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El precedente australiano que inspira el modelo del PP en la inmigración: lengua y deportaciones

Publicado: octubre 18, 2025, 4:07 am

Actualizado Sábado,
18
octubre
2025

00:06

El modelo migratorio que Australia lleva aplicando desde hace décadas es uno de los espejos en los que se inspira el Plan de Inmigración del PP, desde el espíritu -«la nacionalidad no se regala, se merece»-, hasta la ejecución basada en las necesidades del país y los méritos de los solicitantes por encima de la solidaridad o la inclusión. Australia es uno de los países que más restinge la concesión del permiso de residencia para los extranjeros, tanto para los migrantes cualificados, que copan el 70% de las visas permanentes, como para los solicitantes menos preparados, los que aspiran a la reunión familiar (que suponen un 20%) y los refugiados (menos de un 10%).

«POBLAR O MORIR»

Mucho han cambiado las cosas en Australia desde 1945, cuando el ministro de Inmigración, Arthur Calwell, lanzó el eslogan «poblar o morir» con el objetivo de doblar e incluso triplicar la población del país, tan enorme y remoto como indiferente en el panorama global tras la Segunda Guerra Mundial. La falta de personal era especialmente preocupante en el Ejército y en Camberra, locomotora del crecimiento. En las últimas décadas se ha pasado del llamamiento masivo a las trabas, hasta el punto de haberse convertido en uno de los países con las normas migratorias más estrictas del mundo.

«Cada año incorporamos a unos 190.000 residentes permanentes [la población es de 27,2 millones]. La mayoría viene con ciertas cualificaciones, con estudios y con niveles de inglés muy altos», explica la abogada experta en migración y residente en Sidney Lillian Ajuria.

En Australia el dominio del idioma supone una criba significativa, al imponer unas «pruebas muy difíciles» que incluso personas con estudios universitarios avanzados «no aprueban», indica Ajuria. Los aspirantes se enfrentan a un sistema de puntos que tiene en cuenta también «un título que Australia reconozca, experiencia laboral y un contrato de trabajo a tiempo completo», detalla. «A continuación, lo que hace el Gobierno es elegir entre las personas que tienen más puntuación. Escogen por estadística. Así, si el país necesita 30.000 ingenieros, invitan a optar al visado a los 30.000 mejores», explica.

VISA

El modelo australiano está en constante evolución. Según la abogada, «el problema» era que los aspirantes a visados llegaban sin contrato de trabajo. Ahora, las empresas tienen que solicitar ciertos perfiles y hay unos requisitos «muy altos» en comparación con España, ya que el salario mínimo es elevado. «Estamos hablando de 75.000 dólares australianos como mínimo [unos 42.000 euros]», agrega la abogada. «Si el empleo se acaba o a la persona lo deja o es despedida, el visado se cancela. Esto no sucede si encuentra otra empresa que la requiera».

Como Australia, siguen este modelo otros países como Inglaterra, Canadá y Nueva Zelanda, aunque con algunos matices. «Es más o menos el mismo sistema, nos copiamos», apunta la letrada. «España está fuera de este grupo. Es bastante sorprendente porque estos países están compitiendo para conseguir talento», afirma Ajuria. «En Australia queremos atraer a lo mejor que hay, y tiene que haber un sistema muy robusto y muy fuerte para ello».

RECIÉN GRADUADOS

Dentro de este modelo que nutre las necesidades de crecimiento económico de Australia, hay poco espacio para aquellos que ansían a la residencia por otras razones. «No tienen opción, a no ser que sea por otra rama como puede ser reunificación familiar», sentencia la experta en migración. «Tenemos un programa humanitario y otro de estudiantes, pero la realidad es que el Gobierno quiere traer a personas que estén cualificadas y que tengan experiencia laboral. No quieren graduados recién salidos de una universidad que no conocen».

Los visados de estudiantes son una mina para la economía australiana. Se trata de la segunda vía de visados que más ingresos genera ya que «gastan muchísimo dinero para formarse en Australia». Según Ajuria, esto «enriquece muchísimo», ya que el gasto por matriculación ronda los 30.000 euros al año en licenciaturas, masters y postgrados, aunque esta cifra puede ser superior. Formarse en universidades australianas abre las puertas para entrar en el sistema de puntos del país.

REFUGIADOS

El cupo del programa humanitario es de unas 20.000 personas al año, «mucho menor que en Europa», indica la letrada. «El problema es que muchísimos refugiados estaban llegando en barco y el Gobierno intentó cerrar esa forma de entrada a Australia. Introdujeron los visados temporales de refugiados [y personas en busca de asilo] que fueron muy polémicos», esgrime.

Eran visados de tres a cinco años que no daban acceso a la residencia permanente y debían renovarse incluso existiendo peligro para la vida del solicitante en su país de origen. Las personas que llegaban a Australia de manera irregular y se acogían a alguno de los programas humanitarios eran trasladadas a centros de detención. Dentro del país, permanecían en hoteles mientras se regularizaba su situación, un proceso que podía durar varios años. Las largas esperas los dejaban en un limbo. Precisamente, el tenista Novak Djokovic, estuvo en uno de esos hoteles en 2022 por entrar al país a jugar el Abierto de Australia sin cumplir con el requisito de vacunarse contra Covid-19. Acabó siendo deportado.

Con el Gobierno laborista de Anthony Albanese esta legislación ha cambiado y se ha flexibilizado la situación de estos migrantes que ya están dentro del país. Se les han otorgado «visados puente», que les permiten trabajar y formar parte del sistema de salud. Eso sí, cometer un crimen les cuesta la deportación. En casos específicos, son enviados a Nauru, país con el que Australia tiene un acuerdo para usar esta isla del Pacífico como cárcel de alquiler. Allí hay un centro de detención donde ingresan a los refugiados y personas en busca de asilo que interceptan en el mar.

DELITOS

Si un residente permanente que aún no se ha naturalizado comete un crimen que le suponga una pena de más de 12 meses en Australia, las autoridades le deportan. Esto no sucede con los extranjeros que han conseguido la nacionalidad.

«Tenemos muchísimas personas que llevan aquí décadas o que han llegado aquí cuando eran bebés. Han vivido aquí 40 o 50 años, si han cometido un crimen muy serio, la legislación es muy estricta y se les cancela la residencia australiana», explica Ajuria. Estas personas nunca vuelven a entrar en el país a pesar de «haber vivido aquí toda su vida, a pesar de que tengan familia, trabajos, casas, lo que sea». La experiencia australiana demuestra que la dureza migratoria puede fortalecer la economía aunque también insensibilizar a la sociedad.

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