Publicado: julio 22, 2025, 1:07 am

El último gran incendio de este verano se produjo este fin de semana en Valdecaballeros (Badajoz). El fuego calcinó 2.400 hectáreas y se llegó a extenderse sobre un perímetro de más de 13 kilómetros. 140 niños fueron desalojados de un camping donde se encontraban de campamento, al igual que 300 vecinos del poblado de Cíjara. Desde que comenzaron las llamas, la inmensa mayoría de la población de la comarca de la Siberia extremeña lo tenía claro: «Ha sido intencionado». La sospecha se basaba en la memoria reciente: 23 incendios consecutivos entre los del pasado verano y lo que llevamos de éste. Hasta se apuntaban nombres concretos de los posibles autores, fuera de micrófono. Son poblaciones pequeñas y «aquí todo el mundo se conoce», aunque otra cosa bien distinta es probarlo. Ése es el gran reto. El consejero de Presidencia de la Junta de Extremadura, Abel Bautista, ha pedido ayuda para localizar a los responsables. Con el fuego casi controlado en la tarde del domingo, en otra zona alejada a la que los bomberos intentaban aplacar las llamas de la cabecera para que no entraran en la Reserva de la Biosfera, aparecía otro nuevo brote de llamas: «Es imposible que se haya producido ese segundo foco si no es por la intención de un ser humano», clamó el responsable político.
No es el único caso de este verano. Durante la semana pasada, se sucedieron varios incendios consecutivos en la A-5. Desde Trujillo (Cáceres) hasta Méntrida (Toledo) y La Torre de Esteban Hambrán (Toledo): «Estamos muy preocupados desde el Gobierno de Castilla La Mancha, dado que en muy corto espacio de tiempo hemos tenido al menos hasta cinco incendios concentrados en una zona muy concreta a lo largo de esta autovía en distintos municipios», advirtió ayer la consejera de Desarrollo Sostenible de Castilla-La Macha, Mercedes Gómez. ¿Simple causalidad?
«Un pirómano es una persona que tiene una enfermedad y que tiene que ser tratada psicológicamente porque disfrutan el ver arder cualquier infraestructura y, por lo tanto, deben de recibir un tratamiento adecuado». La reflexión corresponde a Paco Castañares, que fue director de la Agencia de Medio Ambiente de la Junta de Extremadura (1989 y 1994). Este experto forestal considera que existe otro perfil mucho más peligroso. Son los «incendiarios»: «Son otro tipo de perfil y que tiene diferentes intereses para prender fuego al monte». Así, recuerda que el verano pasado llegaron a obtener una imagen de uno de los sospechosos que quemó las proximidades de los terrenos de la central nuclear de Valdecaballeros, pero fue imposible identificarlo. «Estaba atardeciendo, que es cuando casi siempre actúan, y fue muy difícil de demostrar su culpabilidad si no se es capaz de cogerlos en el acto y encima pueden alegar, si se les sorprenden, que lo que estaban era apagando el fuego».
Tras la reforma penal de 2015, la Ley contempla castigos de entre 10 y 20 años de prisión para los pirómanos con resultados más gravosos, pero siempre que se demuestre que crearon un peligro real para las personas. Lo normal es la aplicación de un castigo de entre 1 y 5 años, siempre que haya intencionalidad en la provocación del fuego. «Casi siempre actúan por la noche, cuando saben que la vigilancia es menor y que no vuelan los helicópteros», subraya este experto forestal. En la mayoría de los casos, los detenidos que van a juicio lo son por imprudencias: «Si un jubilado está asando un chorizo y prende la llama, tenga las consecuencias que tenga, no le meten diez años de cárcel», apostilla Castañares.
La motivación que tienen estos «incendiarios» responde a otros intereses. «En Plasencia, está demostrado que se producen numerosos incendios de pastos para atraer la atención de la Policía por gente relacionada con capos mafiosos de la droga, que aprovechan que se declara esa incertidumbre en un lugar determinado para cometer otro tipo de delitos».
En concreto, el retrato-robot de la persona que está detrás de la mayor parte de los incendios intencionados (3.609 personas en la última década han sido detenidas por esta causa) pueden extraerse de los datos extraídos del Ministerio de Agricultura, que realiza un estudio exhaustivo de los incendios forestales durante la última década. En el mismo, se señala que la primera motivación de los incendios intencionados es la quema de agrícola ilegal y abandonada (37,65%), por delante de la quema para regeneración de pastos (29,99%) o el vandalismo (7,11%). También se encuentran las venganzas personales por lindes (2,12%) y daños de animales (1,87%) mientras que la modificación del uso del suelo está sólo en el 0,37% de las causas en casi el mismo porcentaje que la animadversión contra las repoblaciones (0,25%).
En cualquier caso, se trata de incendios mucho más virulentos, los denominados de sexta generación. Debido a las numerosas lluvias de esta primavera, «hay dos o tres toneladas más de combustible (matorral, etc.) por hectárea que el año pasado y así es imposible que no se propague un incendio. En Lleida, de comienzos de julio, llegaron a acumularse hasta 11 toneladas y eso no es normal en un país con el clima y la naturaleza de España». No se trata, como hace años, de un problema de falta medios humanos en las plantillas de bomberos forestales o de escasez de recursos materiales: «La prioridad debe de ser la de preservar unos sistemas forestales más sanos, no que estén abandonados a su suerte, como ocurre ahora, porque tenemos muchos bosques, pero se están convirtiendo en auténticas bombas con una alta densidad de vegetación reseca que arden de una forma muy virulenta en verano y que son muy difíciles de extinguir», recalca Castañares, que incide: «Con pirómanos o sin pirómanos, el problema va a seguir ahí y va a ir a más si no se cambian las políticas forestales», concluye.