Publicado: marzo 9, 2025, 3:07 am

Las hemerotecas son joyeros olvidados por la prisa y bulimia informativa. Ayer me detuve. Sabemos que la gran puesta en escena de aquel renacido y avasallador movimiento feminista fue en 2018. Me intrigaron los antecedentes. Podemos se registró en enero de 2014. Así que marzo de ese año fue el inicio de mi búsqueda: nada, como en 2015. El ejemplar de EL MUNDO del año siguiente ofrece un tratado para entender parte de la España de hoy: Junqueras pidió a Rajoy «auxilio urgente para evitar la quiebra» de Cataluña y De Guindos le tendió la mano. Montoro acababa de conceder a Cataluña 7.500 millones del FLA. La Generalitat necesitaba 1.600 millones más. Los separatistas ya habían anunciado su «desconexión».
Hay más y más suculento: ese día, Sánchez -preocupado de auparse sin ganar, no del 8-M- propuso lo que sigue practicando: gobernar con las «fuerzas del cambio» -negociaba con Iglesias y Rivera su investidura- e incluir al PP -ganador de los comicios de 2015- en los pactos de Estado si Podemos le fallaba-Cs era sólo un nudo circunstancial-. En 2016 el experimento no salió bien. Desde entonces no le ha vuelto a salir mal. Respecto de la conmemoración, EL MUNDO publicó un informe que relacionaba sexismo y pobreza. También un pie de foto. Iglesias, rodeado de mujeres, en la celebración del Día de la Mujer. La crónica se refería a los prolegómenos de la ruptura entre Iglesias y Errejón.
En 2017 apareció el fenómeno a escala mundial -Trump proyectó el identitarismo global-. En Madrid, el Movimiento Feminista [abolicionista -en relación con la prostitución-, internacionalista, propalestino, antirracista y contrario al «género sentido»] convocó la protesta y «huelga general». En 2023 exigió la dimisión de Irene Montero y proclamó que «el feminismo no vota traidores». Ayer por la tarde se manifestó contra el «Machismo global». Carmen Calvo le reconoció a Alsina que si viviera en Madrid hubiese acudido a esta convocatoria. En la de la mañana se dejaron ver ministros socialistas -al frente ya no se exhibió Begoña Gómez-.
A lomos del #metoo, en 2018 se consagró el nuevo feminismo, parasitado por el integrismo woke y palanca de una élite extractiva, algunos de cuyos miembros purgan su hipocresía, denunciados por abusos o intimidación; otros también se pavoneaban con fingida retórica mientras escogían prostitutas por catálogo; y muchas de ellas pedían silencio y disciplina, anteponiendo la prosperidad de su negocio a su tajante y selectivo «hermana, yo sí te creo».
La fuerza del movimiento era tan arrolladora que los escupitajos y lanzamientos de orina a las mujeres de Cs eran desviaciones menores. Unas pocas mujeres enlistaban a las feministas de verdad. En 2020 -«¡Coronavirus ‘oe’!»-, reclamo del sólo sí es sí, falló Díaz; Iglesias no se lo perdonó. Luego el movimiento se fragmentó -la coalición, no- En 2024, Gómez se mantenía tras la pancarta; Montero aspiraba a eurodiputada. Total, que la disputa política es una cosa, la lucha contra la, dícese, «subordinación» es otra y los jóvenes ya han desconectado y pasan de la femicasta. No es la lluvia la que desluce el reclamo sino la que atenúa y encubre la mengua y el fariseísmo.