acción de Gobierno. Tiene todo que ver con el blanqueamiento que la derecha política y mediática está haciendo de Vox».
«Feijóo acusa una creciente falta de liderazgo y se ha ido acercando a Vox», analizan fuentes gubernamentales. Pese a que el ciclo electoral que comienza este domingo en Extremadura se presenta bastante desfavorable para los intereses socialistas, con citas en Aragón, Castilla y León y Andalucía, el consuelo es presentarlo como un escenario en el que aflora la dependencia del PP de Vox, esperanzados en exprimir que sus mayorías pudieran menguar o mantenerse tal y como están por lo que seguirían en manos de los de Abascal. «Estas elecciones son una patata envenenada para el PP», sostienen en la sala de mandos socialistas, pese a que sus perspectivas demoscópicas no son nada halagüeñas.
«Feijóo no ha acertado en cómo tiene que actuar frente a Vox y ha terminado cayendo en sus garras. Y cuando eso sucede, la gente termina siendo más partidaria de ellos que de ti», analizan dentro del Ejecutivo. De ahí que el desmarque de Díaz, poniendo el cartel de culpable a Sánchez y no al líder del PP sea visto por los socialistas como un comentario «marciano», que enmarcan en la debilidad en la que se encuentran tanto Sumar como Díaz.
«El PP ha dejado de competir por el centro y ha decidido pelear con Vox por el extremo. Pero cuando una derecha democrática imita a la extrema derecha, pierde su alma y su credibilidad. El problema ya no es solo lo que dice Feijóo, sino lo que está dispuesto a aceptar para llegar a la Moncloa: lo que le dicte Abascal», exponen los socialistas. Y en ese marco, Díaz ha puesto una piedra en el camino.
Pese al desafío y la posición contraria a su visión, Sánchez evita pedir la salida de su socio minoritario del Gobierno para no ahondar una imagen de estabilidad ya de por sí alimentada por las dudas que tienen los partidos que sostienen a La Moncloa sobre la viabilidad de la legislatura. «Pese a las discrepancias porque somos ser organizaciones políticas con una cultura diferente hay muchas cosas que nos unen a PSOE y Sumar», quiso terciar Sánchez a su llegada a Bruselas. El presidente del Gobierno en público templa aguas buscando evitar una imagen de inestabilidad en la coalición que erosione más a un Gobierno que afronta un momento crítico por los casos de presunta corrupción y las denuncias de acoso a cargos del partido.
Sánchez, preguntado por los periodistas si Sumar debe permanecer en el Gobierno, obvió la cuestión, centrándose en que ambos partidos están «implementando una hoja de ruta de avances». Positividad. Pone el foco en las medidas que tiene en perspectiva la coalición. «Ahora mismo estamos por ejemplo en plena negociación con los agentes sociales para un nuevo incremento del salario mínimo».
El jefe del Ejecutivo siempre que puede presume de «estabilidad» -«Este Gobierno garantiza la estabilidad»- y lo hace para contraponerlo con los gobiernos autonómicos del PP y Vox que o bien han roto o bien se han visto en la tesitura, como Extremadura y Aragón, de adelantar elección por la ingobernabilidad. La Moncloa, pese a que no ha sido capaz de aprobar unos Presupuestos en toda la legislatura y que no cuenta con una mayoría en el Congreso, se presenta como garante de la estabilidad. «Lo importante es que haya paz social, que haya paz territorial, que es lo que este Gobierno garantiza, y una cierta estabilidad parlamentaria dentro de la dificultad».
El PSOE y Sumar están citados hoy, presuntamente, para celebrar su reunión para analizar la situación en la que se encuentra el Gobierno. Y es presuntamente porque a lo largo del día de ayer ninguno de los dos socios confirmó hora, lugar o las personas que se iban a sentar a dialogar. Tampoco lo incluyeron en su agenda a los medios.
Esta opacidad es muy significativa, porque revela que las condiciones en las que se está preparando esta cita no son precisamente de consenso. Y todo parte del origen.Sumar planteó su encuentro con el PSOE como una suerte de cumbre de los dos sectores del Ejecutivo, sin embargo, los socialistas se apresuraron a rebajar el alcance del encuentro y anunciaron que sería la secretaria de Organización, Rebeca Torró, la interlocutora.Es decir, que a diferencia de lo que pasó en julio, el socio mayoritario no pensaba dar un alto nivel a la cita y que rechazaba colocar en la foto a la vicepresidenta María Jesús Montero o al ministro Félix Bolaños. Como sí pasó entonces.
Por ahí podrían venir las discrepancias con Sumar. En principio es una reunión de «cargos orgánicos» de los partidos. El otro punto de fricción podría ser la agenda de temas.
