Publicado: julio 31, 2025, 10:07 pm

El calvario de María y Jesús en un intento desesperado por recuperar a sus hijas comenzó, aunque en ese momento ellos aún no lo sabían, cuando una de sus mellizas -ambas estudiantes universitarias– empezó a ir a terapia en 2020. Ellas tenían entonces 22 años. Terapia que ellos mismos aprobaron y abonaron con mucho esfuerzo, pensando siempre que aquello era lo mejor para la joven, pero hoy han descubierto que detrás de las técnicas utilizadas por la terapeuta que los ha separado de sus hijas hay «algo más» y que tras ellas podría esconderse una conducta peligrosa con derivas sectarias.
En el transcurso del tratamiento, las dos chicas -amparadas por su psicóloga– decidieron romper la relación con su entorno familiar y sus amigos más cercanos, mudarse a Barcelona e incluso, denunciar a sus padres por malos tratos y abusos sexuales. La denuncia, que se ha centrado principalmente en recuerdos que habrían surgido en las sesiones con la terapeuta, no ha prosperado en ninguna de las instancias a las que han recurrido. Eso sí, ha servido para «destrozar a su familia» y causarles «un profundo dolor», lamentan María y Jesús.
«Su abuela todavía hoy pregunta por sus nietas -comenta triste Jesús-. No sabe nada de la denuncia que nos pusieron, sólo que están enfadadas y que viven lejos. En cualquier caso, no entiende porque no van a verla».
La sentencia de la Audiencia de Málaga, fechada en octubre de 2024 a la que ha tenido acceso EL MUNDO, ha archivado definitivamente la causa al entender que «no ha quedado debidamente justificada la perpetración del delito» que las mellizas atribuían a sus padres. Los magistrados han basado su decisión en «el informe psiquiátrico forense» que se le ha realizado a las jóvenes en el Instituto de Medicina Legal de Cataluña, donde se indica que los rasgos de su personalidad -propensa a la «sugestividad extrema», precisa el documento- «comprometen la fiabilidad y exactitud de los hechos denunciados».
María y Jesús culpan a la terapeuta que ha tratado a sus hijas -y podría seguir haciéndolo- de «alimentar en ellas la dependencia y el apego hacia su persona, de proyectar en sus mellizas sus propios traumas y sufrimientos, de traspasar los límites del código deontológico de su profesión y de fomentar el aislamiento» de estas dos pacientes respecto a sus seres queridos a través de la terapia Gestalt y así lo han denunciado ante el Colegio Oficial de Psicólogos de Andalucía Oriental (COPAO). El COPAO, de momento, no se ha pronunciado y la psicóloga, lo niega.
Cinco años de ausencia
A pesar de haber ganado la batalla ante la justicia, no están satisfechos. Hace cinco años que no ven a sus hijas «mientras la terapeuta sigue practicando terapias vinculadas a la Gestalt, aún en evaluación y sin evidencias científicas de su utilidad, según el Ministerio de Ciencia e Innovación español y el Observatorio de la Organización Médica Colegial (OMC) contra las Pseudociencias, el Intrusismo y las Sectas Sanitarias», relata angustiado este matrimonio.
En relación a esta técnica, cuya práctica no cuenta con formación reglada en España ni require de titulación alguna, una sentencia de febrero de este mismo año del Juzgado de 1ª Instancia nº 61 de Madrid pone el acento en la falta de evidencia científica de la misma y sus potenciales peligros para la salud pública.
Una pseudoterapia
Por su parte, el doctor en psicología por la Universidad de Málaga José Miguel Cuevas, cuya tesis doctoral versa sobre las técnicas de grupo y los grupos sectarios, insiste en que la terapia Gestalt carece de aval científico y que «sus premisas son filosóficas y fomentan la emoción, la espiritualidad y el pensamiento mágico«. Esta «pseudoterapia» -dice Cuevas- tiene «un marcado carácter holístico y esotérico, presentando similitudes con sectas destructivas, donde se potencia el aislamiento, la dependencia, la culpabilización del paciente» y se hace uso de «técnicas manipulativas» para alterar la personalidad.
María y Jesús han ganado, si, pero su lucha no ha terminado -aseguran- y han emprendido una campaña, junto a otros afectados por este tipo de terapias, para alertar sobre sus peligros pero sin olvidar que su objetivo no es otro que recuperar a sus hijas.
La pandemia
El inicio del duro peregrinar por el desierto de este matrimonio gaditano afincado en Marbella se remonta a los primeros tiempos de la pandemia por coronavirus. Un mes antes del confinamiento a una de sus hijas le diagnosticaron hepatitis aguda autolimitada en relación con un síndrome mononucleósico. Los médicos le recomendaron reposo.
Las mellizas, acostumbradas a estar siempre juntas, se instalaron con sus padres en Marbella. Ellas «recibían clases online» y los padres, «como todo el mundo, aprendimos a teletrabajar», relata María. De este modo, cuando las autoridades impusieron la obligación de quedarse en casa, la joven llevaba ya una larga temporada convaleciente y prácticamente sin haber salido a la calle.
La hermana que había pasado la hepatitis se encontraba muy cansada y no fue capaz de atender las clases prácticas. Estaba triste y deprimida, y comenzó a sufrir episodios de angustia y ansiedad. La lenta recuperación y el confinamiento forzoso no la ayudaron. Como muchas otras personas, no llevó bien tener que quedarse en casa y su situación emocional empeoró.
Les planteó a sus padres acudir a una psicóloga que le había sugerido su novio. Les pareció bien y la apoyaron, aunque pensaron que «las sesiones tenían un coste exagerado (110 euros)». En ese momento creían que su hija lo necesitaba.
Tras las primeras visitas la chica estaba contenta y confesó a su madre que la terapeuta le había asegurado que lo que tenía se lo curaba en un mes.
¿Qué pasaba dentro de la consulta? Ni María ni Jesús lo saben con certeza, nunca pudieron entrar, ni estaban presentes cuando eran online. «No hacía falta», les había dicho su hija, ya que iban con ella su novio o su hermana. Lo que sí saben es que en más de una ocasión la chica acudió a los encuentros provista de fotos de su niñez, que se intercambiaba comunicaciones frecuentes con la psicóloga y que le recomendaba muchas lecturas.
Cambio de actitud
A raíz de estas sesiones con la terapeuta «se va produciendo un cambio de actitud no sólo en ella, sino también en su hermana», relatan con pesar. «Ambas se muestran cada vez más hurañas, estaban continuamente a la defensiva, no acudían a las reuniones familiares y empezaron a dar malas contestaciones». Algo -insisten sus padres- que «no era propio de ellas».
El 24 de noviembre de 2020 sus hijas rompieron definitivamente el contacto con ellos, con sus familiares y sus amigos. Se salieron de todos los grupos de mensajería instantánea, dejaron de atender el teléfono y de contestar a mensajes y correos electrónicos.
Carta de despedida
Sendas cartas de despedida dirigidas a sus padres, en las que los acusaban de haberlas maltratado y de haber abusado sexualmente de ellas cuando eran niñas -en ese momento tenían 22 años- confirmaron los peores miedos de María y Jesús. Junto a la dura misiva, en la mesa del piso que les habían alquilado en Málaga para que pudieran cursar sus estudios, las llaves de la casa familiar. Se habían ido.
Desesperados y aterrados, llevaron las cartas a la Policía Nacional, interpusieron una denuncia por desaparición e insistieron en comunicarse con sus hijas y en buscar respuestas. «Necesitábamos saber que no les había pasado nada malo», dicen. Un escueto pero contundente: «estamos bien. No queremos contacto con vosotros», y el bloqueo definitivo de sus números de teléfono fue lo único que lograron. Además, al ser mayores de edad, no tenían ningún margen de maniobra ni ellos ni las autoridades.
Ante lo dramático de la situación, decidieron contactar con la psicóloga que las había atendido y pedirle una cita. No fue posible. En las dos conversaciones telefónicas que mantuvieron con ella, la terapeuta les aseguró que no sabía nada de sus hijas. Según confirmaron después, no era cierto.
Las chicas estuvieron «escondidas» en un piso propiedad de otra paciente de la terapeuta desde noviembre hasta enero de 2021 cuando se trasladaron a Barcelona. Allí se alojaron en la vivienda de un familiar de otra de las pacientes del mismo gabinete.
La insistencia de estos padres por encontrar a sus hijas sanas y salvas los llevó hasta la misma Barcelona un año después de no saber nada de ellas. Ni siquiera les abrieron la puerta. Como respuesta recibieron la llamada de una abogada amenazándolos con que si insistían en buscarlas presentarían denuncia. Así lo hicieron. En diciembre de 2022 las hijas de María y Jesús -de nuevo acompañadas por la psicóloga- viajaron a Marbella, se personaron en la Policía y los denunciaron, a ellos y a otros familiares.
El 12 de junio de 2024, el juez del caso acuerda el sobreseimiento provisional de la causa, entendiendo que no hay pruebas de delito. Lo recurren, en el informe médico forense realizado a petición de la Fiscalía no se hallan indicios de lo denunciado.
Finalmente en octubre de 2024, la Audiencia de Málaga resuelve el recurso de apelación a favor de María y Jesús. El caso quedó sobreseído y archivado definitivamente y contra esta resolución -precisa- «ya no cabe recurso alguno».