Publicado: julio 7, 2025, 2:07 am

Los árabes dicen que si te sientas en el umbral de tu casa acabas viendo pasar por delante el cadáver de tu enemigo. Ésa es también una ley incontrovertible de la política española: La Moncloa no se gana ni se conquista, la pierde siempre quien gobierna. Y ningún presidente sale de ella con honores. Ninguno. A Alberto Núñez Feijóo le da en la nariz que el funeral político de Pedro Sánchez se aproxima a su puerta, y quiere estar preparado. Cree que el atascadero de escándalos en que ha encallado el PSOE anticipa un adelanto electoral, y por eso ha iniciado una operación política tan arriesgada como aplaudida por los suyos.
En la clausura del XXI Congreso del PP, ayer, el líder de la oposición puso todas sus cartas boca arriba y pronunció el que en su partido consideran «su mejor discurso». Haciéndose una suerte de entrevista a sí mismo, Feijóo reveló sus planes para gobernar en solitario, sin Vox, y desgranó una detallada hoja de ruta para galvanizar y cohesionar al electorado de derechas. También apeló a una vuelta a la política de «mayorías», sin «someterse» a designios divisivos a cambio del poder. Se trata de una apuesta a cara o cruz, porque el coste de no cumplir su palabra será tan alto como el subidón de confianza que ha insuflado a su partido.
Y porque lo cierto es que no hay elecciones a la vista y los socios del PSOE no tienen intención alguna de forzarlas. Hoy por hoy, el tiempo que le queda a este Gobierno es algo que únicamente depende de Sánchez, que quiere resistir todo lo posible, y de cómo evolucionen las investigaciones que lo asaetean. No del PP.
No «someterse» al nacionalismo
En todo caso, el 6 de julio de 2025 quedará marcado para siempre en la trayectoria de Feijóo como el día en que solemnizó con mayor convicción su idea de no gobernar España en coalición con Vox. Y no pactar nunca con «este PSOE», si gana las próximas elecciones generales. Y no «someterse» a las exigencias de los nacionalistas, sino configurar un «Gobierno decente». «De todos, no de parte». Estas palabras configuran un compromiso político y moral de primer orden, porque no es sólo que «aspire» o «quiera» gobernar sin ministros de la extrema derecha, sino que en ello empeña su palabra.
Fuentes oficiales del PP lo explicaron así a EL MUNDO: «Vamos con todo. Se acabó. Con Feijóo no habrá ministros diciendo que lo que dice otro ministro de la misma mesa es mentira. O gobernamos solos, o nada, a repetir elecciones». Más claro, imposible. ¿Pero entonces, no habrá ningún ministro de Vox si, en el futuro, gobierna Feijóo? «Ninguno». Ahí queda para la hemeroteca la apuesta: gobernar en solitario o nada.
Ese órdago de «la alternativa» lo quiso llenar de contenido Feijóo con apelaciones directas a los grandes sintagmas emocionales del centroderecha. Por ejemplo, «no infantilizar a las mujeres», una «educación que exija», parar como prioridad la «inmigración ilegal» o «apoyar a la familia» e incentivar la natalidad.
Contundencia ideológica
En el PP este discurso generó una auténtica euforia no tanto por las medidas, sino por el envoltorio de contundencia ideológica. Y por el nuevo marco estratégico que conforman esos compromisos de Feijóo. La sola idea de gobernar en solitario la está invocando para convertirla en una profecía autocumplida. Para que cale tanto que se produzca. «Va como un obús a la Moncloa», se deleitan fuentes populares. «Estamos en Moncloa en las próximas elecciones. El PSOE está en periodo de derribo. Les quedan los minutos de la basura y Feijóo abre un nuevo ciclo; le robará el voto útil a Vox», añade uno de los principales barones populares. Y eso que Feijóo pidió no confiarse «con la sonrisa de las encuestas».
Fue un discurso emitido en la frecuencia aznarista de los años de la búsqueda de la centralidad. Fue duro (el PP necesita pescar más de un millón de votos de Vox), pero sin populismos ni calificativos gruesos. Con contundencia y asertividad, pero más en la clave del Feijóo de Galicia, y basado en un «contrato con los españoles» con tres compromisos: un plan de regeneración, un compromiso de nunca apoyarse en el voto cautivo, y no separar a los españoles «en buenos y malos desde Moncloa».
«Su mejor discurso», insistían barones, cargos y hasta periodistas veteranos, arremolinados en el vestíbulo de Ifema al término del congreso más plácido de la historia del centroderecha español. Por allí pasó también Aznar, que comentó la jugada con este diario: «Ha sido un discurso de ganador», dijo con media sonrisa de satisfacción. Por fin, ve cómo su partido recupera sin medias tintas los elementos ideológicos, simbólicos y emocionales que construyen la identidad de la derecha y que, a su juicio, quedaron marginados con Rajoy.
«O Sánchez o yo»
El propio Feijóo calificó la traca final -o chupinazo, por la fecha- de su congreso como «el acto fundacional de un nuevo tiempo». El presidente del PP se rebeló contra el proverbio árabe que encabeza este artículo y dijo: «El cambio no llegará por mero desgaste, sino por nuestra capacidad para generar esperanza» y para «devolver la normalidad política» a España. «Sólo hay dos opciones: o Sánchez o yo. Y yo quiero un Gobierno en solitario», subrayó.
El dirigente orensano avisó a Vox de que «donde hay que trabajar las alianzas es en el Congreso», y no en Moncloa. «El único Gobierno en coalición que ha habido no ha funcionado y yo no quiero darle a mi país los mismos espectáculos». Su plan es intentar tejer «alianzas con todos los grupos en las Cortes», con un único «cordón sanitario»: Bildu.