Publicado: agosto 13, 2025, 1:07 am
El día que al capitán de fragata González lo llamaron de Amazon, no dudó. Llevaba 24 años entregado a la Armada y eligió la tierra y un destino fijo, con posibilidades de ascender y ganar más. Cuando al coronel Banda lo contactaron de un consorcio internacional para una misión fuera, le bastaron dos semanas para decir sí: era un cargo de responsabilidad, donde podía aplicar lo aprendido en décadas entregadas al Ejército y con un sueldo que nunca conseguiría en las Fuerzas Armadas.
Como estos, hay decenas de ejemplos en cualquier empresa privada. En todo el mundo, Amazon «cuenta con más de 45.000 veteranos», explican a EL MUNDO fuentes de la empresa. La gigante Indra y su competencia Escribano llevan tiempo sumidos en una campaña de captación de altos cargos. En febrero, los generales De las Hijas y González-Espresati entraron en la compañía dirigida por Ángel Escribano; mientras que su hermano Javier fichó al también general González-Valerio. Todos tenían mandos de alta responsabilidad en el Ejército de Tierra. En un momento en el que faltan efectivos, las Fuerzas Armadas se enfrentan a un doble reto: el de lograr hacer atractiva esta salida profesional para los jóvenes y retener el talento de aquellos a los que han formado.
El problema estaba tradicionalmente en el Ejército del Aire y del Espacio, de donde se marchaban los pilotos a aerolíneas privadas una vez terminado el compromiso con las Fuerzas Armadas. Esa circunstancia continúa -aunque menos- en la actualidad y el 8% de los pilotos sigue fichando por compañías comerciales o empresas privadas como Airbus, donde su conocimiento es muy valorado porque además «tienen todas las capacitaciones para volar los prototipos de lo que fabricamos», explican.
«Hace cuatro años, Amazon empezó a reclutar militares y se produjo una gran salida de personal», analiza en conversación con EL MUNDO el capitán de fragata González, que mantiene su anonimato bajo un apellido falso. «Yo me fui primero, porque tras formarme en Estados Unidos, había visto allí que los militares prueban la vida civil y tenía ese interés. También viendo que las perspectivas de crecimiento después incluso de haber hecho el Curso de Estado Mayor no estaban muy claras», cuenta.
«En mi caso fue muy claro el atractivo de trabajar en la empresa privada: estaba próximo a pasar a la situación de reserva y no estaba muy contento en mi situación de destino en el Ejército», describe el coronel Banda. «Me vino una buena oferta de una empresa privada para trabajar en un proyecto muy interesante, en el extranjero y muy bien pagado. Eso, unido a la situación en la que en aquel momento me encontraba me hizo animarme e ir a trabajar en ello».
Desde Amazon explican que valoran «especialmente cualidades como el liderazgo, la creatividad, la iniciativa y la capacidad para innovar. Gracias a su formación y experiencia dirigiendo equipos y enfrentándose a desafíos complejos, los veteranos encajan muy bien en el entorno dinámico de trabajo que caracteriza a la empresa». Los militares que han prestado su testimonio para este reportaje convienen que en la empresa privada se encontraron con que «las habilidades adquiridas en las Fuerzas Armadas son de aplicación directa en la vida civil». Luego tienen el reto de conocer las características de la empresa por la que han fichado «pero eso se resuelve rápido estudiando». «Yo me di cuenta, y así lo he contrastado con otros compañeros que trabajan en empresas privadas, que nuestra formación militar, la capacidad de tomar decisiones en todo tipo de situación y bajo presión y de estrés, nos da ventaja sobre los profesionales civiles», analiza Banda.
La ley de la carrera militar fija en el punto IV de su preámbulo una necesidad de efectivos con «una horquilla entre 130.000 y 140.000, resultado de compaginar las necesidades del planeamiento militar con la realidad demográfica y social de nuestro país, así como del adecuado equilibrio presupuestario». Sin embargo, a 1 de enero de 2024 había 116.410 militares en activo, una reducción de 511 respecto al año anterior y menos del mínimo fijado por ley. Según un estudio de la Fundación Alternativas, existe un déficit actual de entre 14.590 y 24.590 efectivos. Los planes de las Fuerzas Armadas pasan por aumentar de aquí a 2029 en 7.500 los soldados, una cifra que se antoja insuficiente de acuerdo de a la ley y las inversiones de aumento de capacidades.
Un número de soldados que se enfrenta a dos retos: primero, captar vocaciones y, segundo, el problema demográfico. Según un estudio publicado por Rikard Sandell en el Real Instituto Elcano en 2004, en el que comparaba las condiciones para el reclutamiento militar de 16 países miembros de la OTAN, para el año 2050 la población española más numerosa tendrá más de 75 años. Un problema para las Fuerzas Armadas, que dependen del reclutamiento continuo de jóvenes. Así, si el nicho de reclutamiento en España en 1999 era de ocho millones de españoles, el autor calcula que será de 4 millones en 2050.
El 19 de mayo de este año se presentó en la comisión de Defensa del Congreso de los Diputados la memoria anual del Observatorio de la Vida Militar correspondiente a 2023. Su presidente, Mariano Casado, expresó su preocupación por los procesos de reclutamiento de la escala de Tropa y Marinería. Según concluyeron, «a pesar de que la actual relación inicial de los solicitantes por plaza podría parecer suficiente, cuatro por cada plaza, es una cuestión que está en riesgo, que puede peligrar. Hay que hacer algo, porque el reclutamiento es la puerta de entrada al sistema y hay que dedicarle mucho tiempo y mucho cariño», reclamó. En conversación con EL MUNDO para este reportaje, insiste en que «de poco vale planificar un aumento de plantillas si no somos capaces en captar al personal que tiene que incorporarse a las Fuerzas Armadas, y para eso hace falta no sólo hacerle atractiva el ingreso, sino darle una carrera atractiva».
Lamenta que en la actualidad «se hable mucho de grandes programas y de gasto en Defensa pero no del personal, «las personas tienen que estar en el centro, ¿quién va a operar los programas si no hay efectivos?», se pregunta. Denuncia que «un teniente recién egresado cobra menos que un Guardia Civil en la misma situación» y que el desequilibrio pasa en todas las escalas. «Hay malestar y desmoralización, la gente ve que se habla de inversión pero no de personal, en ningún foro las personas son las protagonistas y me sorprende que a este problema no se le dedique la máxima atención», analiza. Casado, por su puesto, tiene acceso a todas las unidades, y habla por separado con personal de tropa, suboficiales y oficiales para saber cuáles son sus necesidades, por lo que conoce el malestar generalizado.
Para Casado, además de aumentar los salarios, hay que replantearse y ser conscientes del «esfuerzo supone ingresar en las Fuerzas Armadas en cualquiera de sus escalas: tienes que irte a un centro de formación, pasar un periodo de academia de más o menos extensión que es duro, y luego que tienes que incorporarte a las unidades, muchas veces con maniobras, guardias, misiones internacionales… que te suponen estar fuera alejado de tu núcleo familiar y de tu entorno».
Casado reclama que «hay que pasar de las felicitaciones a dignificar la profesión porque tenemos una deuda histórica con los militares. Y eso no se soluciona con 100 o 200 euros». Se refiere a la inversión de 400 millones de euros para aumentar el salario de los efectivos. Un dinero que desde la Asociación de Tropa y Marinería ATME consideran también insuficiente. Según denuncia su presidente, «en algunos casos con el salario han cambiado el tramo de cotización y se ha traducido en un aumento sólo de 50 euros», asegura.
Todo ello sumado al auge de la industria de Defensa y las oportunidades que ofrece el sector privado, hace que muchos de los que ingresaron, pidan una excedencia para salir. «En las Fuerzas Armadas tienes una garantía a futuro, tendrías que hacerlo muy muy mal para que te echaran. Como mucho, cometiendo un gran error, te suspenden un tiempo de empleo y sueldo», explica como gran ventaja González. Un beneficio que se contrapone con la situación en la empresa privada: «Cuando pides una excedencia de dos años, en otro sitio firmas un contrato indefinido pero con seis meses de prueba. Te pueden echar o, si no te gusta el trabajo, tienes menos oportunidades de traslado que dentro del Ejército», comenta. Sin embargo, las nuevas pymes vinculadas al sector fichan como consejeros a militares. «Buscan gente de dentro para que pueda abrirles puertas, facilitarles con quién tienen que hablar, cuál es el camino más rápido para conseguir algo, y para eso es imprescindible alguien que conozca las estructuras militares», describe.
El Ministerio de Defensa ha trabajado por alcanzar este año el 2% del gasto comprometido con la OTAN, pero no encuentran la solución al problema del personal.