Publicado: abril 24, 2025, 11:53 am
La expansión de células sanguíneas mutadas, un fenómeno vinculado al envejecimiento conocido como hematopoyesis clonal de potencial indeterminado (CHIP, por sus siglas en inglés), puede detectarse dentro de tumores sólidos, y se asocia con peores resultados para los pacientes. Un estudio, publicado en ‘ The New England Journal of Medicine ‘, que analizó más de 400 pacientes con cáncer de pulmón como parte de los estudios TRACERx y PEACE, y otros 49.000 pacientes con diversos tipos de cáncer en MSK ha visto que los pacientes con mutaciones CHIP en la sangre presentaban una menor supervivencia, independientemente de su edad o el estadio del cáncer. El hallazgo más novedoso, sin embargo, fue que en el 42% de estos pacientes, las células sanguíneas mutadas también estaban presentes dentro del tumor, en un fenómeno que los investigadores denominaron « hematopoyesis clonal infiltrante del tumor » (TI-CH). Este descubrimiento, liderado por científicos del Francis Crick Institute , UCL , Gustave Roussy y el Memorial Sloan Kettering Cancer Center (MSK), marca un hito al conectar dos tipos de proliferaciones clonales: una derivada del envejecimiento hematopoyético y otra del cáncer. Las muestras post-mortem del estudio PEACE confirmaron que los sitios metastásicos —las principales causas de muerte por cáncer— frecuentemente contenían células con mutaciones TI-CH. Es importante destacar que estas mutaciones no están en las células tumorales, sino en células del sistema inmunitario, presentes en la sangre y también infiltradas en el propio tumor, explica José Javier Fuster, investigador del C entro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares , quien no participó en el estudio. «Este fenómeno está estrechamente ligado al envejecimiento. Se detecta en aproximadamente un 5% de la población de mediana edad y en más de un 20% de las personas mayores de 60 años. Ya se sabía que estas mutaciones son más frecuentes en personas con cáncer en comparación con la población general. Lo que estaba menos claro, y este estudio ayuda a esclarecer, es si realmente contribuyen al desarrollo de los tumores, más allá de ser una simple asociación». La clave parece estar en las células mieloides. Usando tecnologías de secuenciación de célula única, los investigadores encontraron que las células mieloides mutadas, especialmente aquellas con mutaciones en el gen TET2, remodelaban el microambiente tumoral y aceleraban el crecimiento tumoral. «Estamos trabajando para caracterizar estas células mieloides y esperamos que esto nos permita identificar alguna estrategia terapéutica para intervenir », explica a ABC Salud uno de los investigadores, Oriol Pich. Ahora bien, reconoce que a pesar de que la tecnología para detectar TI-CH ya existe en hospitales grandes, aun se está lejos de incorporar su análisis en la rutina clínica. «Estamos explorando cómo interactúan tratamientos específicos con TI-CH, especialmente en cáncer de pulmón», señala Pich. La esperanza es que, en el futuro, TI-CH pueda integrarse en modelos de estratificación de riesgo o en decisiones terapéuticas personalizadas. «CHIP es un fenómeno natural del envejecimiento, común en pacientes con cáncer, pero también en personas sanas», afirma Pich, coautor del estudio. Esto sugiere que la evaluación de mutaciones somáticas adquiridas en células sanguíneas podría volverse estándar no solo en oncología, sino en medicina preventiva en general. Los investigadores argumentan que el envejecimiento no debe verse solo como un proceso de deterioro, sino como el resultado de una competencia evolutiva continua a nivel celular. «Nuestros tejidos son un mosaico de clones celulares sometidos a presiones selectivas, internas y externas. Este proceso, lejos de ser caótico, sigue reglas evolutivas», explican. Pich comenta que es cierto que la edad cronológica no siempre refleja la edad biológica, algo que observamos claramente en órganos como el hígado o el cerebro. El sistema inmunitario tampoco escapa a esta regla. Sin embargo, dice, « todavía no está claro cómo medir con precisión la «edad inmunológica» ni qué relevancia clínica tendría esta información . Se trata de un campo emergente con mucho potencial, pero también con numerosos desafíos metodológicos y conceptuales». El enfoque tradicional del tratamiento oncológico se ha centrado en atacar directamente las células tumorales, aprovechando sus mutaciones específicas. Pero estas células evolucionan rápidamente y pueden generar resistencias. Por eso, tratar también las células del microambiente tumoral -las células huésped «cómplices» que contribuyen a la progresión del cáncer- representa una estrategia prometedora. Aunque estas células probablemente generen menos resistencia, diseñar terapias dirigidas contra ellas será más complejo, ya que no presentan las mismas alteraciones genéticas evidentes. Charlie Swanton , investigador principal del estudio TRACERx, concluye: «Ahora que empezamos a entender las mutaciones más relevantes que surgen con la edad en las células de la médula ósea y su impacto en la enfermedad , podemos empezar a imaginar intervenciones que incluso prevengan algunos cánceres relacionados con el envejecimiento». Los expertos ven una oportunidad en abordar no solo las células tumorales, sino también las células «cómplices» del huésped que influyen en la evolución del tumor. Si bien estas células del microambiente podrían presentar menos variabilidad genética, también plantean retos únicos para el diseño de terapias dirigidas. «Con TI-CH apenas estamos viendo la punta del iceberg», asegura Pich, anticipando que este campo abrirá nuevas perspectivas tanto para la biología del cáncer como para la medicina del envejecimiento. Destaca Fuster que este trabajo suma los tumores sólidos a la creciente lista de enfermedades relacionadas con el envejecimiento cuyo desarrollo y evolución pueden verse influidos por la hematopoyesis clonal. «Esto subraya la importancia de seguir investigando la hematopoyesis clonal, puesto que comprender mejor este proceso puede abrir la puerta a estrategias preventivas o terapias más personalizadas, guiadas por el análisis genómico de cada paciente». Así, comenta, en los últimos años, una estrategia similar permitió demostrar que estas mismas mutaciones también representan un nuevo factor de riesgo cardiovascular, que contribuye a condiciones como la enfermedad coronaria o la insuficiencia cardiaca. Hace unos meses su grupo publicó un estudio en ‘ Nature Medicine ‘ que demostraba que la a hematopoyesis clonal es una causa directa de aterosclerosis, la base de muchos trastornos cardiovasculares.