Publicado: noviembre 23, 2025, 9:07 am
Yolanda Díaz no necesita recibir instrucciones de Sánchez para saber lo que tiene que manifestar para servirle. Y Sánchez no necesita expresar lo que ha ordenado que sus subalternos digan. Sánchez ha fabricado con Sumar y Podemos otro sistema de dependencias perversas similar al del País Vasco entre PNV y Bildu. La diferencia entre uno y otro es que PNV y Bildu eran formaciones con bases y cuadros distintos aunque se retroalimentasen y Podemos y Sumar son lo mismo aunque se escindieran.
El motivo del cisma fue la necesidad de Sánchez de amortiguar el gamberrismo de Podemos y el efecto electoral de los letales caprichos de Irene Montero. La razón por la que no se volverán a unir Sumar y Podemos es que Sánchez prefiere una formación abiertamente sumisa y otra que azuce, inductora y alborotadora. Sánchez se inclina ahora por Podemos y Díaz, angustiada, desbarra en su salsa. Sánchez necesita desvarío, pique y vocerío. Díaz e Iglesias se lo garantizan por separado.
Los avances y progresos de Podemos —ininterrumpidos— siempre han contado con la connivencia y complicidad de quien atisbó en cada ardid y en torno al movimiento —antiglobalista, frentista, destituyente y bolivariano— un giro institucional y sistémico. Los mismos simpatizaron con Errejón y celebraron a Díaz. Ya se sabe, las formas, la corrección, la pastosidad y tal… Lo hacían con la naturalidad propia de quien inadvierte que eran todas cuñas de la misma madera. Desencantadas y hartas de la halitosis y asfixiante verticalidad, pero cuñas.
Podemos no se ha movido de donde estaba cuando se fundó y Díaz, si lo hizo o disimuló hacerlo al vestirse de Prada, ha regresado. La novedad y riesgo para nuestra democracia radica en que Díaz, la comunista de En Marea, no retorna a sus raíces y activismo para congraciarse con Belarra sino para reconquistar al esquivo Sánchez.
Podemos sigue donde comenzó. Ha remolcado a Sánchez, sus serviciales López y otras inanidades y meritorios. Díaz arroja sus tacones, se desenmascara, desmelena y corre a vocear a las puertas del Tribunal Supremo. Allí la espera Iglesias, instalado desde noviembre de 2018: «¿La banca siempre gana? No me da la gana», coreaban sus incondicionales ondeando banderas republicanas, que avanzaban: «Ni acato ni respeto la sentencia del Supremo». El Alto Tribunal se acababa de pronunciar sobre el impuesto de Actos Jurídicos Documentados: lo tenía que pagar el cliente, no la sucursal. Iglesias convocó la protesta un mes después de firmar con Sánchez los Presupuestos. Más tarde, en la investidura clandestina de 2020 -mientras la cabalgata de Reyes-, con la trama criminal de Cerdán y Ábalos a pleno rendimiento, Iglesias, cumplidor, señaló como «enemigos» a «poderes económicos con sus brazos mediáticos» y jueces de «ideología reaccionaria».
Ayer, Díaz tocó el trombón e invocó «un solo sujeto político compartido» en la izquierda servil que IU prefiere denominar «frente amplio». Díaz extendió el pegamento para esa fragmentada unidad: contra jueces, medios hostiles y poderes económicos. Urtasun redondeó y adornó el mandato y sinfonía de Sánchez: «Togados reaccionarios», rotuló. Cuanto más alto, más suplicantes.
