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Aagesen, número uno en la crisis: vicepresidenta verde, muda y sin carnet del PSOE, abocada a un bautismo de fuego en el Congreso

Publicado: abril 30, 2025, 1:07 am

Su apellido, de padre danés, difícil en castellano, no ayuda. Pero menos aún su casi inexistente proyección pública. Al menos… hasta ahora. El gran apagón vuelve los ojos hacia esta mujer joven, Sara Aagesen, -49 años-, ingeniera química por la Universidad Complutense, mano derecha de la actual comisaria europea para una Transición limpia, justa y competitiva, Teresa Ribera, y elevada por Pedro Sánchez, a instancias de la mencionada Ribera, a los altares del sanedrín gubernamental. Aagesen es, desde el pasado mes de noviembre, vicepresidenta tercera del Ejecutivo, o sea número cuatro en el escalafón del Gobierno, además de ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.

La primera parte de su título ministerial le encaja como un guante; de la segunda, no se tiene apenas noticias más allá del anuncio de un plan para fomentar las capacidades digitales básicas en el entorno rural. Aagesen es, ante todo, una ministra verde, su color favorito, tanto por su escasa trayectoria dentro del ecosistema complicado del Gobierno, como por sus afinidades científicas y profesionales claramente ecologistas.

Lleva más de dos décadas en el primer nivel medioambientalista. En 2002, con sólo 26 años, se incorporó a la Oficina Española del Cambio Climático. Desde entonces, se movió al nivel ONU, como negociadora de la delegación española en la Comisión Marco de las Naciones Unidas. En 2013 recibió la Cruz de la Orden Civil del Mérito Medioambiental y, con el cambio de Gobierno tras la moción de censura a Mariano Rajoy, se integró en el equipo de Teresa Ribera.

No obstante su trayectoria política, sus vínculos orgánicos con el PSOE son inexistentes -carece de carné y no tiene peso político- y ocupa en el Consejo de Ministros un sillón al que Sánchez otorga máxima relevancia. Su cartera, de hecho, concentra el 40% de las inversiones previstas en el multimillonario Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia alimentado con fondos europeos. Y, además, el presidente no olvida su contribución en la batalla que se libró para aprobar la llamada excepción ibérica (la medida temporal que se le permitió a España para reducir el precio de la electricidad, disparado como consecuencia de la guerra de Ucrania).

El blackout o fundido a negro que sufrió el país el lunes ponen a Aagesen en el centro del escenario, aunque a ella no le guste. La vicepresidenta tercera es una mujer de gestos sosegados y temple calmado. De buena educación y de colegio privado. Lo suyo no son los aspavientos ni el tono mitinero.

En el Congreso apenas se ha estrenado y, en el Senado, azuzada por el Partido Popular a cuenta de los negocios de su marido con la start-upteCH4+, que ofrece desde hace una década soluciones limpias para la gestión de residuos, ha hecho gala de contención y modales impecables. Tiene dos hijos, vive en una zona elitista de Madrid -El Soto de la Moraleja- y colecciona vinilos.

El apagón, en su caso, ha supuesto para ella justo lo contrario que para el resto de la ciudadanía. Un foco potente de luz la persigue y acabará encontrándola porque aunque en estas horas cruciales haya preferido alejarse del centro de atención, en el Parlamento ya se suceden las peticiones de comparecencia para que dé explicaciones. Al fin y al cabo, ella es, como se decía antes, la ministra «del ramo» y la persona a la que el presidente del Gobierno ha encargado abrir una investigación sobre lo acontecido.

Sara Aagesen se ha mantenido hasta ahora en un segundísimo plano en esta crisis. Cierto es que estuvo presente en las reuniones convocadas en la sede de Red Eléctrica y en las del Consejo de Seguridad Nacional a lo largo de la tarde y noche del caótico lunes y también que en su cuenta de Bluesky, repicada por el Ministerio en Twitter, de mucho mayor seguimiento, trasladó cumplidamente el porcentaje de demanda energética que se iba alcanzando a medida que pasaban las horas. Los mensajes en algún caso se acompañaron de fotografías con toque institucional.

Nada más. Pese a ser la ministra competente, y una experta según su currículo oficial, los españoles no recibieron de ella ninguna explicación, ninguna previsión y ninguna asunción de responsabilidad. Mantuvo silencio dejando todo el protagonismo a Sánchez. En el Congreso y en el Senado tendrá sin embargo que torear. Así lo han reclamado ya precisamente los grupos del llamado bloque de investidura.

La muy nueva ministra fue aupada por su ex jefa, Teresa Ribera, de la que, primero, fue asesora en su gabinete y, después, secretaria de Estado de Energía. De ella ha heredado, además de la cartera (25 de noviembre de 2024), una relación tensa con la oposición y difícil con agricultores y ganaderos, un regalo envenenado con la gestión de la dana y un complicado contacto con la energía nuclear. Aagesen trata de atemperar las discrepancias exhibiendo al menos una actitud y unas formas más conciliadoras y dialogantes que su predecesora.

A todo ello suma ahora el papel que inevitablemente tiene en la aclaración de un apagón para el que Sánchez no tiene aún explicación clara pero en el que ya se empieza a señalar como responsables a los «operadores privados», olvidando, por ejemplo, que en Red Eléctrica, presidida por otra ex ministra socialista, Beatriz Corredor, el 20% de las acciones está en manos de la SEPI.

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