Publicado: abril 6, 2025, 10:07 am

El rearme de Europa es moral. Sánchez, escurridizo, pretende ignorarlo y marear la perdiz. Reivindica para Europa un «proyecto político de poder blando». Ganó tiempo hace una semana serpenteando en torno al término «rearme». Esta, con la entrada en vigor de los aranceles estadounidenses, también coge aire y se embolsa algunos días. Su plan es algo difuso: «más Europa» y empleo de «mecanismos de defensa y disuasión económica». En términos reales, se trata de más China. Su primer embajador, Zapatero, compareció, tan solemne y soñador, con Alsina. Acaba de escribir La solución pacífica. Por cómo se explicó al principio de la entrevista, el título encubierto es La solución China. De Puebla a la ONU, Zapatero ha descubierto que el negocio está en la defensa de los Derechos Humanos -como hizo Garzón-, o sea, medrar entre quienes los conculcan señalando a quienes están llamados a defenderlos.
Desde los años 60 del siglo XX, el pacifismo siempre fue prosoviético y el repliegue de la URSS, táctico. En el informe de actividad del XXII Congreso del PCUS, en 1961, Kruschev basó la «coexistencia pacífica» en una renuncia y una advertencia que neutraliza la supuesta renuncia: exportar la revolución y responder enérgicamente, movilizando «sus fuerzas», junto con «el poder del sistema socialista mundial», a los «enemigos de la libertad y la paz mundial». Esto es, Kruschev abjuró de Stalin pero cogió su insignia: aceptó no exportar la revolución -el comunismo- a menos que hubiera que hacerlo para frenar al fascismo. De tal modo tenemos a Putin en Ucrania. El objetivo de la invasión fue desnazificar Ucrania. Así lo sostuvo el nuevo zar, coreado, con incombustible levedad, por nuestros menguados Togliatti, Münzenberg y Rosenberg: Iglesias, Montero y Díaz. Zapatero, como su articulista Sánchez Cuenca -alfil de Díaz, peón de Sánchez-, piensa que contener a Putin es concederle lo que pide -sea lo que sea-, reconocer su supremacía militar y vulnerar el principio y derecho a la integridad territorial de Ucrania. El pensamiento mágico de los proputin men nos retrotrae a la Guerra Fría: creen que la satisfacción de Rusia es nuestra paz.
De alguna manera, el plan estratégico de Exteriores, titulado escuetamente En 2025, reproduce también la lógica de la propaganda soviética durante la Guerra Fría, que causó furor en la izquierda en los 80. Considera la cooperación al desarrollo como una «herramienta de paz». En Perspectivas de una Europa raptada, secuela de El rapto de Europa, el pensador Luis Díez del Corral reprocha a la segunda generación de líderes europeos cierto eurocratismo y critica el estudio prospectivo Europa 2000, que aquí publicó Revista de Occidente, porque proyecta un futuro para Europa sin consideraciones al orden militar, es decir, desatendiendo la función propia de un Estado: su defensa. Por último, Del Corral fija con lucidez, en 1974, el marco en el que se desenvuelve hoy la relación Europa-Rusia: «Rusia y Polonia: dos pueblos eslavos, vecinos, de lenguas y culturas tan emparentadas, pero con un entendimiento radicalmente distinto de lo que es la convivencia política».
Europa y la Unión cuentan hoy con cuatro liderazgos esperanzadores para promover el rearme moral y defensivo frente a Rusia, las sinuosas intenciones de China y el proteccionismo y zafia voracidad lucrativa de Trump. Son Kallas, Tusk, Starmer y Meloni. Ha de incorporarse Merz y apurar su influencia Macron. Sánchez, el gran coreógrafo, porfiará en su zigzagueo para defender lo suyo… con ayuda de Xi.