Publicado: junio 23, 2025, 4:07 am

¿Cuándo debe dimitir el presidente de un Gobierno de un Estado democrático? Existe la extendida creencia de que los políticos se agarran al sillón cual percebe al acantilado y que ya pueden golpear olas de corrupción, desgobierno o negligencia, que no se sueltan. No se defenderá aquí lo contrario, porque la realidad me pondría en mi sitio, pero sí procede recordar que dimisionarios ha habido, antes y ahora, por altas razones o bajas debilidades, voluntarios o forzados. Así que imposible no es, sólo hace falta algo de voluntad democrática.
El gran dimisionario universal sigue siendo Nixon, inventor del manual del resistente, con su set de trampas, mentiras y soberbias. Sólo se marchó cuando le iban a echar y de su discurso de despedida no se acuerda nadie, porque lo que quedó del caso Watergate fue el sonido ensordecedor de los teletipos y las máquinas de escribir con el que Alan J. Pakula cerraba la última secuencia de Todos los hombres del presidente. El buen periodismo.
El gran dimisionario español sigue siendo -con permiso de Juan Carlos I– Adolfo Suárez, único en su especie. La suya fue la renuncia de un hombre derrotado políticamente y su discurso de despedida, el 29 de enero de 1981, sí merece ser recordado. Comenzaba así: «Hay momentos en la vida de todo hombre en los que se asume un especial sentido de la responsabilidad».
Entre la nómina de políticos que se marcharon de forma voluntaria siempre ha destacado el peculiar caso de Harold Wilson, que dimitió por sorpresa como premier británico por agotamiento físico y mental. También el de Margaret Thatcher, que se fue tras hundirse en las encuestas y perder el apoyo de su partido. Mario Draghi se marchó en Italia tras perder una moción de confianza. Y el portugués António Costa se despidió por una investigación por corrupción que luego quedó en nada, argumentando que «la dignidad de las funciones de primer ministro no es compatible con ninguna sospecha sobre su integridad».
Responsabilidad, confianza, dignidad, integridad. Son palabras que se repiten en las dimisiones a través de las décadas y que podrían ser norma, y no excepción: el prestigio de las instituciones y el funcionamiento democrático por encima de las personas. Las historias de heroicas resistencias personales son atractivas y dan para biografías y novelas, pero suelen desembocar en turbios finales.
A falta de un manual de la dimisión política, le he hecho a Chat GPT la pregunta con la que iniciaba este artículo, por si la inteligencia artificial aporta luz. Con bastante normalidad y pragmatismo tecnológico, responde: «La dimisión no está sujeta a una regla única, pero suele considerarse apropiada o necesaria en función de cuatro grandes criterios ético-políticos. Son éstos:
1. Cuando el presidente pierde el apoyo parlamentario necesario para gobernar o cuando su liderazgo se vuelve insostenible dentro de su propio partido.
2. Cuando está implicado directa o indirectamente en un escándalo o en corrupción que compromete su integridad o la del Gobierno.
3. Cuando no logra sacar adelante las políticas fundamentales que sustentan su mandato (por ejemplo, presupuestos) o tras una derrota electoral muy severa.
4. Por razones personales o de salud».
Es una enumeración a la que la inteligencia natural también podría llegar, creo yo. El caso que nos ocupa: Pedro Sánchez formó una coalición impracticable de partidos para seguir en el poder y no tiene mayoría parlamentaria (punto 1); las personas que eligió para dirigir su partido los últimos ocho años están investigadas por graves delitos de corrupción (punto 2); no es capaz de aprobar unos presupuestos del Estado (punto 3).
El aludido lanza piedras como argumentos para simular que está fuerte y aparentar que esto es una anécdota. Pero el principal mensaje es el que dirige a sus electores, a sus socios y a todas las personas que se consideran de izquierdas: o este PSOE corrupto o la derecha. Es directo y simple: o compra usted, ciudadano progresista, este lupanar de mordidas, sobornos, prostitutas y enchufes grotescos, o prepárese para lo que viene. Porque aquí trabajamos por la gente, no como ésos.
Hoy declaran Ábalos y Koldo en el Tribunal Supremo. La lucha sigue.