Publicado: julio 18, 2025, 6:07 am
«Los que dicen que aquí no pasa nada, que se vengan aquí a vivir. A mi tía se le metían en casa. Y luego ves a la policía, que vienen y descargan más (personas) y más y más. Que vengan aquí a vivir».
El desamparo y la inseguridad han calado hasta los huesos en gran parte de los vecinos del barrio de La Isleta, un distrito a priori tranquilo donde todos se conocen, y donde casi todos opinan que lo que hay detrás de la puerta de metal antracita al final de la calle Tecén, «el Canarias 50, es el gran problema del barrio». Así lo trasladaron ayer los propios vecinos reunidos frente al Centro de Información y Asistencia Social del barrio, tras haber vivido un suceso «excepcional» cuando este miércoles un joven marroquí prendió fuego a una menor tutelada por el Gobierno que se fugó del centro en el que estaba interna.
A pocos metros de esta reunión municipal con la diputada popular Jimena Delgado está el Centro de Primeras Llegadas, instalado en un barracón militar como parte de un proyecto de ampliación que se realizó hace cerca de dos años. Ahora se está acondicionando porque es la entidad designada por el Gobierno de España para acoger a 250 menores migrantes no acompañados. Estos forman parte de los más de 800 chavales de los que el Estado debe hacerse cargo por orden del Tribunal Supremo.
El rubicón personal del vecino que encabeza este reportaje es la calle. Un vecino, como casi todos los demás, que no quiere salir en fotos ni que conste su nombre. «Que me vienen a tocar a mi puerta y vienen a por mí». A la cintura lleva atada una vaina, de donde saca una navaja del tamaño de una mano: «Ahora yo no salgo sin esto, ¿eh?», comenta bajo el umbral de su casa. Al otro lado del tabique de su pared resonaba reguetón a todo trapo en un bloque tapiado y okupado.
Antes, comentan, el vecindario podía mantener las puertas de las viviendas abiertas. Y salir hasta tarde. Ahora ni se lo plantean. «Mira la casa de Rafael y Angelina, que está cerrada ¡con rejas!», señalan dos vecinas comprando el pan. Y Paco no deja que su hija, de 16 años, baje sola al puerto, que está a 10 minutos a pie.
Y el problema no es solo la inmigración. «Es la falta de limpieza de las calles, el carnaval que nos lo comemos de primeras a últimas, la falta de movilidad. Yo tengo un edificio de okupas al lado y la que se lo mama soy yo. Puse una queja en el ayuntamiento y me dijeron que no podían hacer nada, que tiene dueños. Pues si se implanta la ley del barrio, que se implante. Pero para todos», reflexiona otra vecina de la zona.
Araba Press
Subiendo la calle desde el parque, frente a la puerta principal del Canarias 50, ayer hablaba Nicasio Galván, presidente de Vox Las Palmas, en línea con las palabras con que martillea el líder de su partido, Santiago Abascal: «La inmigración ilegal es causa directa del bipartidismo, que lo único que hace es incrementar las políticas de efecto llamada que tienen como consecuencia la inmigración ilegal». Las concentraciones convocadas por ambos partidos de la derecha no congregaron a un número desproporcionado de vecinos, pese a que la Guardia Civil activó una alerta para reforzar la seguridad, coincidiendo con las fiestas del Carmen.
Sin embargo, durante el día de ayer los coches y furgones de policía no dejaron de sucederse en las calles del barrio, donde los vecinos aseguraban que esa presencia policial era una novedad. «Ahora que ha pasado una desgracia se esconden. Siempre que pasa cualquier cosa están dos días ocultitos y a los dos te van de diez en diez», protesta una vecina en una panadería, pidiendo que se alivie la presión migratoria en esta parte de la isla de Gran Canaria: «Estamos muy cansados, esto no hay quién lo aguante».
El suceso acontecido hace tres días ha puesto a La Isleta en el mapa, pero sus habitantes explicaban ayer que llevan «años» soportando esa presión: «Si vinieran todos los días verían las grandes guaguas y todos llegando como si esto fuera el paraíso», comenta una mujer mientras un grupúsculo de personas mayores corea «deportación, deportación».
Lamentan que «el barrio de La Isleta está siendo abandonado». Un sentir que resumen las palabras de otra mujer: «Solucionar esto va a ser difícil porque han cogido el barrio de campamento. Y al final quienes nos vamos a ir somos nosotros».