Publicado: agosto 3, 2025, 2:07 am

Una treintena larga de niños, el propio alcalde, los ‘carabinieri’ y decenas de habitantes de Carloforte recibieron el pasado sábado 26 a Daniel Arcuri, el hijo pequeño de Francesco Arcuri y Juana Rivas, de 11 años, en el muelle de la localidad.
Daniel, retenido en Granada por su madre desde enero pasado, llegaba con su progenitor, que estuvo esos meses peleando judicialmente para recuperarle, en barco desde Cagliari, la capital sarda, tras un largo viaje desde España en que ambos, acompañados del abogado del primero, Serlapo Bardi, hicieron una noche de escala en Roma.
Los chavales, muchos de ellos de su colegio, el Instituto Globale Carloforte, pero otros de su equipo de fútbol, el Scuola Calcio Carloforte, donde el chaval juega en banda derecha, le recibieron con una pancarta que rezaba «Daniel Ti Amo», y continuaron la bienvenida corriendo todos hacia el domicilio que comparte el niño con su padre.
Allí, Daniel, que viajó a España el 19 de diciembre pasado y no regresó cuando estaba previsto, el 2 de enero -motivo por el que su madre, que ya fue condenada por hechos similares ocurridos en 2016/2017, está imputada por sustracción-, procedió a hacer algo completamente impropio en pleno verano: abrir sus regalos de Navidad, que le esperaban en su habitación desde entonces.
Los siguientes días, el chico, que concitó la atención de toda España tras resistirse su madre, su hermano Gabriel y él mismo a su entrega al padre en este mes de julio -lo que generó un insólito circo a las puertas del Punto de Encuentro Familiar de Granada el pasado 22 de julio-, los pasó jugando con sus amigos, y de regreso al barco en el que sale a pescar con ellos y con su padre.
Durante los siete meses que pasó en Granada, Daniel no habló ni un segundo con su progenitor, que le llamó religiosamente al móvil de su madre tres veces al día -y debía poder hablar con su vástago cada día por orden judicial-, pero tampoco con ninguno de sus amigos, quienes se acercaban a Arcuri durante ese tiempo «llorando», ha declarado el padre, y «asustados ante la perspectiva de no volver a verle».
De vuelta a Carloforte por orden de la sentencia italiana de febrero pasado que otorga la custodia al padre, el niño ha reconectado rápidamente con sus amistades, al igual que con su progenitor, con quien ha vivido desde los tres años hasta diciembre pasado en esa localidad italiana, siempre monitorizado por los servicios sociales y los juzgados, que no han hallado nunca más que una normal integración del menor con su entorno.
Rivas interpuso en su momento cerca de una veintena de denuncias por presuntos malos tratos de Arcuri a su hijo, todas archivadas, excepto cuatro, apoyadas por la Fiscalía, que comenzarán a dilucidarse en septiembre en un juzgado de Cagliari. Sin embargo, incluso el contenido de estas denuncias ha sido descartado tanto por el tribunal civil que le otorgó la custodia al padre en febrero como por la Fiscalía de Menores en enero. Por ese motivo España certificó que el niño no corre peligro alguno en manos de su padre, y ordenó su regreso a Italia.
EL MUNDO pudo ser testigo del regreso del crío junto a su padre tras la entrega del pasado viernes 25, y diversas fuentes de Carloforte así como imágenes, como la que encabeza este texto, dan cuenta de esa normalidad entre ambos.
Apenas dos horas antes del encuentro con este diario, Daniel estaba encerrado en un aseo de los juzgados de Granada, dando patadas a los policías y gritando que su padre le iba a «matar», y que llevaba «años» intentándolo. Un rato después, Daniel se abrazaba con aparente normalidad a su progenitor. Tanto la Justicia italiana como la española dan por sentado que lo primero sucedía por influencia de su madre y su hermano, y las propias psicólogas de los juzgados granadinos tachan la resistencia del menor a volver con su padre de «discurso aprendido» y «planificado».
Los tribunales italianos han sentenciado hasta en tres ocasiones que Arcuri es el único progenitor que puede cuidar a Daniel, y han acogido la valoración de los psicólogos forenses que ven en su madre una constante «manipulación» para «destruir» el vínculo entre padre e hijo.
El chico está ya de vuelta junto a su padre y rodeado de sus amigos, con los que juega al fútbol y va a pescar. A Arcuri le espera por delante el «desafío», como señaló la Fiscalía española en uno de los muchos trances que el caso ha vivido en Granada en los últimos meses, de volver a conectar íntimamente con su hijo menor lejos de la influencia de su ex pareja y su hijo mayor, quien según los psicólogos italianos acogió la condición de «víctima» de su madre y se fue a vivir con ella con 16 años, pese a que los jueces le advirtieron de que la mejor opción para su protección y cuidado era su padre.
Gabriel, el mayor, tenía durante la sustracción de 2016/2017 la misma edad que Daniel, el menor, actualmente: 11 años. Según las psicólogas italianas, la influencia de su madre y el entorno de esta terminó por llevar al chico a Granada cinco años después. Daniel, como ha publicado EL MUNDO, confesó a psicólogos, trabajadores sociales e incluso al fiscal varias veces, antes de estos pasados siete meses, que su madre le intentaba manipular contra Arcuri.