Publicado: agosto 24, 2025, 1:07 am
La postura del Ministerio del Interior tras la muerte de dos guardias civiles embestidos por una narcolancha en el puerto de Barbate en febrero de 2024 sigue acumulando críticas. La petición de explicaciones comenzó nada más producirse el crimen, y se ha extendido a lo largo de este año y medio por la falta de respuesta -en forma de medios- a la tragedia, y por la tibieza con la que Fernando Grande-Marlaska continúa abordando la problemática en la zona. Ahora, un nuevo elemento especialmente delicado se incorpora a la ecuación: las familias de David Pérez Carracedo y Miguel Ángel González se sienten «engañadas» por Interior.
El ascenso de los dos jefes que, según relataron a EL MUNDO los supervivientes de la zódiac, les «mandaron a la muerte» esa noche ha provocado un profundo malestar. Tal como publicó este periódico en base al testimonio de los agentes que lograron sobrevivir al ataque, el capitán Andrés Marmolejo ordenó que seis guardias entraran en el puerto en una zódiac pequeña para echar a los narcos. Y lo hizo, insistieron, desoyendo los consejos de agentes de la Comandancia de Cádiz, e incluso del responsable del Grupo de Actividades Subacuáticas (GEAS), los buceadores que le alertaban del temporal.
Marmolejo, responsable del Grupo de Acción Rápida (GAR) de la Guardia Civil -una unidad de élite itinerante con base en Logroño-, estaba en Algeciras de paso, tras haber completado una operación en Sevilla. Al enterarse de la presencia de la narcolancha, indicaron los supervivientes, decidió intervenir a pesar de que tenía todos los elementos en contra.
El premio que ha recibido por parte de Interior consiste en una «comisión de servicio a nivel internacional». Fuentes de la Guardia Civil explican que este tipo de misiones están «muy bien remuneradas» y sirven de «promoción a quienes que las realizan». Su número dos, el sargento Jesús Crespo, «ha sido destinado a la UAR (Unidad de Acción Rápida), un destino muy solicitado y cómodo». Las familias de los guardias civiles asesinados no lo han pasado por alto: «Nos sentimos engañadas, ya que, lejos de tomar medidas, han premiado a quienes llevaron a nuestros hijos a la muerte». Según aseguran, la propia directora general del Instituto Armado, Mercedes González, se comprometió a tomar medidas y «depurar responsabilidades». Estos ascensos han provocado la reacción de uno de los guardias civiles que iba en la zódiac y sobrevivió.
«En el GAR hemos realizado decenas de operativos en los que teníamos claro que la situación era de alto riesgo. Pero, ese día, el capitán y el sargento no sólo no fueron capaces de explicarnos la situación real, sino que llevaban todo el día haciendo gestiones para apuntarse el tanto y ser condecorados… No les importaba nada más. Con ellos ya habíamos vivido otras situaciones y sólo actuaban para obtener méritos. ¿Por qué no se subieron ellos a aquella embarcación en pésimo estado? Estoy seguro de que cualquiera de los que participamos en el servicio ese día testificaríamos en contra de ellos en sede judicial», reflexiona, en declaraciones a este periódico.
Captura del vídeo donde la narcolancha embiste a los guardias.E. M.
El 9 de febrero de 2024, Fernando Grande-Marlaska tranquilizaba a los periodistas en Algeciras sobre el problema del narcotráfico en el Campo de Gibraltar. Se desplazó hasta allí para inaugurar un cuartel y aprovechó para regar de cifras y porcentajes sobre las bondades de su Ministerio en una improvisada rueda de prensa. Casi al mismo tiempo, varias narcolanchas entraban en el puerto de Barbate para resguardarse de un mar enfurecido que impedía a los pilotos continuar su ruta.
El ministro del Interior coronó su encuentro con los medios con una frase que, horas más tarde, se le volvería en contra de la peor manera posible: «El plan contra el narco del Estrecho de Gibraltar es una historia de éxito policial», zanjó, antes de dirigirse a una comida con el coronel jefe de la Comandancia de Cádiz, Luis Martín Velasco, y otros mandos. Un testigo presencial de ese ágape revela que en el restaurante se informó al ministro y a Martín Velasco de la presencia de narcolanchas en el puerto. «El ministro pidió que las sacaran del puerto, desconociendo el mal tiempo, y el coronel dispuso sin titubear», indica.
Marmolejo, detallan, ideó el dispositivo. «Los responsables del GAR presionaron y dieron órdenes al jefe de los buceadores de Algeciras amparándose en que esas órdenes procedían del coronel jefe de la Comandancia de Cádiz y del ministro del Interior». El responsable de los buceadores se dirigió entonces al máximo responsable de la Guardia Civil en Cádiz, y esa conversación se adjuntó a la causa que, después, un juez archivó al considerar que los mandos no actuaron de forma negligente. El cerrojazo a las actuaciones se produjo sin siquiera haber citado a declarar a los supervivientes.
En ella se recogen las siguientes frases: «Mi coronel, nos pueden pasar por encima…que no es viable ir con nuestra embarcación…», advierte el mando. El coronel contesta: «No hombre, no. Eso no va a pasar, si son moritos. Además, va contigo gente del GAR, que, si pasa algo, ellos los matan». Así se montó el operativo. «El capitán Marmolejo comenzó a contactar con el grupo de buceadores de Algeciras para que se unieran al operativo y, sobre todo, para que le dejaran una goma para poder intervenir», aclara uno de los agentes a este periódico. A las 14.00 horas del 9 de febrero de 2024, lo consiguió. El Grupo de Actividades Subacuáticas se unió «al verse forzado». «Ya había hablado con el coronel, había visto que no había nada que hacer».
Se presentaron en el puerto de Barbate camuflados en una zódiac «pequeña» y con el cuerpo a cuerpo como principal orden. «Debimos ir con coches oficiales y perfectamente identificados. Nuestra labor debió ser de disuasión». A las 16.30 horas, continúan los guardias que sobrevivieron, el capitán citó a toda la sección en un punto cercano a San Roque (Cádiz) para una reunión. Expuso la organización del plan. «Ahí es cuando entre todos los miembros ya escoge a Boby [David Pérez Carracedo] y a otro guardia» y, rememoran, «los mete en su vehículo oficial camuflado para llevarlos al puerto de Barbate». Allí los esperaban los GEAS, cuyo responsable seleccionó a cuatro agentes de los suyos. Ya estaban los seis guardias civiles que entrarían al mar. En el puerto esperaba la furgoneta oficial del GEAS, que transportaba en el techo la zódiac. Cuando llegaron al puerto, se les proporcionó ropa «totalmente inadecuada por la poca protección que ofrecía», y los seis guardias civiles elegidos para espantar a la narcolancha se subieron a la zódiac en la que, minutos después, encontrarían la muerte.