Publicado: agosto 15, 2025, 6:07 am
«¡Permanecen a salvo!». Con esta expresión de alivio, la presidenta de la Junta de Extremadura, María Guardiola, anunciaba ya bien entrada la pasada noche que 19 de las personas que permanecían en Cabezabellosa (Cáceres) habían sido rescatados in extremis por un dispositivo especial que encontró, en medio de un monte en llamas, una línea de seguridad abierta para que tuvieran una segunda oportunidad de abandonar la localidad. En la primera, al mediodía, se habían negado a ello.
Finalmente, a oscuras, se trasladó un convoy formado por agentes de la Guardia Civil, de Protección Civil y Cruz Roja, una ambulancia de Soporte Vital Básico, transporte adaptado y un vehículo de intervención rápida 4×4. Y lograron el objetivo que horas antes parecía imposible tras no hacer caso incluso a los mensajes masivos de alarma a los que había recurrido el 112. Antes, las campanas del pueblo habían repicado más fuertes que nunca, durante varios minutos continuados, en señal de arrebato. Había que abandonar el pueblo a toda prisa, en presencia de la Guardia Civil que los acompañaba. De nada sirvió. Sin luz, aislados y completamente incomunicados, las llamas y sobre todo el humo se acercaban peligrosamente a sus viviendas por un cambio repentino del viento. Casi todos –335 habitantes están censados- obedecieron. Pero algunos no se marcharon.
«Tenemos que defender lo nuestro», han repetido una y otra vez al consejero de Presidencia, Interior y Diálogo Social, Abel Bautista, quien seguía intentando ayer jueves sin éxito convencerlos. El motivo de la insistencia de estos vecinos en permanecer en el lugar es que quieren proteger ellos mismos su ganado y los cerezos de su propiedad en un pueblo que vive de la agricultura y la ganadería. Otros se habían quedado en el Hostal Restaurante Asturias y en la urbanización Las Pizarrillas, quienes han sido los últimos en salir porque creían que no iban a tener tanto peligro.
El consejero extremeño está desesperado. Ya no sabe cómo actuar: «Quedan personas con las que he podido hablar personalmente y pedirles que hagan caso a la orden, que bajen, que hablen con la Guardia Civil y que pueden subir a echarle de comer a su ganado de forma ordenada y bajo condiciones de seguridad», clamaba mientras salía de la reunión del puesto de mando. «No tenemos más tiempo ni más recursos para andar perdiéndolos precisamente con personas a las que ya hemos dado el aviso. La mejor decisión que pueden tomar es poner a salvo sus vidas porque no hay nada más valioso», critica Bautista.
Así las cosas, en Extremadura, por paradójico que parezca, se lucha en estos momentos contra el fuego imparable y también contra estos rebeldes de la autoridad. Este jueves, varios seguían aún atrincherados, haciendo caso omiso al SOS. «Yo estaba muy bien en mi casa, no tenía por qué irme», comentaba Manuel, uno de los últimos aceptar el desalojo. De avanzada edad (evita dar la cifra exacta) terminó cediendo casi de madrugada: «Entró la Guardia Civil y le dije a los agentes que no quería más problemas, pero no estoy de acuerdo con la medida», mantenía horas después, con énfasis y sin inmutarse. «Sólo veíamos humo, nunca las llamas», justificaba.
Paco Castañares, ex director general de Medio Ambiente de la Junta de Extremadura y experto forestal, señala que «suele ser gente mayor, de campo, que han vivido muchos incendios y nunca les ha dado problemas, pero realmente no reconocen la gravedad de las llamas que se generan ahora y encima piensan que todos los gobernantes son idiotas y timoratos, que se tiran todos los días los trastos a la cabeza los unos contra los otros, y entonces deciden quedarse en casa por si tienen que defenderla porque no se fían de las autoridades por el descrédito de la política actual», remarca.
Bautista insiste en que no hay razones de peso para tomar una decisión tan arriesgada. «No son héroes, aunque les comprendo, es la condición humana y no quieren moverse de allí, para salvar sus bienes, pero se confunden porque lo más importante es la vida, cuando además ponen en riesgo las de los demás», dice en referencia a los equipos de rescate que se jugaron el tipo subiendo y bajando varias veces al monte para localizarlos. «Además nos restan efectivos para luchar contra el fuego», se quejaba el consejero: «Ha habido rebrotes del fuego y corren serio peligro».
Estos últimos tres días se han quemado casi 5.000 hectáreas en esta comarca, con rachas de 50 km/h de viento, lo que ha provocado que el gobierno regional eleve la emergencia a nivel 2. Se han desalojados tres poblaciones (la propia Cabezabellosa, Villar de Plasencia y Jarilla), se ha confinado otra (Oliva de Plasencia), dos viviendas han resultado quemadas, vehículos, las llamas han atravesado la autovía A-66 durante 25 kilómetros… Hasta María Guardiola se ha visto obligada a pedir al Gobierno más unidades de la UME.
En este contexto de polvorín absoluto, el único deseo de los vecinos atrincherados es mantener su propiedad. «Son terrenos agrícolas, algunos frutales, cerezas, pero sobre todo ganadería», confirma a EL MUNDO la alcaldesa de Cabezabellosa, María Ángeles Talaván: «Les hemos dicho que corren peligro sus vidas, que lo primero son ellos, que no es un capricho la decisión que se ha tomado de que abandonen el pueblo, es por su salud, pero siempre hay alguien que no lo entiende, que no quieren moverse de donde está, que creen que pueden con todo y no es así», admite, apesadumbrada, quien matiza que «los hay de todas las edades».
El alcalde de Ahigal, Fernando Nicolás, también de la comarca afectada, no encuentra explicación: «Se les ha intentado convencer, se ha hablado uno por uno con ellos, pero algunos han decidido quedar y encima poniendo en riesgo también a los efectivos que les quieren salvar».
CAMILLA Y OXÍGENO
Horas después del desalojo del convoy, ya bien entrada la madrugada, se produjo una nueva evacuación de otras tres personas, dos de ellas residentes en la localidad de Cabezabellosa y otra en Villa de Plasencia. Una de ellas necesitó una camilla para ser transportada y otra requirió oxígeno. Fueron hospitalizadas. Todo por las horas que estuvieron refugiadas en sus hogares.
«Están convencidos de que el humo no es peligroso, sólo se asustan con el fuego y si no ven las llamas a diez metros de su casa no ven el peligro», subraya Fernando Pizarro, el alcalde de Plasencia, la capital de la comarca, donde han sido realojados en el polideportivo municipal 320 vecinos procedentes de estos tres pueblos. Han disfrutado en las horas de más calor (se superaron este jueves los 40 grados) de la piscina anexa al complejo, donde se han instalado camas, servicio de comidas y hasta apoyo psicológico y con presencia activa de trabajadores sociales para su cuidado. «Estas poblaciones están en un sitio abierto, cerca de la autovía y sienten menos miedo, cuando no es así», resalta Pizarro.
Sí lo tuvo Mónica, propietaria de dos perros y que en su día tuvo un establecimiento en Cabezabellosa, aunque luego se marchó a trabajar a Barcelona. Sin embargo, el martes regresó al pueblo a recoger unos enseres y se encontró con el incendio en el monte: «Lo primero que pensé fue en salir corriendo porque entré en pánico quería bajar rápido y pillarme un Uber, pero luego seguí las indicaciones oficiales y mis cosas me daban igual, lo que quería era marcharme cuanto antes, fui de las primeras». Preguntada por el comportamiento de otros vecinos, advierte: «Te va a parecer extraño, pero los entiendo, yo creo que pensaban que no iba ser el fuego tan grande porque es un sitio tranquilo y lo podían solucionar ellos mismos».
El origen del incendio lo ratifican Angelines, Flor y Pablo, evacuados desde Villar de Plasencia. Se encuentra ya algo agotados, sobre todo mentalmente y muy preocupados por el estado de sus viviendas -«es lo único que tenemos y después de trabajar mucho»- , tras tres noches ya consecutivas durmiendo en la Ciudad Deportiva placentina: «Fue un rayo, seguro que fue un rayo, lo vimos todos desde la piscina, que cayó montaña arriba», declara Angelines.
Muchos evacuados han sido instalados en un pabellón deportivo de Plasencia./ ARABA PRESS
La Guardia Civil ha pedido a los vecinos que no sofoquen las llamas por su cuenta en las localidades evacuadas: «Es una imprudencia». Luego se trasladó que los agentes habían empezado, como último recurso, a interponer multas, en base a la Ley de Protección Civil, por las desobediencias de evacuación. No les ha quedado más remedio. Veremos si es la solución definitiva.