Publicado: agosto 15, 2025, 1:07 am

La submeseta norte arde desde hace días con una furia que parece querer reescribir la geografía y la memoria de quienes la habitan. No se trata ya de unos pocos matorrales, pinares o praderas abrasadas, sino de pueblos enteros -como Abejera, en Zamora, o Caridade, en Ourense- que han quedado reducidos a esqueletos negros, tejas caídas y paredes que se sostienen sólo porque aún no han decidido derrumbarse. Según los mapas del sistema satelital europeo Copernicus, el incendio que ahora devora las provincias de León y Zamora podría convertirse en el mayor registrado en España desde que en 1968 se empezaron a recopilar estadísticas sobre este tipo de catástrofes.
Sólo entre ambas provincias la cifra es casi incomprensible: 36.576 hectáreas calcinadas, dos vidas segadas -las de Jaime Aparicio y Abel Ramos, amigos de La Bañeza, sorprendidos por una emboscada de fuego en Quintana y Congosto-, una veintena de heridos, tres de ellos en estado crítico, y 8.000 vecinos, de 36 localidades diferentes, que han tenido que dejar atrás sus casas, sin certeza de cuándo volverán a ellas y de cómo se las encontrarán. De confirmarse las estimaciones, se superará el récord de las 34.921 hectáreas arrasadas en Tábara, también en Zamora, en el año 2022.
Y como si la devastación no tuviera bastante territorio, al cierre de esta edición, se suma la inquietud del incendio declarado en A Mezquita (Ourense). Su frente de 20 kilómetros amenaza con internarse en Zamora y complica las tareas de extinción a ambos lados de la autovía A-52. «Es la peor situación que he visto en veinte años de trabajo; se prevén 48 horas muy duras», confiesa un brigadista de Verín a Europa Press.
El sur de Galicia vivió en la noche del miércoles una jornada sombría y «crítica». 27 vecinos desalojados de Albarellos; 25 ancianos con gran dependencia evacuados de la residencia municipal de Chandrexa de Queixa; las aldeas de Mixós, Estevesiños, Vences y A Pousa, confinadas y 70 personas sin poder salir de la parroquia de Vilardevós. Todo ello dibuja un mapa de asedio, de un Ourense que, cada verano -pero éste con mayor fuerza-, siente que el fuego no sólo quema la tierra, sino que va borrando, poco a poco, la idea misma de seguridad.
Siete son los incendios activos en la provincia de Ourense y cuyas llamas amenazan, con gran voracidad, múltiples municipios. La unión de dos focos localizados en Chandrexa de Queixa afecta seriamente a A Espasa, Zamorela, Requeixo, Senra, Tabuaces y Vilar. Estas llamas -consumadas ya en único gran incendio forestal- suman 10.500 hectáreas calcinadas a las que se les suman grandes pérdidas en la biodiversidad.
OTRO FUEGO HISTÓRICO
A la espera de que la suerte haga presencia y los efectivos desplegados consigan sofocar la s llamas, se trataría del segundo más devastador en la historia de la comunidad autónoma. El número de hectáreas calcinadas es el mismo que el de Carballeda de Valdeorras (Ourense) en el 2022 y sólo les supera en el podio de la tragedia negra el incendio forestal de Folgoso do Courel (Lugo) que ese mismo año se llevó por delante 12.800 hectáreas, se emplearon 2,7 millones de euros para su extinción y las pérdidas agroforestales se cifraron en 37 millones de euros. Aquel fuego tenía una tasa media de avance de 40 metros por segundo y consumía 15 hectáreas cada minuto.
Los datos de la Consellería de Medio Rural de la Xunta de Galicia, cifran, actualmente, en más de 23.589 héctareas afectadas en total en territorio gallego. Si se suman a las calcinadas en las vecinas Zamora y León la cifra del horror alcanzaría casi las 60.000 hectáreas hechas ceniza, concretamente, 58.510.