Publicado: agosto 20, 2025, 4:07 am

El bellísimo lago de Sanabria, a estas alturas de verano siempre repleto de niños y familias, yace hoy solitario y silencioso, inalcanzable, mientras usted lee estas líneas. Sólo los helicópteros e hidroaviones, que lo mancillan para robarle agua, y algún fotógrafo intrépido, en busca de una foto como la que ilustra este reportaje, consiguen llegar hasta él, aislado por controles de la Guardia Civil que impiden circunvalarle. De alguna forma se cumple, pues, el adagio que verbaliza el abogado Jesús Pina, que aquí ha vivido 35 de sus 40 años, 15 de ellos como bombero forestal: «De donde el hombre se va, la naturaleza recupera lo que es suyo».
Parece innegable que Sanabria, en una esquinita de Zamora -a su vez en una esquinita de España-, le pertenece más a la naturaleza que a ningún otro dueño. Y más aún después de las 6.000 hectáreas quemadas estos días por el incendio iniciado en la localidad de Porto, que ha obligado ya a evacuar otras como San Martín de Castañeda, Vigo de Sanabria, Rábano, San Justo y Doney de la Requejada, y a realojar a sus gentes en un lejano centro logístico de Benavente (León).
«Lo que es seguro es la despoblación, la principal causa de estos incendios», dice Pina, mientras en El Ruso, quizás el restaurante más señero de la zona, en Galende, los propios comentaban este martes que la «nueva jugada» de los equipos de extinción es «tratar de conducir un fuego contra el otro» -en realidad, las autoridades informaban después de que aún queda trabajo para controlar los tres frentes-.
Pero, en cuanto a vaciamiento, las cifras no mienten en Sanabria: 34.000 habitantes en 1950; 8.500 en 1996; 5.800 en 2019, cuando aquí se celebró el II Foro Nacional de Despoblación. «Nos vamos apagando y la naturaleza se enciende», dice Jesús, apoyándose en otra evidencia: si el noroeste del país lidera la caída de natalidad de la España vaciada, Zamora es la triste campeona del ránking.
Para Jesús, en todo caso, hay algo que no ha cambiado aquí desde que él era bombero forestal: «Los incendios en Sanabria se paran cuando ya no hay combustible, no antes». Es decir, tanto este incendio como el de 2003, recordado por sus habitantes, dependerán más de la propia naturaleza, de la temperatura y el viento que de la acción del hombre.
Sin embargo, hay otro aspecto vital para que hayamos llegado a este punto, admite Jesús Pina: «Los usos del monte son clave para que los incendios realmente tengan recorrido», dice. «Durante siglos los ganaderos, al acabar la temporada en los pastos, bajaban haciendo quemas selectivas, para que al año siguiente hubiera pastos buenos. Eso se ha dejado de hacer por ley, lo que deja el monte lleno de combustible».
«Y otra cosa que se ha dejado de hacer», interviene José R. Ballesteros, «es cultivar la tierra, y si no se cultiva, ni hay cuadrillas que quita hierbas y ponen todo como debe estar, al final el monte está abandonado, y un monte abandonado, a esta temperatura, arde con sólo mirarlo».
Ballesteros, abogado de 65 años que vive entre Sanabria y Madrid, es uno de esos personajes que vertebra la convivencia de un pueblo como Galende (960 habitantes), uno de los nueve de la mancomunidad en torno al lago, y donde este martes caía del cielo, iluminado con un extraño y polvoriento sol amarillo, pura ceniza proveniente del fuego.
Él lleva años peleando «no para mejorar, sino para no perder» las comunicaciones de la comarca con el resto del planeta. De entrada, coge a los periodistas del hombro y les pregunta: «¿Quieres ver cómo han cambiado el pueblo y Sanabria?», señalándoles una arboleda cercana a su casa. Luego muestra una foto del mismo lugar en los años 50 del siglo pasado. Donde ahora gobierna una densa fronda, antes, tierras de labranza.
«Pero no es sólo eso», insiste Ballesteros, «en realidad el Parque Natural de los Lagos de Sanabria está completamente abandonado desde hace décadas. No se invierte nada para mantenerlo, está completamente asilvestrado, es objeto de una desidia absoluta y esto sólo podía desembocar en esta destrucción».
Sigue: «Se trata del segundo parque natural de Castilla y León en número de visitas [el primero es la parte leonesa de Picos de Europa], pero no se le presta ninguna atención. No se invierte en prevención. Somos unos auténticos olvidados, social, económica y políticamente. Todo son prohibiciones y más prohibiciones, ninguna posibilidad de hacer nada. No te dejan ni construir un kiosko dentro de tu propia finca».
Es vox populi aquí que huir «es la única solución», cuenta Ballesteros, que sólo sonríe cuando recuerda los dos negocios «más habituales» de los sanabreses en Madrid: «Hostelería y, por lo que sea, el taxi. Debieron de empezar dos-tres, y luego el resto».
En la zona «sólo hay un consultorio médico, pero ni se sabe cuándo abre». No hay «transporte urbano a Puebla de Sanabria, cabeza comarcal». «Si se te rompe el tejado de uralita tienes que poner pizarra, te obligan a hacerlo todo como ellos quieren». Los AVE, por la zona, «apenas paran, pasan a toda castaña, como el progreso».
La despoblación se ha detenido en los últimos 5 años, con el turismo rural, «pero es que no puede haber menos gente, estamos en mínimos», dice Jesús Pina, «es el cero estadístico». Este verano, obviamente, todo ha terminado: el Camping Los Robles, que hasta ayer daba 80 comidas al día, está ya vacío.
Cuenta el ex bombero que los incendios son habituales en la zona -«no creo que haya un roble mayor que yo, que tengo 40 años»-, pero precisa: «Lo que ha cambiado es que ahora, supongo que por la climatología y los usos del monte, la temporada de fuego no va solo de julio a octubre: el monte arde en diciembre, en marzo… Ahí algo ha cambiado».
Pina dice eso y de pronto recuerda -todo cambia para que todo siga igual- una frase de Marc Castellnou, jefe de bomberos de la Generalitat de Catalunya y referencia en la lucha contra el fuego: «Los incendios van a ser la normalidad y vamos a tener que convivir con ellos». De nuevo, en manos de la naturaleza.