Publicado: mayo 7, 2025, 2:07 am
A José Luis López de Lacalle sus amigos le llamaban Cuscús. Un mote simple. Cariñoso. Las dos primeras sílabas de cuscusear, un verbo inexistente en el diccionario que se utiliza en el País Vasco como curiosear. «Era muy abierto, hablaba con todo el mundo», le recordaba su viuda, Mari Paz Artolazabal. «Tenía un vozarrón impresionante y no hablaba solo con el que estaba al lado, sino para que también le escuchara el resto», recalca Maixabel Lasa, amiga de José Luis y Mari Paz y viuda de Juan Mari Jauregi. López de Lacalle escribía finos análisis políticos en EL MUNDO del País Vasco. Era curioso y valiente. Sin miedo pese a que fue perseguido por el franquismo y se sabía señalado por la izquierda abertzale. ETA le mató el 7 de mayo del año 2000. Fue el último periodista asesinado por la banda, que puso en su diana a 326 profesionales y vigiló a 80 de ellos con el objetivo de acallarlos.
Mari Paz Artolazabal, Maixabel Lasa y Maite Pagazaurtundua sufrieron en primera persona la violencia terrorista. Las tres mujeres se fundieron en un abrazo en mayo de 2009, cuando se cumplían nueve años del asesinato de López de Lacalle. Sus testimonios, al cumplirse ya 25 años del atentado mortal perpetrado por un comando de ETA, recuperan la dimensión humana, política y social de un referente intelectual. Comprometido con la libertad, frente a la dictadura franquista primero, desde la militancia en el Partido Comunista de Euskadi y como sindicalista de Comisiones Obreras en los años 60 y 70; y contra el terrorismo de ETA y la persecución de Herri Batasuna, después, a través de sus columnas en EL MUNDO y como miembro de ¡Basta Ya! y el Foro de Ermua.
«Era una persona respetada, reconocida porque tenía una trayectoria personal de compromiso con las libertades», sintetiza Maite Pagazaurtundua que mantiene muy fresca en su memoria la lluvia y el frío que envolvían a Andoain aquel 7 de mayo del 2000 cuando fue tiroteado en las inmediaciones de su portal por José Ignacio Guridi Lasa.
López de Lacalle había vivido intensamente sus 62 años. «Era una persona muy buena», recalca Mari Paz Artolazabal en el testimonio que concedió al Instituto Vasco de la Memoria. Artolazabal, una de las primeras andereños (profesoras de ikastola) de Guipúzcoa, recuerda cómo José Luis aceleraba los trámites para convertir en fijos a los trabajadores de la empresa de Tolosa de la que era gerente.
Un directivo muy singular porque había pasado por las cárceles franquistas como responsable de la fundación de las Comisiones Obreras de Guipúzcoa e impulsor del Partido Comunista de Euskadi. Allí coincidió con una joven que trabajaba en una imprenta. Se llamaba Maixabel Lasa. «Éramos muy activos: repartíamos panfletos, hacíamos pintadas y campaña por la amnistía y como hasta 1977 no se legalizó el Partido Comunista, nos reuníamos en nuestras casas. José Luis y Mari Paz tenían hasta una contraseña», explica Lasa, quien, dos meses después del atentado contra López de Lacalle, sufrió el asesinato de su marido, Juan Mari Jauregi, también a manos de ETA.
Maixabel Lasa, Mari Paz Artolazabal y Maite Pagazaurtundua, juntas en 2009.
La «contraseña» eran tres toques del timbre de un piso en Andoain que siempre estaba abierta para acoger a amigos y conocidos que López de Lacalle hacía en Tolosa, en Andoain, en Zarautz o en París. «Juan Mari debía de estar en la cárcel o en la mili y a mí me mandaron como delegada al II Congreso del PC de Euskadi a París. De Legorreta (Guipúzcoa) a París sin saber francés. Al llegar a la dirección convenida abrió la puerta un chino; me quedé helada hasta que, al fondo del pasillo, José Luis me levantó la mano y pensé ‘ya estoy en casa’», relata Maixabel Lasa.
La militancia política y sindicalista de López de Lacalle y su cercanía personal se multiplicaban en Andoain y su entorno por la figura de Mari Paz Artolazabal, que hoy mantiene una actitud elegante incluso al mostrar una fotografía de José Luis compartiendo el patio de la cárcel de Segovia con varios miembros de ETA y el fundador de Herri Batasuna Txomin Ziluaga.
Pero ser un militante antifranquista, euskaltzale (amante del euskera) y defensor de los derechos de los trabajadores no le excluyó del grupo de señalados por la izquierda abertzale y ejecutados por ETA desde que, en enero de 1995, se activó la «socialización del sufrimiento» con el asesinato de Gregorio Ordóñez.
«Andoain era el epicentro de la estrategia de la socialización del sufrimiento», sentencia Pagazaurtundua, en la década de los 90 concejal socialista en la vecina Urnieta. La ex parlamentaria europea de Ciudadanos conoce muy bien las singularidades de los pueblos guipuzcoanos convertidos en guetos políticos y sociales por la izquierda abertzale. Referentes como José Luis López de Lacalle y Joseba Pagazaurtundua rompían el totalitarismo ideológico impuesto por los ideólogos independentistas y sus pistoleros. «Sabían a quién mataban, a qué líderes mataban, y Andoain era un ‘piso piloto’ de aquel nacionalismo tan intolerante», insiste la hermana de Joseba Pagazaurtundua, asesinado por ETA el 8 de febrero de 2003.
«José Luis discutía y defendía sus ideas políticas pero no odiaba», asegura su viuda. José Luis y Juan Mari eran ‘animales políticos’ y no tenían ningún problema en hablar con el enemigo político también, con gente de la izquierda abertzale, era hombres dialogantes», afirma Maixabel Lasa.
«Con José Luis, con Joseba, con Gregorio Ordóñez, con Fernando Buesa… se habría escrito una historia de Euskadi distinta», advierte Pagazaurtundua convencida de que la eliminación sistemática de referentes políticos era la estrategia política de una Herri Batasuna que, 25 años después, ha sido rentabilizada políticamente por EH Bildu. «Cuando hay gente que dice que el terror no ha servido para nada… Claro que ha servido. Es una estrategia política sin escrúpulos que cuando se aplica puede ser muy eficaz», constata.
La persecución sufrida por López de Lacalle, Jauregi y Pagazaurtundua corrobora que en la «socialización del sufrimiento» activada por la ponencia Oldartzen de HB había un aval político de millares de vascos independentistas. Artolazabal reconoce, 25 años después, que llegó a sufrir el reproche de ex alumnos por los posicionamientos políticos que su marido hacía públicos en El Diario Vasco primero, y después en EL MUNDO del País Vasco, desde que Germán Yanke le brindó la oportunidad de seguir escribiendo tras su etapa en el diario de Vocento.
Tras el asesinato, Artolazabal sufrió día tras día en su pueblo, donde casi todos los vecinos la conocían, pero especialmente cuando la izquierda abertzale alimentó el asesinato social de López de Lacalle. Una persecución post mortem dirigida a acabar con la memoria de José Luis y a provocar la muerte civil también de su esposa, de sus hijos, de los amigos y compañeros del columnista asesinado.
«Ejercicio mentala egunerokoa gorrotik ez izateko» (Hago el ejercicio mental diario de no odiar, en euskera), ha dicho Mari Paz Artolazabal. Un extraordinario «ejercicio» de resistencia cuando ya casi han transcurrido 9.125 días del asesinato de su marido. «Todos los días pienso en él», reconoce, serena.