Publicado: mayo 10, 2025, 10:07 pm
Ábalos fue el antepenúltimo ministro de Transportes. El actual es Puente. Ni uno ni otro asumieron como primera función de su cargo gestionar sus ministerios. Ábalos montó una red criminal -según los cargos que le imputa el Supremo- y agencia de colocación de sus queridas jóvenes [si aceptamos que Sánchez prescindió de él cuando lo supo, hemos de suponer que lo sabía cuando lo incluyó en las listas en 2023]. Puente fue el azote de Feijóo en la investidura fallida del líder popular y se dedica al posteo y señalamiento de periodistas en redes: es un jefe de brigada [en honor y deshonor de Puente ha de constar que Ábalos no es otra cosa, pero él, inteligente y conversador, podría haberlo sido sin Sánchez].
España no funciona como nos venden y los trenes son el ejemplo más claro. Faltan infraestructuras porque no estamos tan boyantes; y como tampoco hay ni habrá Presupuestos seguiremos al tran-tran con las inversiones. La antipolítica tiene consecuencias. Tardan tiempo en manifestarse a los ciudadanos mediante la ineficiencia o carestía de servicios públicos. De hecho, cuando lo hacen, suele ser tarde; las instituciones ya han sido corroídas y neutralizadas.
El victimismo gubernamental -de raíz mesiánica- constituye una muestra de disfuncionalidad democrática, narcotización social y fanatismo. El recurrente caos ferroviario y el insólito apagón no fueron sucesos fortuitos. Son expresión de esas consecuencias. La maniobra de impulsar una consulta pública -popular- sobre la OPA del BBVA al Sabadell ha de situarse en el mismo plano que el nombramiento de Puente: son cortafuegos de Sánchez, que torna todo lo que acontece en un divisivo plebiscito sobre su persona.
Entretanto, la derecha se sume en la melancolía y corre el riesgo de incurrir en el decaimiento y desistimiento. Tiene ansia, su momento no llega y además teme que no llegue. Para evitarlo y proporcionarle un chute de entusiasmo, distintas asociaciones convocaron ayer una protesta solicitando elecciones. Un brindis al sol. El antisanchismo no tumbará a Sánchez con banderolas en la calle. La derecha siempre espera su turno paciente a pie de urna. La espera desespera.
Buena parte de las clases medias se siente incómoda y perdida movilizándose. Es una situación embarazosa e inusual. Algunas asociaciones, como los valientes de S’ha Acabat!, saben que la presencia pública constante es la única vía de supervivencia. Las movilizaciones sin expectativas tienen un peligro: o se convocan ante una situación inasumible o se sostienen en el tiempo con otra amenaza añadida, que pierdan pulso.
La sociedad y los partidos de derecha se movilizaron varias veces contra la autoamnistía. Salieron de su apatía en un momento decisivo: la quiebra de la seguridad jurídica. Estamos llamando «mutación» a la vulneración constante y progresiva del espíritu de la Constitución, las leyes y la convivencia. Hace unos días, el profesor Betancor describió el proceso de degradación democrática en una excelente tribuna publicada aquí, titulada ‘Estado de excepción permanente’: la mutación es realmente inconstitucionalidad, argumentaba. Varias organizaciones constitucionales lanzaron ayer a la gente a la calle por menos razones de las que acumularán mañana. Colón es el Maidán español contra Sánchez y la corrupción.
